viernes, 31 de octubre de 2008

Who is who?

A este lado del charco, y al otro. Y el mismo día.

Lo cuenta una y otro.

No he encontrado todavía referencias sobre la negativa del resto de medios a realizar los viajes en cuestión. Pero no pierdo la esperanza.

Lo cual me trae a la memoria una cosa que ya contaré (no, no es Dante, pero también)
De momento, sólo decir que el mapa es portugués del siglo XVI

Utilidad del diccionario

Hoy había convocada una marcha en Madrid. La noticia no ha sido esto, sino justo lo contrario.

Sé que hay quien podría deducir que la palabra “justo” en este caso cabe entenderla, no preferentemente según las acepciones 1 y 2, también según las acepciones 5 y 7 del DRAE.

En ese mismo diccionario, bajo el lema “tránsito”, se tiene la siguiente acepción:


2. m. Actividad de personas y vehículos que pasan por una calle, una carretera, etc.

Sé que hay quien podría deducir que ése es el sentido preferente de la palabra en el contexto en cuestión.

De todas formas, sé que hay quien podría suponer que se trata de un artículo enmendado, y que años atrás no tenía ese mismo significado, por ejemplo en febrero de 2006 o en marzo de 2007.

De hecho, en febrero de 2006 sí hubo documento gráfico al respecto (¡y menudo documento! - procedencia LD), aunque es cierto que respecto a noviembre de 2007 no se ha localizado documento similar, aunque hay otros, como por ejemplo, éstos del autor.


Y hoy es..., sí...

hoy es ese día, un forano que se nos ha colado en casa.

Se ha colado, no sólo en la NASA, y no hay más que ponerse a buscar, para encontrarlo.


Me viene a la memoria cierta celebración del día, en cierta película de hace años, sobre un niño que se ha perdido, no encuentra a sus padres, y es acogido cariñosamente por otros niños.

Esa película, el director decidió convertirla en "políticamente correcta", y en un montaje (nunca mejor dicho) de hace unos pocos años, sustituyó (¡hay que ver lo que permiten los sistemas informáticos actuales!) por unos walkie-talkies, los rifles que llevaban los agentes federales.

¡Vaya una tontería! ¿Dónde están esos agentes de la oficina creada hace 100 años?

¿Dónde están esos agentes capaces, como ninguno, de gritar ¡Maxwell, FBI!?

jueves, 30 de octubre de 2008

Hoy es 30 de octubre

Hace pocos minutos se han cumplido dos años y medio del momento en que se apretó el “botón rojo de parada” (y no, no fue un tal Homer), en la Central Nuclear “José Cabrera”, situada en Almonacid de Zorita, provincia de Guadalajara, cuyo núcleo urbano más cercano es Zorita de los Canes, y más conocida, abreviando, simplemente, como “Zorita”.

En julio de 1965 se inició la construcción de la central (en la foto, que es de EFE), merced a un contrato de la entonces Unión Eléctrica Madrileña con la empresa estadounidense Westinghouse (más conocida entonces en mi casa como fabricante de neveras o frigoríficos). La carga del núcleo se produjo el 15 de junio de 1968 (nada que ver con lo que sucedió 9 años después), 15 días después se produjo la primera criticidad en éste, y tras todo ello, fue inaugurada oficialmente el 12 de diciembre de 1968 (nada que ver con lo sucedido 7 años antes).

Esta obra cambió mucho, y ya puestos, cambiando el orden de las cifras, el día 21, o sea, nueve días después, se iniciaba un viaje de algo más de 600.000 km, para, empezando en Cabo Cañaveral, entonces Cabo Kennedy, disfrutar de unas originales fiestas de Navidad junto a la tímida Luna (es decir, por primera vez en la historia, e incluso, en la prehistoria, mirándola a la cara…oculta).

Pero en realidad, quería comentar algo sobre cierta efemérides del día (en concreto, del de hace 70 años), pero se me ha hecho tarde.

Y encima, ¡se ha ido la luz.!

domingo, 26 de octubre de 2008

Tempus fugit

Yo tenía el recuerdo de que la frase completa era “Tempus fugit, carpe diem”.


Gracias a la obra "Diccionario de expresiones y frases latinas", de Víctor-José Herrero Llorente, editado, cómo no, por Gredos, me he enterado que de que dicho recuerdo harto difícilmente se compadece de la verdad.


Y es que resulta:
a) que “Tempus fugit” es, éste sí, “un recuerdo de la frase de Virgilio”, recogida en la Georgica, y cuyo tenor es “fugit irreparabile tempus
b) que “Carpe diem” es expresión afortunada de Horacio, en su obra “Oda seu Carmina

O sea, que en realidad, uno te advierte de que el tiempo huye, mientras que el otro te aconseja que goces del día presente.

Entretanto, yo, tan feliz de recordar un adagio latino, que podría traducirse como “el tiempo huye: aprovecha el día”. Bien pensado, este adagio así traducido, resulta más positivo que cada frase por separado. Y en realidad, dada la distancia a que el tiempo, precisamente el tiempo, nos hace apreciarlas, sí podría decirse que las dos frases originales han acabado estando juntas, ¿no?

Y pensar que todo esto me ha venido a la memoria con el inmediato cambio de hora.


Aunque el reloj de la iglesia de Santo Tomás Apóstol y San Felipe Neri (en Valencia), no tendrá ningún problema de ajustes de hora.

Y de esta manera, mudamos del verano al invierno. Para el cambio contrario, tendremos que esperar cinco meses, aunque también hay otras formas, si alguien tiene prisa:


Now is the winter of our discontent
Made glorious summer by this sun of York


(pero éstos son, ya, otros recuerdos)

miércoles, 22 de octubre de 2008

La paradoja del barbero, resuelta

Uno de los problemas más conocidos en el tema de las paradojas es el caso del barbero de un pueblo, en el que, lógicamente para una paradoja, el barbero no era un barbero cualquiera, ni el pueblo era un pueblo más en la geografía.

La gestión de la barbería, hasta donde sé, tampoco era como la de una peluquería en Valencia (en concreto en la calle Pintor Sorolla), en la cual, mediante un semáforo en el exterior, informa al posible cliente, acerca del tiempo estimado de espera hasta ser atendido.

La paradoja la planteó Russell recién iniciado el siglo XX, y, más o menos, viene a decir que en cierto pueblo, el barbero afeita sólo a los hombres del pueblo que no se afeitan a sí mismos. El problema surge cuando a alguien (por ejemplo, al barbero) se le ocurre averiguar quién afeita al barbero.

No es objeto de esta anotación recoger la exposición de los razonamientos que desembocan en la contradicción (por eso lo de 'paradoja', claro), sino manifestar que, después de mucho cavilar, con la realización de inumerables desarrollos aplicando la teoría de conjuntos, al final he obtenido la solución. Este feliz momento alcancélo reflexionando sobre un hecho del que he sido conocedor, como es de esperar, leyendo un libro.

El autor del libro es Vernon Howe Bailey, fue editado en 1928 al otro lado del charco, propiedad en su día de una tal Julia D? Heise, residente, en ese momento, al menos, a orillas del Lago Español, por mejor nombre, Océano Pacífico, y en concreto en la tierra del roble del reino de las amazonas (o sea, y abreviando, Oakland - California).

En este libro, se lee:
"When I stepped into a barber shop it was occupied by several youths, but wishing the services of an experienced barber, the propietor was sent for. He arrived and seeing that I was a foreigner asked the name of my country. On learning I was from New York he said he had been there as a sailor many years before and became so loquacious and handled the razor with such freedom owing to his visit to the wine shop, far from pleasant, that it was a relief when the work was finished to tip him well and escape"

Reflexionando sobre esto, llegué a la conclusión de que la paradoja del barbero tenía la siguiente solución:

El barbero se fue a otro pueblo, y como la experiencia no le resultó grata, desde entonces, dejó de afeitarse.

Para acabar, sólo cuatro cosas más:
  1. como se puede leer en la imagen, el libro contiene "Forty-eight Drawings by the Author"

  2. el autor, en su recorrido por España, pasó por Requena, haciendo noche en ella, e incluso, dedicando tiempo a hacer uno de sus dibujos recogidos en el libro (además de dos páginas de texto)

  3. sería entretenido averiguar quién fue el barbero de la anécdota

  4. finalmente, la anécdota sucedió en Requena

lunes, 20 de octubre de 2008

La crisis del 98


From "The Rough Riders", in "The Rough Riders - An Autobiography", by Theodore 'Teddy' Rooselvelt, The Library of America Series #153, published by Literary Classics of the United States.

"I asked where the Colonel was, and as he was not in sight, said,"Then I am the ranking officer here and I give the order to charge"-for I did not want to keep the men longer in the open suffering under a fire which they could not effectively return. Naturally the Captain hesitated to obey this order when no word had been received from his own Colonel. So I said, "Then let my men through, sir", and rode on through the lines, followed by the grinning Rough Riders, whose attention had been completely taken off the Spaniards bullets, partly by my dialogue with the regulars, and partly by the language I had been using to themselves as I got the lines forward, for I had been joking with some ans swearing at others, as the exigencies of the case seemed to demand.
(...)
I was enabled to get back into the lane, at the same time waving my hat, and giving the order to charge the hill on our right front.
(...)
The whole line, tired of waiting, and eager to close with the enemy, was straining to go forward; and it seems that different parts slipped the leash at almost the same moment. The First Cavalry came up the hill just behind, and partly mixed with my regiment and the Ninth.
(...)
By this time we were all in the spirit of the thing and greatly excited by the charge, the men cheering and running forward between shots, while the delighted faces of the foremost officers, like Captain C.J. Stevens, of the Ninth, as they ran at the head of their troops, will always stay in my mind. As soon as I was in the line I galloped forward a few yards until I saw that the men were well started, and then galloped back to help Goodrich, who was in command of his troop, get his men across the road so as to attack the hill from that side. Captain Mills had already thrown three of the other troops of the regiment across this road for the same purpose. Wheeling around, I then again galloped toward the hill, passing the shouting, cheering, firing men, and went up the lane, splashing through a small stream; when I got abreast of the ranch buildings on the top of Kettle Hill, I turned and went up the slope. Being on horseback I was, of course, able to get ahead of the men on foot, excepting my orderly, Henry Bardshar, who had run ahead very fast in order to get better shots at the Spaniards, who were now running out of the ranch buildings.
(...)
Some forty yards from the top I ran into a wire fence and jumped off Little Texas, turning him loose. He had been scraped by a couple of bullets, one of which nicked my elbow, and I never expected to see him again.
(...)
Almost immediately afterward the hill was covered by the troops, both Rough Riders and the colored troopers of the Ninth, and some men of the First. There was the usual confusion, and afterward there was much discussion as to exactly who had been on the hill first.
(...)
Eighty-nine were killed and wounded: the heaviest loss suffered by any regiment in the cavalry division. The Spaniards made a stiff fight, standing firm until we charged home. They fought much more stubbornly than at Las Guasimas. We ought to have expected this, for they have always done well in holding intrenchments. On this day they showed themselves to be brave foes, worthy of honor for their gallantry"


Cabe señalar que este cuadro de Frederic Sackrider Remington, titulado "Charge of the Rough Riders at San Juan Hill" presenta el uso del color como principal diferencia respecto a esta recreación (que incluye unos breves prolegómenos), también cuesta arriba.

En resumen, que esta anotación no tiene nada que ver con otras cosas (aunque también del 98).

domingo, 19 de octubre de 2008

Once upon a time a war

"What General Lee's feelings were I do not know. As he was a man of much dignity, with an impassible face, it was impossible to say whether he felt inwardly glad that the end had finally come, or felt sad over the result, and was too manly to show it. Whatever his feelings, they were entirely concealed from my observation; but my own feelings, which had been quite jubilant on the receipt of his letter, were sad and depressed. I felt like anything rather than rejoicing at the downfall of a foe who had fought so long and valiantly, and had suffered so much for a cause, though that cause was, I believe, on of the worst for wich a people ever fought, and one for which there was the least excuse. I do not question, however, the sincerity of the great mass of those who were opposed to us.

General Lee was dressed in a full uniform which was entirely new, and was wearing a sword of considerable value, very likely the sword which had been presented by the State of Virginia; at all events, it was an entirely different sword from the one that would ordinarily be worn in the field. In my rough traveling suit, the uniform of a private with the straps of a lieutenant-general, I must have contrasted very strangely with a man so handsomely dressed, six feet high and of faultless form. But this was not a matter that I thought of until afterwards.

We soon fell into a conversation about old army times. He remarked that he remembered me very well in the old army; and I told him that as a matter of course I remembered him perfectly, but from the difference in our rank and years (there being about sixteen years' difference in our ages), I had thought it very likely that I had not attracted his attention sufficiently to be remembered by him after such a long interval. Our conversation grew so pleasant that I almost forgot the object of our meeting. After the conversation had run on in this style for some time, General Lee called my attention to the object of our meeting, and said that he had asked for this interview for the purpose of getting from me the terms I proposed to give his army. I said that I meant merely that his army should lay down their arms, not to take them up again during the continuance of the war unless duly and properly exchanged. He said that he had so understood my letter.

Then we gradually fell off again into conversation about matters foreign to the subject which had brought us together. this continued for some little time, when General Lee again interrupted the course of the conversation by suggesting that the terms I proposed to give his army ought to be written out. I called to General Parker, secretary on my staff, for writing materials, and commenced writhng out the following terms:

[letter dated in Appomattox, April 9th, 1865, which finished:
"This done, each officer and man will be allowed to return to their homes, not to be disturbed by United States authority so long as they observe their paroles and the laws in force where they may reside.
Very respectfully

U.S. Grant"]

When I put my pen to the paper I did not know the first word that I should make use of in writing the terms. I only knew what was in my mind, and I wished to express it clearly, so that there could be no mistaking it. As I wrote on, the thought occurred to me that the officers had their own private horses and effects, which were important to them, but of no value to us; also that it would be an unnecessary humiliation to call upon them to deliver their side arms.
(...)
I said further I took it that most of the men in the ranks were small farmers. The whole country had been so raided by the two armies that it was doubtful whether they would be able to put in a crop to carry themselves and their families through the next winter without the aid of the horses they were then riding. The United States did not want them and I would, therefore, instruct the officers I left behind to receive the paroles of his troops to let every man of the Confederate army who claimed to own a horse or mule take the animal to his home. Lee remarked again thay this would hava a happy effect (upon his army)"

From "Personal Memoirs of U. S. Grant", The Library of America Series #50, published by Literary Classics of the United States.

Well, we have read all this, now, let's listen

Espabila Favila, que te come el oso

"Subió Favila al Trono de su Padre, entrando á la posesion de él como herencia que le pertenecia por derecho de la sangre. A no haber subido al Trono por este camino, jamás le hubiera ocupado; porque era Favila uno de aquellos Príncipes, que hacen desear á los Pueblos, que sean electivas las Coronas. Dado del todo á sus diversiones, solo pensaba en el entretenimiento, y en el ocio, como si tuviera el Cetro muy asegurado. Necesitaba la Monarquía un Héroe para conservar lo adquirido por su padre, y hallóse con una sombra de Rey. Lo mayor felicidad de su reynado consistió en su breve duración. Al segundo año fue lastimosamente despedazado por un Oso que iba persiguiendo con demasiado empeño; y quiso la Divina Providencia, cuya piedad miraba yá coin cariño al infelíz Reyno de España, tener á los Moros tan ocupados en Francia, que no pensaron en hacer guerra á Favila. Succedió en la Corona su hermana Hermisinda, que juntamente con la mano se la pasó á su marido: exemplo que desde entonces quedó autorizado en Ley".
Extracto del libro "Compendio de la Historia de España", del R. P. Duchesne, "Maestro de sus Altezas Reales los Señores Infantes de España" ("el año de mil setecientos quarenta y uno salió á luz en Francia esta bella produccion"), según traducción del francés al castellano del R.P. Josef Francisco de Isla. Tomado del Tomo I de la obra, impreso en Madrid en el año M.DCC.LXXIX, en la Imprenta de Pedro Marin, con las licencias necesarias.

Sobre si la monarquía era electiva o hereditaria, al párrafo anterior le sigue una "Nota del Traductor", que, entre lo que expone, dice lo que a continuación se puede leer:
"Y si fuese precisamente electiva desde el tiempo de D. Pelayo, no parece verisimil que los Electores hubiesen puesto los ojos en Favila, Príncipe del todo inepto; especialmente en un tiempo en que debian ponderar menos los méritos del padre, que la incapacidad del hijo, y la necesidad del Reyno".
N.B. La transcripción es literal, respetando la ortografía del siglo XVIII.

jueves, 16 de octubre de 2008

Punta de lanza

Hoy, festividad de San Longinos, se inicia este diario en la red (vulgo, blog).
Dios dirá acerca del desarrollo, evolución, venturas y desventuras de las anotaciones que llegue a hacer, de la frecuencia y calidad que sea capaz de volcar en ellas, y de la aceptación y participación que consigan.
La providencia ha decidido que fuera hoy el día a partir del cual se inicie un cierto esfuerzo con el que, a modo de punta de lanza, comprobar si seguimos vivos,... o ya no.
Vale.