lunes, 20 de julio de 2009

... hasta que la ira del dios...

Comienza este acto [el tercero] por la escena más original y pintoresca que se haya podido llevar al teatro. El preludio describe admirablemente la fantástica cabalgada de las walkyrias, las hermanas de Brunhilda, cuando conducen á la grupa de sus caballos y, entre las nubes de la tormenta, los cuerpos de los héroes muertos en la batalla. Entre vertiginosos torbellinos de notas y rápidas escalas de un poderoso efecto imitativo, se escucha el tema de las walkyrias, el ritmo del galopar de los corceles y las feroces risas de las vírgenes guerreras. (…) Por una maravillosa creación del genio esta fantástica visión de las walkyrias aparece realizada con una verdad y un colorido tales, que hacen de esta página (como se ha dicho muy justamente) una cosa única y sin precedentes en la historia del arte musical y del teatro. Jamás compositor alguno halló en su inspiración notas tan característicamente animadas, ni obra alguna orquestal nos dio esta incomparable riqueza de colorido. Todo el fragmento aparece «construido» sobre el ritmo persistente, y el toque de las walkyrias, que sirven de base á los arpegios y escalas de la cuerda y al canto estridente de las hijas de Wotan. Las voces, tan pronto aisladas como en grupos, van uniéndose en sus exclamaciones, interrumpidas por las risas de las vírgenes (que la orquesta subraya con cromáticas escalas descendentes), hasta llegar á un brioso conjunto en combinación de ocho partes reales, es decir, independientes, hecho con asombrosa maestría.” (E.L.Ch. op.cit., pp.148-150)

Apasionada descripción es la que nos hace Eduardo López Chavarri, a tono con lo descrito. Para contraste de opiniones (musicales, que es como opina este músico y musicólogo valenciano), disponemos de un enlace, precisamente, a la puesta en escena de la Fura dels Baus en el Palau de les Arts de Valencia.

Ocho partes reales”; pero son nueve las valquirias: “falta una: Brunilda. Las hermanas atisban ansiosas. Por fin, creen ver a lo lejos a la rezagada. (…) Con un jubiloso ¡hojotoho! las doncellas reunidas saludan a Brunilda que llega a raudo galope y parece seguir su loca carrera sin devolver el saludo. La tensión aumenta cuando las Valquirias se percatan que Brunilda no trae sobre su cabalgadura a un hombre muerto, sino a una mujer sin vida o desmayada.” (K.P. op.cit., pp.256, 260)

Brünnhilde explica a sus hermanas lo sucedido, pidiéndoles ayuda frente a Wotan que la persigue (“- ¡Decid! ¿Le veis ya? / - Estruendos de tormenta se acercan por el norte”). Sin embargo, sus hermanas rechazan desobedecer a Wotan (“Al padre profeso ciega obediencia”, contesta Helmwige, una de ellas).

Sieglinde, callada hasta entonces, se dirige a Brünnhilde explicando su falta de deseos de vivir (“¡Separada, Sigmundo, de ti, / prefiero la muerte!”). La calmada explicación de Sieglinda se ve contestada, mucho más animada por Brünnhilde (“¡Vive mujer, por imperio del amor! / Salva la prenda que de él recibiste. / ¡En tus entrañas crece un Wälsungo!”). “El instinto maternal se despierta en la mujer insensible á la muerte, y ahora, ¡poético rasgo!, pide amparo y protección á las implacables walkyrias” (E.L.Ch. op.cit., pág. 150) “¡Salvad a una madre!” pide Sieglinde.

Brünnhilde decide hacer frente a Wotan (“que desatará en mí su enojo”), mientras Sieglinde huye, sola, a un lugar en el que, aun peligroso, estará a salvo de Wotan: “A lo largo del Oeste / se extiende un bosque. / El tesoro de los Nibelungos / allí llevó y guardó Fafner. (…) Ese bosque, le proporcionará segura protección. / El poderoso lo evita / y del lugar siempre se aparta.”) [Fafner es uno de los gigantes a los que Wotan pagó con el anillo por la construcción del Walhalla]

Brünnhilde le da antes dos cosas importantes: los trozos de Notung, y el nombre del hijo (“¡Siegfried! a quien sonreirá el triunfo”). Durante la explicación de Brünnhilde de todo esto, “Siglinda se queda arrobada un instante, mientras vibra nuevamente el motivo de Sigfrido. (Es uno de esos momentos en los que resultan claras las intenciones de Wagner al hacer uso de la técnica de los motivos: faltan aún meses para el nacimiento de Sigfrido, la Valquiria todavía no ha dado su nombre al futuro héroe, pero el oyente entendido sabe que no se puede estar hablando sino de Sigfrido.) (…) En una melodía llena de entusiasmo y suprema felicidad, aun cuando no ya puramente terrenal” (K.P. op.cit., 286, 288): “¡En su dolor, Siglinda te bendice!”.

En tanto, la tempestad ha llegado; entre acordes furiosos aparece Wotan buscando á su hija. En vano tratan de ocultarla sus hermanas y en vano imploran su perdón. Wotan debe hacer cumplir las leyes eternas y castigar á quien se revolvió contra él.
Su sentencia es terrible: (…) condénala á no ser walkyria; á convertirse en mujer; á que sea de quien primero la encuentre. [Sus hermanas] invocan al dios en hermoso conjunto; pero es inútil su llanto, y Wotan las manda alejar de allí.
” (E.L.Ch. op.cit., pág. 152)

Entre lamentos acompañados por una orquesta muy agitada, escapan en medio de la tempestad que ha vuelto a arreciar, pero luego amaina poco a poco y cede lugar a un sereno crepúsculo: el motivo de la cabalgata de las Valquirias retomado nuevamente por la orquesta en pleno, en amplio despegue, se va extinguiendo de a poco. Al movimiento ondulante cada vez más quedo de los violines graves, se eleva con dolorosa queja el melancólico son del clarinete bajo. Wagner le da una nueva melodía lenta, ampulosa y suplicante. No encierra carácter de motivo, ya que no desempeña ninguna función como tal y en consecuencia, no sirve a una identificación, a la inducción de una remembranza. En cambio, tiene un fuerte significado pictórico, cual es la sombra crepuscular que se cierne sobre el peñasco de las Valquirias, solitario en ese momento en medio del libre paisaje montañoso bajo un dilatado firmamento. Es el drama de Wotan y Brunilda que se han quedado solos, conscientes del doloroso instante que les aguarda, la despedida definitiva.” (K.P. op.cit., pág. 312)

Siguiendo con la representación de Osaka en 1967, tenemos tres vídeos gentileza de wagnerianman.

En este primero, tras los aplausos correspondientes al Acto II, se inicia el Acto III con la cabalgata de las valquirias, como ya sabemos. Puede observarse que la escenografía es total y absolutamente distinta a la de la Fura del Baus (por cierto, el telón tarda un poco en subir, para permitir que la música vaya transmitiendo la intensidad de lo que poco después se verá sobre el escenario).

Tras la reunión de las valquirias y la llegada jadeante de Brünnhilde, diciendo que es Wotan quien la persigue, se inicia el segundo fragmento, en el que Brünnhilde explica lo ya comentado a sus hermanas, y se tiene la conversación entre Sieglinde y Brünnhilde (en particular, el anuncio del embarazo es en el minuto 3:56, y el ‘bautizo’ de Siegfried, en el 6:35, pudiéndose entender ahora, por lo ya explicado, el claro cambio en el tono musical de Sieglinde). Casi al final, previamente anunciado por una tonante voz, aparece Wotan.

El tercer fragmento nos permite ver cómo Wotan acusa a Brünnhilde, quien, inicialmente oculta entre sus hermanas, por lo que su padre le dice “¿Oyes que te acuso / y te ocultas temerosa, del que te hace cargos, / tratando, cobarde, de eludir el castigo?”, sale y se presenta ante él (“Aquí estoy, padre. / ¡Imponedme la pena!”). Wotan le expone su castigo, a pesar de las súplicas de las hermanas, a quienes advierte de que pueden correr la misma suerte: “Idos pronto, / de lo contrario, aquí os acechará la desgracia.

Y con el lento extinguir del motivo de la cabalgata de las valquirias, prácticamente acaba el fragmento, y sólo nos resta “el drama de Wotan y Brunilda que se han quedado solos”.

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