lunes, 2 de noviembre de 2009

Si no es por él...

El otro día comenté una colección de planos de ciudades muy prácticos, y mencioné el de Madrid. De éste, traigo un detalle del plano de la zona céntrica, junto al Palacio Real.

En este detalle podemos ver, justo encima de la Plaza de Oriente, en un lateral del trayecto que normalmente se seguiría para llegar al Convento de la Encarnación, quedando, por ello, un tanto relegados, los Jardines del Cabo Noval.

Como otros muchos nombres de los lugares de las ciudades, salvo para los vecinos más inmediatos, ya es una suerte que se sepa de su existencia; más aún saber del quién y del porqué del nombre.

Yo supe de la historia del cabo Noval, no por los libros de historia ni, mucho menos, porque lo explicaran en clase: lo supe por un tebeo, o cómic, como era la revista Trinca.

Entre otras series, como “Manos” Kelly y El Cid, el dibujante Antonio Hernández Palacios desarrollaba la titulada La paga del soldado, mediante la que ilustraba diversos hechos heroicos habidos en la milicia española. En concreto, en el número 46, del 15 de septiembre de 1972, relataba lo sucedido la noche del 28 de septiembre de 1909, es decir, hace un siglo, durante esa nueva guerra de Marruecos, más centrada entonces en El Rif y Melilla.

Esa noche no tenía por qué haber sucedido nada de especial, más allá de los nervios de unas guardias en puestos entre alambradas, ligeramente avanzados respecto a la posición principal. Cierta rutina, pues, en aguantar la imaginaria sin que nada suceda, y esperar el relevo; mientras, las rondas de los mandos para evitar distracciones y sustos.


Sin embargo, la posición se convirtió, sin quererlo ni esperarlo, en el objetivo de un ataque sorpresa. Los puestos avanzados se vieron obligados a replegarse hacia la posición, y entre ellos, el mando que se encontraba en plena ronda de inspección: el Cabo Noval.



Tras ayudar a unos soldados, se queda rezagado intentando cruzar la alambrada por otro lado. En el intento, es capturado. Sólo que en vez de ser hecho prisionero y como tal llevado a la retaguardia, se ve utilizado como “llave” para cruzar las líneas, al ser, lógicamente, conocedor del santo, seña y contraseña.

Así sucede, y tras el grito de “¿Quién vive?”, el cabo contesta con el ‘santo’ que esa noche y a él, correspondía gritar: “¡Fuego aquí amigos, que son los moros!”.

Y él fue el primero en caer bajo su propia orden.




En 1912, el Ayuntamiento de Madrid no parece que pusiera muchos problemas a que se erigiera el monumento, cuya importancia se refleja en que fue obra de Mariano Benlliure. En el monumento hay dos lápidas principales: en la peana, al frente, se puede leer “Iniciado por mujeres españolas, se eleva este monumento a la gloria del soldado Luis Noval. Patria, no olvides nunca a los que por ti mueren”; en la segunda, nos resumen lo sucedido, y que tuvo como recompensa la Cruz Laureada de San Fernando.

Es famoso el adagio latino de “Dulce et decorum est pro patria mori”. Pero, como acaba la historia gráfica, “aquel «si no es por él…» es, ellos lo saben bien, la mejor paga para el soldado”.

Así pues, quien se acerque por estos jardines, aunque sea un momento, puede recordar al Cabo Luis Noval y a todos los que, por su profesión o movilizados obligatoriamente, decidieron cumplir con su obligación moral más allá de lo que les exigía el deber.

Sobre todo ahora que los que rigen la Patria encuentran como primera obligación (inmoral), la de olvidar.

1 comentario:

  1. La primera obligación (inmoral) es la de olvidar para estos que rigen la patria, y la primera de nuestro flamante ejército es, al parecer, morir antes que matar. ¿Dónde vaaaamooos así?

    Pues a pesar de que les cogía el Trinca a mis hermanos mayores y me lo leía de cabo a rabo, no sé si esta historia pasaría por mis ojos para luego olvidarla o, simplemente, nunca la leí; pero lo cierto es que no tenía ni idea de quién era el cabo Noval. Gracias por ilustrarme :-)

    Saludos.

    S. Cid

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