jueves, 31 de diciembre de 2009

Un pequeño recorrido yendo siempre al mismo sitio

Entre esas cosas, especialmente papeles, que se guardan con no se sabe muy bien qué objeto, me encontré hace un tiempo con un recorte de papel de envolver y un calendario de bolsillo de la que hace tiempo se ha convertido en mi librería proveedora oficial (bueno, y del resto de la familia).

Ignoro el año correspondiente al papel de envolver. Aparte de la curiosidad, lo traigo a colación porque muestra la existencia de tres centros en Valencia: el de toda la vida (al menos, que yo recuerde), en la calle Pelayo, y dos más: uno que recuerdo vagamente, en la calle Colón, y otro, más concreto, incluso visitado en bastantes ocasiones, en la calle San Fernando.

De los tres centros de entonces, sólo se mantiene actualmente el de Pelayo. Los otros dos se situaban en edificios que han acabado siendo rehabilitados, reconstruidos o rehechos, y claro, ya no quedan ni muestras de lo que en su día acogieron en sus bajos.



El calendario de bolsillo, naturalmente, sí es datable, en concreto, 1985. Podemos ver que ya no figura el local de Colón, habiendo sido sustituido por el de la Gran Vía Marqués del Turia, por el que, a pesar de lo céntrico, apenas me he asomado.



En la actualidad, ya son cuatro locales: los ya mencionados, y el de la Plaza Alfonso el Magnánimo (que es el oficial en mi caso), y el de la calle Navellos.



Cerramos, pues, el año con un recuerdo a los libreros que hacen posible que disfrutemos de los libros que hemos comentado por aquí, o por allá,… por muchos años.

Feliz Nati-ldidad

Debido a lo expuesto en la anotación anterior, no he podido cumplir puntualmente con el protocolo de rigor de estas fechas pasadas, por lo que haciendo trampa, lo haré ahora.

Para no hacerlo, además de tardío, muy largo, me aprovecharé del anuncio que con tal efecto ha editado el Ayuntamiento de Valencia.


Aunque no hay que excederse en unos deseos tan acentuados de felicidad, porque acaba apareciendo una tilde donde no corresponde.

Dejemos los comentarios, y… Felices Pascuas de Navidad, y un próspero Año Nuevo dos mil… lo que sea.

Hay virus... y virus

Hace tres meses y una semana, exactamente, y aun cuando sólo llevábamos dos pasajes, desembarcábamos en el aeropuerto de Venecia tres viajeros: mi hermano, éste que lo cuenta y escribe, y, sin separarse de mí lo más mínimo, un tercero.

Había trabado contacto con este personaje la tarde anterior, con motivo de unas jornadas de las que apenas he comentado en un par de anotaciones, más preliminares que propiamente sustantivas. Aunque se trató de un contacto muy somero, plasmado tan sólo en la incomodidad que me generaba su ocasional aunque repetido paso junto a mí, por el molesto roce que me producía el vuelo de los faldones de su chaqueta, fue suficiente para que él se fijara en mí, y se decidiera a entablar conversación.

Este repentino interés hacia mi persona no supuso por mi parte un amistoso acercamiento hacia él; por el contrario, cada vez me encontraba más molesto. Y así es como llegó el momento del viaje.

Salvo despiste, suelo viajar equipado con dos herramientas, una de uso temporal, y resignado, hasta que se acaba mostrando la contundencia de la otra herramienta.

Sin embargo, en esta ocasión, sólo pude pertrecharme de la segunda, por lo que al llegar a Venecia, a la par que paseábamos por sus calles, intentaba localizar dónde poder conseguir la primera.

Finalmente, me indicaron que la obtendría en el equivalente a un estanco. Y así fue.

El resultado final: al día siguiente, ya me encontraba en perfectas condiciones para recorrer y disfrutar de Venecia.

A mediados de diciembre, quien pasó a estar constipado fue mi ordenador. He intentado aplicarle los mismos remedios que a mí me funcionaron, pero los pañuelos de papel más parecen indicados para la impresora (la cual tengo sin tinta), y la aspirina no he conseguido saber por qué puerto debe conectarse. Encima, el teclado tiene una especie de hipo, de modo y manera que las vocales con tilde las convierte en una doble tilde precediendo a la vocal de que se trate.

Remedios menos caseros que los míos, recomendados por familiares y amigos, tampoco han resuelto el problema: o bien no dictaminaban nada útil o bien se acababan contagiando… y ni siquiera llegaban a funcionar.

Finalmente, gracias a un anticipo que amablemente me entregaron los Reyes, y debidamente complementado, he podido corregir y completar esta anotación.

Y aquí estamos de nuevo… aunque me aprovecho de las “nuevas tecnologías”, y publico la anotación con fecha de 31 de diciembre, básicamente por un motivo: me he dado cuenta de que casi había llegado a las 365 anotaciones en este año 2009, así que no voy a dejar pasar la oportunidad de cumplir la media de una anotación por día.

Aunque sea exactamente un mes más tarde.

jueves, 17 de diciembre de 2009

Y ahora, ¿dónde los pongo?: Primera edición

Abrimos esta serie sobre libros llegados hace más o menos tiempo a mi biblioteca (que en estos momentos, mejor o peor contados, e incluyendo a los de mis hijos, tiene la bonita cifra redonda de 3.600 libros), con, casi, los últimos. El motivo de ello es muy sencillo: han constituido mis regalos por mi reciente cumpleaños.





Uno ya ha sido leído y será objeto de reseña en cuanto pueda. Sí cabe adelantar que me ha gustado.

miércoles, 16 de diciembre de 2009

Buen viaje

Hace cosa de un mes, durante uno de los desplazamientos por Valencia, yendo de un sitio a otro, adelantamos a un vehículo de la Guardia Civil. Y me fijé en una de las pegatinas que llevaba en un lateral.

De siempre, recuerdo que durante los viajes que hacíamos toda la familia junta, primero en un R-8 y luego en un R-12 ranchera, por esas carreteras nacionales, o no, que entonces había (y que, proporcionalmente a los más de treinta años transcurridos, no eran peores que las de ahora); recuerdo, decía, cómo, de vez en cuando, nos encontrábamos con una pareja de la Guardia Civil (eso de Tráfico lo averigüé más tarde: eran guardias civiles, y punto), que estaba estacionada en algún punto de la carretera, o bien nos cruzábamos con ella, y cómo mi padre les hacía un amistoso saludo con la mano, agradeciéndoles su trabajo, su presencia y su dedicación.

Sin embargo, de un tiempo a esta parte, la curiosa forma de gestionar la Administración ha conseguido que el común de los mortales vea a la Guardia Civil de Tráfico como agentes de recaudación, es decir, multas y tentetieso, y punto (lo que, evidentemente, tiene menos humor que las viñetas de La hoz de oro, tercera aventura de Astérix).



Por mi parte, prefiero mantener esos recuerdos, en blanco y negro, diríamos, en las carreteras bajo el sol, lluvia, viento o frío, especialmente ahora que se cumplen 50 años de la constitución de la Agrupación de Tráfico de la Guardia Civil, y cuyo logo era la pegatina que vi en el coche y que ha sugerido esta anotación.

En esta página hay un enlace a un fichero que cuenta cosas de estos 50 años y de donde he obtenido la veterana foto con la que he ilustado estas líneas.

Tras estos días de puente, y antes de estas fiestas de Navidad y Reyes, en las que mucha gente hará uso de las carreteras para desplazarse para descansar y/o reunirse con la familia, un pequeño agradecimiento por esta dedicación.

Una anécdota personal para acabar:
Hace algo más de diez años, en un viaje de Valencia a Huesca, paré en Monreal del Campo para un desayuno, mientras amanecía, sobre las ocho de la mañana. Tal y como entonces estaba la carretera, había que salir de ella desviándote hacia la izquierda, para entrar en el restaurante (en concreto, El Botero). Esta maniobra suponía, lógicamente un STOP para cruzarte con el tráfico del sentido contrario.

Como había nulo tráfico y suficiente visibilidad, no respeté el STOP, y entré directamente en la zona de aparcamiento del restaurante. Paré el motor y mientras que quitaba el cinturón y demás, se me acercó un guardia civil.

Me saludó y me dijo que en el giro no había hecho el Stop. Le contesté que efectivamente, lo que había hecho más bien era un ‘Ceda el Paso’ que un ‘Stop’. Me respondió que vale, pero que no lo volviera a hacer, me saludó y se fue.

Obras son amores y, además, buenas... imágenes

Mientras el pasado día 3 de diciembre comprobaba que unas obras seguían todavía en curso, me llevé la sorpresa de que otras, por el contrario, ya anunciaban su final.

Había entrado en la Oficina de Turismo (o como se llame) ubicada en una esquina del mismo edificio del Teatro Principal, y mirando qué nuevos folletos tenían a disposición de los turistas y algún que otro aborigen como mi hermano o yo, me comentaron que les acababa de llegar el correspondiente a la nueva edición de La Luz de las Imágenes, dedicada al barroco, aunque aún no se conocían las fechas de la exposición.

Hace tiempo que se había podido comprobar cómo tres de las más veteranas iglesias de Valencia estaban en obras de restauración gracias a que iban a ser sedes de esta nueva muestra artístico-religiosa.

Así, por ejemplo, en abril se podían ver los andamios en el interior de la iglesia de San Juan de la Cruz (antes de San Andrés, dedicaciones sobre la que ya hablé hace tiempo).



También en abril se podía observar que la iglesia de San Martín Obispo se encontraba en obras, y que, en particular, ni San Martín, ni el pobre, ni la capa, ni el caballo, estaban en la hornacina que hay sobre la puerta principal.

En agosto, por su parte, también estaba todavía en obras la iglesia de San Esteban Protomártir, cerca de la Catedral (como cabe deducir por el nombre).

Y las obras han seguido siendo visibles desde entonces, al menos, gracias a los andamios, vallas, mallas protectoras, y demás aparamenta. Hasta el famoso día 3.

Ese día, además de tener la alegría del folleto, tuve una visión (entiendo que real, pues incluso está la foto): delante de la puerta principal de San Juan de la Cruz, había una furgoneta claramente vinculada con La Luz de las Imágenes, señal de que, efectivamente, las obras llegaban a su fin y estaban trabajando en la preparación de las exposición.

Por tanto, sólo quedaba esperar la fecha en que se inaugura.

El pasado lunes, día 14, pude ver una escueta noticia en el periódico Levante informando de que la inauguración se celebraría al día siguiente, es decir, ayer, día en que, como hemos visto, sí se publicó acerca de la inauguración de una tienda, pero no encontré referencia en El Mundo sobre este particular, salvo el anuncio que acompaño, que tampoco dice nada al respecto.

Finalmente, hoy Las Provincias (salvo error, el único periódico en Valencia que lo ha hecho) ha llevado a su portada la inauguración en cuestión. Mejor dicho, a su portada en la edición impresa, porque en la digital, avanzado el día, la noticia ha terminado por desaparecer y hay que buscarla.

Visto, por tanto, cómo está la prensa, nos toca a los particulares cumplir con su labor.

Por mi parte, aún no he ido, pero todo se andará,… y se contará.

martes, 15 de diciembre de 2009

¿Seguro que se han acabado las obras?

Hace poco más de trece meses, caragüevo comentó la desidia que se observaba en las vallas que cerraban las obras que entonces se estaban realizando en la tienda de Loewe en Valencia. Poco después, la muestra de esa desidia fue parcialmente “corregida” según mostré en una anotación hace casi once meses.

Hace mes y medio, caragüevo avisó sobre la credibilidad de los medios, con el sencillo ejemplo de que la tienda en cuestión seguía en obras a pesar de la noticia publicada en El Mundo en sentido contrario. El pasado día 3, seguía la tienda cerrada y en obras.

Sin embargo, todo llega, y hoy, en el mismo periódico, es decir, El Mundo, en sus páginas de Valencia, se dedica la práctica totalidad de una página a esta noticia tan esperada. Según parece, por fin ayer se inauguró la tienda de marras.

Pero vistos los antecedentes, tendré que pasarme por ahí para comprobarlo.

domingo, 6 de diciembre de 2009

Lo pasado,... ¿presente?

Este último día de San José, esposo de la Virgen, comenté que la temporada de ópera anterior (la 2007-08) me había acercado a Madrid a ver dos óperas, una de ellas, en particular, Fidelio. En este caso, por problemas de agenda, fuimos a verla el mismo día del estreno, y parte de lo que vimos, lo dejé comentado. Ahora toca comentar otra cosa.

Fidelio desarrolla un episodio de lucha contra la tiranía y por la libertad. El protagonista es Fidelio, quien se encuentra prisionero de la tiranía. Y quien lucha por la libertad, en general, y en particular en la personificación de Fidelio, es su esposa, Leonora. De hecho, durante la atribulada génesis y elaboración de la ópera, Beethoven, hasta el último momento, la intituló Leonora.

Podría decirse que es otro ejemplo de la fama y la lana: en este caso, quien tiene la buena fama es Fidelio, pero quien se trabaja duramente la libertad es Leonora. El clásico binomio hombre-mujer.

Al finalizar la representación nos encaminamos mi hermano y yo hacia las escaleras donde, a la altura del primer piso, creo recordar, coincidimos con el señor Alcalde de Madrid; el resto del recorrido por las escaleras hasta salir del Teatro Real, nos mantuvimos sensiblemente cabe él. A partir de ahí, nos separamos un poco, aunque mantuvimos la coincidencia del recorrido durante la plaza y un cierto tramo de la calle del Arenal. Ignoramos si él tuvo algún tipo de esperanza, pero el caso es que nadie se le acercó a saludarlo,… en su propia ciudad (por el contrario, puedo decir que cuando he visto a la Alcaldesa de Valencia en algún acto en la calle es porque estaba muy cerca de ella; en caso contrario, es prácticamente imposible por toda la gente que se le acerca a saludarla).

Esta escena, en la que el señor Alcalde parecía como “transparente” para sus conciudadanos, me vino al recuerdo cuando hace un par de semanas leí la noticia de que “Gallardón elogia la «mirada transparente» de Zapatero”.

En cambio, no resultó transparente lo sucedido en el Palacio de Telecomunicaciones de Madrid, ahora nueva sede central del Ayuntamiento, a las tres de la tarde de cierto 14 de abril. Nos lo cuenta Josep Pla, en su obra, ya conocida por aquí, L’adveniment de la Republica (edición de 1933 de la Biblioteca catalana d’autors independents):

A les tres en punt de la tarda, els pocs curiosos que passen per la Cibeles observen, amb astorament, que una bandera puja pel pal del Palau de Comunicacions. Es una bandera republicana. La notícia corre com una exhalació i una riuada de gent surt dels cafès del carrer d’Alcalà a veure la bandera. La gent queda un moment bacabadada. Ningú no sap què fer. Què passa? Fins a les quatre la gent es manté perplexe i flotant. En això passa com un regueró de pòlvora entre la gent, la notícia que la bandera representa el que vol simbolitzar – això és que el poder ha caigut en mans del govern provisional. La perplexitat esdevé entusiame i la gent es trasllada de la Cibeles a la Puerta del Sol” (pp. 23-24) [mantengo la redacción en catalán original, pues creo que se entiende bastante bien; y si no, se dice, y se traduce lo que haga falta]

Entiendo que esta concatenación de recuerdos resulte un poco caótica, pero es lo que hay, hoy, día de la Constitución.

Lo pasado, pasado

Tal día como hoy, pero del año pasado, me acerqué con mis hijos a las Cortes Valencianas, en la plaza de San Lorenzo de aquí de Valencia, con la excusa de la jornada de puertas abiertas que realizaban con motivo del día de la Constitución.

Era sobre las seis de la tarde, y más me dio la impresión de que no veían la hora de irse quienes estaban allí por obligación. Los demás, íbamos tranquilos, de campo y playa que se dice.

Pero aún así, pasamos a toda velocidad por diversos salones (lo que nos permitió apreciar que no es cierto que en los Parlamentos falten luces) hasta llegar al hemiciclo de rigor que hay en todos los sitios de esta naturaleza (salvo en las cámaras del Parlamento británico, que son rectangulares y alargadas, o eso he visto en las películas).

En él, el protocolo habitual en estos casos: la gente sentándose en las distintas butacas (traspuestas en escaños simplemente por el sitio en donde se encuentran), muy contentos quienes encontraban el escaño de alguien conocido (hay pocos, hay que reconocerlo), y haciéndose fotos. Yo, también: intenté incluso subir los escalones que conducían a la zona de la presidencia, pero no me dejaron, y eso que no iba a leer ningún artículo incómodo de la Constitución, sino sólo a hacer una foto del conjunto. Supongo que sería porque los chicos de la prensa ya se habían ido horas ha, y, claro, paripé con el pueblo, el justo (de hecho, al día siguiente sí se publicaron fotos de gente sentada en esas butacas a las que a mí no me dejaron llegar).

Nos regalaron un ejemplar de la Constitución Española y del Estatuto de Autonomía de la Comunidad Valenciana, en una imponente edición de 85 x 55… milímetros cada ejemplar.



Y todo eso en una bolsa de papel con el logo modernizado de las Cortes Valencianas (estuches para ambos textos legislativos ya no les quedaban), con la cual, muy amablemente, nos abocaron contra la puerta que comunicaba con la calle lateral. Vamos, que nos echaron.

Este año, claro, no hemos vuelto. Pero estas ausencias no han sido noticia.

sábado, 5 de diciembre de 2009

Cometiendo una... Comisión

El pasado lunes, día 23 de noviembre, fue un día histórico: vi por primera vez en televisión unos minutos del canal del Congreso de los Diputados.

Debo decir en mi descargo que no fue intencionado: simplemente, no me atraía lo que ponían en otros canales y decidí hacer un experimento.

Me encontré con que estaban emitiendo en diferido la sesión de la Comisión Constitucional del día 18. Estaba de presidente el conocido Alfonso Guerra, el famoso “mihenmano”, algo más estropeado que en aquel entonces, pero todavía reconocible por “la madre que lo parió”; como pillé la transmisión ya empezada, no sé si tuvo que usar o no un Mystère para llegar (cosa que esta vez, estaría algo más justificada que en aquella ocasión).

Estaban debatiendo en ese momento una propuesta del Grupo Parlamentario de Esquerra Republicana-Izquierda Unida-Iniciativa per Catalunya Verds, cuyo tenor era “sobre la modificación de la Ley Orgánica del Tribunal Constitucional para facilitar la renovación de sus miembros y para sustraer a determinados estatutos de autonomía del control de inconstitucionalidad”, defendiendo la proposición Joan Ridao i Martín.

Tras él hablaron otros cuyos nombres ahora no recuerdo (mejor dicho, no llegué a saber), acabando con Manuel Pizarro por parte del Grupo Popular y no sé quién, por parte del Grupo Socialista.

Tampoco recuerdo qué dijeron o dejaron de decir durante sus intervenciones, aunque sí recuerdo el enfoque del representante de Convergencia y Unión. La propuesta tenía varias partes, como se puede leer en el correspondiente número del Boletín de las Cortes – Congreso de los Diputados. Muy en la línea nacionalista (en este caso, de CyU) exponían argumentos razonables ocultando otras cuestiones en discusión: hizo énfasis sobre las “legimitades” de los miembros del Tribunal Constitucional para mostrar y pedir el lógico y razonable apoyo a la propuesta, sin decir nada en absoluto sobre el resto de los puntos de la propuesta, que, en realidad, son los que les interesan.

Un poco así como de lejos, había estado oyendo los argumentos de que como varios miembros del Tribunal Constitucional estaban pasados de fecha (por decirlo de alguna manera), lo que tocaba era que no fueran tenidos en cuenta para las deliberaciones, votaciones y cualquier otra cosa que se tercie. Entre las exposiciones se reconocía que el motivo de que el mandato estuviera vencido era porque las Cámaras legislativas no estaban cumpliendo con su obligación de elegir a los sustitutos.

Más lejos, me pareció oír que alguien decía que, al fin y al cabo, los miembros del Tribunal Constitucional no tenían la culpa de que otros no cumplieran con su deber, por lo que se proponía que, recayendo la responsabilidad en las Cámaras, fueran los miembros de éstas los que no cobraran sueldos ni otros ingresos hasta que cumplieran sus deberes. Los aplausos, vítores y aclamaciones con que prorrumpieron los presentes en esa Comisión me despertaron.

En ese momento pasaron a debatir el siguiente punto del orden del día, algo así como “sobre la modificación del Real Decreto 1837/2008, de 8 de noviembre, por el que se incorporan al ordenamiento jurídico español la Directiva 2005/36/CE, del Parlamento Europeo y del Consejo, de 7 de septiembre de 2005, y de Directiva 2006/100/CE, del Consejo, de 20 de noviembre de 2006, relativas al reconocimiento de cualificaciones profesionales”, proposición también del Grupo de Esquerra Republicana y etcétera.

Lo emocionante del caso me indujo a comprobar qué había en otros canales, encontrando en TCM “Impacto súbito”, con Clint Eastwood en su papel de Harry el Sucio. Lamentablemente, me tuve que ir sin poder disfrutar de la película.

Si alguien, en pleno uso de sus facultades mentales, quiere ver la reunión de la Comisión Constitucional en cuestión, en este enlace al programa del día 18, está el del vídeo. Aviso: la duración del vídeo de la reunión es de la duración del vídeo es de 3:06:12, aunque el quinto punto del orden del día, que es el aquí comentado, se extiende, aproximadamente, entre el instante 1:39:40 y el 2:24:10 (por cierto, no he conseguido hacer capturas de pantalla y me ha tocado hacer unas fotitos para ilustrar este despropósito).

Si alguien, con mucho mejor gusto, quiere la película de Clint Eastwood, la tengo y se la puedo dejar.

viernes, 4 de diciembre de 2009

Y ahora, ¿dónde los pongo? Introducción

Una de las características que se pueden incluir dentro del perfil de usuario de Blogger es la “foto”. En su momento, no incluí ninguna foto o imagen que, más o menos, me pudiera identificar. Por tal motivo, en las consultas o en los diarios en que figuraba como seguidor, se me podía ver tal y como la imagen adjunta, así de guapo.

Hace dos meses me decidí finalmente por una determinada imagen. Tras muchas dudas, elegí una de las muchas imágenes que tenía, o fotos que podía hacer, en relación con libros (este tema era lo único que tenía claro). La imagen elegida es la que acompaña estas líneas, y el motivo de la elección es que reúne tres características importantes:
- se trata de libros
- la mayoría de los libros que se aprecian son literatura, y de aventuras, por ejemplo, La isla del tesoro.
- se trata de ejemplares veteranos, transmitiendo la idea de permanencia

Hace un año comenté en estas páginas que estaba haciendo como que ordenaba la biblioteca de casa. Como soy persona que mantengo mis ideas,… todavía estoy con ello.

La tarea, con el tiempo, ha avanzado algo, pero también ha acumulado trabajo pendiente. Y no sólo está pendiente el trabajo.


Se ha llegado ya a la situación de: “Y ahora, ¿dónde los pongo?”, porque la cosa ya empieza a ser grave. No sólo se apilan los libros pendientes de encontrar su hueco, sino que ni siquiera se atreven a salir de las bolsas (mayoritariamente, claro, de mi librería habitual).

Toda esta historia es, simplemente, para anunciar que, haciendo caso de la sugerencia que me hizo mi hermano, además de las reseñas y/o referencias que se puedan hacer de libros leídos o consultados, publicaremos las últimas adquisiciones para general conocimiento, opción de comentarios, y evitación de compras duplicadas.

No será como antes en los periódicos, que tenían una sección de “Libros recibidos”, lo que servía de publicidad para las editoriales, más que nada porque la mayoría los habré comprado yo, pero también incluiremos los regalos (que seguro que cada vez serán más y más y más, ¿se capta?, je, je).

¿Se ha hecho eterno el retorno?

Hace casi sesenta y siete años y medio se pronunció una frase que se hizo famosa, como esperanza para los que se quedaban, como ánimo para quienes lo recibían, y como incentivo en general para muchos cuyas expectativas se encontraban en horas muy bajas.

La frase era “¡Volveré!” y la pronunció el General Douglas MacArthur. Menos de treinta meses después, cumplió su palabra (como se refleja en esta foto del New York Times). Dentro de treinta y tres días, aprovechando la fecha, volveremos con otras palabras y otro discurso del general. De momento, nos quedamos con el año 1944.

Aunque ese año, como todos, duró, más o menos, 365,24219 días, formalmente era bisiesto, lo que introdujo un pequeño problema como se ilustra en la viñeta del London Evening News, tomada del libro Mapping time. The calendar and his history, de E.G. Richards, que ya conocemos en estas páginas.

Festividades aparte, qué fácil sería que el calendario fuera siempre igual, evitándonos trastornos. Intentos ha habido, pero no han cuajado; son muchos siglos de tradición y ni siquiera el calendario revolucionario francés consiguió imponerse más allá de las referencias históricas al 18 de Brumario y al mes de Termidor.

Sin embargo, como el calendario no es tan diferente de un año a otro, sí podemos aprovechar algo, en línea con lo apuntado por la viñeta, aunque no es tan sencillo. Por ejemplo, ¿cada cuánto tiempo coinciden plenamente en el mismo año las hojas del calendario del mes diciembre con las del mes de septiembre? Es decir, si el 1 de diciembre es martes, también lo es en septiembre, el 2 es miércoles en diciembre y también en septiembre, y así sucesivamente.

Como estamos hablando de calendarios, el primer acertante a esta cuestión podrá celebrar la fiesta de Nochevieja,… según su leal saber y entender.

Aunque para entonces, para tener algo de qué hablar durante la fiesta, comentaremos el tema del cambio de año.

Por cierto, se me olvidaba: ya he vuelto.