lunes, 22 de junio de 2009

En el breve espacio de un metro

Posiblemente sucediera en el pequeño viaje en Metro mediante el que regresamos al hotel tras la Feria del Libro. Posiblemente sucediera en otro momento. Pero sucedió durante este último viaje nuestro a Madrid.

El caso es que nosotros íbamos de pie, y al parar el convoy en una estación, subió una pareja, para la que había asientos libres. En ese mismo momento, una persona que estaba sentada saltó como por obra de un resorte, y se cambió de asiento: de esta manera, dejó dos asientos libres juntos para su uso por la pareja en cuestión.

Poco después, en otra estación, tras los habituales movimientos habidos en ese tramo de los pasajeros subiendo y bajando, subió otra pareja distinta, encontrándose también con asientos libres para ellos. También en esta ocasión, la misma persona y con el mismo resorte, cambió de asiento con el mismo objeto: que pudieran sentarse juntas las dos personas recién llegadas.

Esto me sorprendió agradablemente, y me trajo los recuerdos de lo sucedido hace ya muchos años, cuando iba en el autobús, aquí en Valencia, con mi hija pequeña en el carrito. En una parada, en concreto delante de El Corte Inglés, en Pintor Sorolla, el conductor me dijo que eso estaba prohibido (ahora ya no lo está), y que plegara el carrito y cogiera a la niña en brazos. Le dije que lo haría en cuanto me permitieran hacer uso de uno de los asientos reservados, entre otros, a quienes viajan con niños pequeños, todos los cuáles estaban ocupados por personas que no reunían ninguno de los requisitos de preferencia.

El conductor no consideró que ese artículo del reglamento fuera más importante que el que quería aplicarme a mí, y, yo en mi sitio y él en su asiento, siguió en las suyas. Tanto, que una mujer, mayor que yo, me ofreció su asiento normal, lo que amablemente rechacé, insistiendo en aquéllos sobre los que sí tenía derecho.

Como sólo tenían culpa los zánganos que estaban cómodamente sentados, haciendo caso omiso de todo lo que sucedía, y el propio conductor, por su absoluta falta de criterio, y no el resto del pasaje, al cabo de bastantes minutos acabé cediendo,… y me bajé.

Ya que no la EMT de Valencia, El Corte Inglés me acogió sin problemas.

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