martes, 5 de enero de 2010

Estas coincidencias... ¡son de cine!

Veamos si ha llegado para mí el momento de aclararme lo que me ocurre con el cine. El cine no me interesa, pero tampoco me distrae. Conozco a personas inteligentes que aceptan que el cine pueda no interesar como arte; ellos ni siquiera lo consideran como tal, pero les distrae, van al cine, como dicen, a distraerse, sin más. No sé si les envidio. ¿Qué hacen?, me pregunto. ¿Dejarse en la puerta su formación, su cultura, sus ideas, su gusto, y entrar allí limpios, no de polvo y paja, sino de grano, de sustancialidad, de espíritu? Más bien lo que hacen es dejar en la puerta a un apersona, la que son, y darle un empujoncito al ser infantil que llevamos dentro; infantil, pero deformado. Al cine no se puede ir más que con una mentalidad cinematográfica, que es la «espécimen» de mentalidad más anormal que haya podido prosperar; es una mentalidad de niño con todas las perversiones adultas o, al revés, una mentalidad adulta con todas las insuficiencias infantiles. Al cine se va a ver todo, sólo que sin el todo. Parece una ventana abierta, por fin, a la generosidad del mundo, peroa través de la cual todas las distancias y horizontes, los problemas universales y las inmortales inquietudes anímicas, se reduden a un esquematismo tan rudimentario que uno se entera de las cosas, en ocasiones de las grandes cosas de la vida, como si en lugar de relatárnoslas Schopenhauer, pongo por caso, nos las estuviera contando un vecino o aun en ocasiones, con toda la fruición y propiedad que queramos ponerle, nuestra portera.

Han sido éstos, días muy andariegos, en la tradicional demanda o búsqueda de objetos que reúnan unas características adecuadas para esta noche especial. Esta tarde he llegado a una esquina la cual, transmutada en un oportuno cruce de caminos, me permitió prescindir de la seguridad de la ruta en que estaba inmerso, y desafiar los peligros de un recorrido que me llevaría por delante de dos librerías de viejo.

Los resultados fueron los esperables: los reflejos sobre el cristal del escaparate de una de ellas no impidieron que alcanzara a ver un librillo pequeño, con un título que de tan provocador, hacía imperativa su consecución. El nombre del autor también ayudó en la decisión, de tal manera que al reintegrarme a la ruta original en el siguiente cruce de caminos, el zurrón llevaba una ligera carga, mientras que, por el contrario, era la bolsa la que se había aligerado.

Excepción hecha de la primera frase, no transcrita, el texto con que he iniciado esta anotación es el principio del ensayo que da título al librito así hallado, fechado en enero del año 55 del pasado siglo, terminado de imprimir “el 7 de diciembre de 1955 al cuidado del autor”.

Siguiendo con la provocación cinematográfica, precisamente ayer había llenado mi zurrón con dos películas… sí,… de cine… ¡español!

¡Ah, pero no de cine español cualquiera, no! De cine español… ¡de cuando España!

2 comentarios:

  1. Bueno, fiel a mi tradición, había dejado un nuevo plato para hoy y, llegado el momento, me he dado a su lectura con el fin de comentarlo luego. Sin embargo, debe de ser que hoy no es mi día. Tengo la mente vaya usted a saber dónde, don Posodo, y no ha entrado en ella nada de lo que usted escribió. Sin embargo, no me resisto a dejarle estas letras para decirle que esta tarde anduve por aquí.

    Saludos.

    S. Cid

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  2. Parece que esta mañana estoy más avispada y, vuelto a leer el texto, ha presentado éste otro cariz.

    Es curioso el parrafito sobre cine que introduce esta anotación. No sé si estoy totalmente de acuerdo con él o sólo en parte o... Reflexionaré al respecto cuando tenga un momentín, porque el contenido se presta a ello :-)

    Saludos matinales (eso sí, lluviosos y grisáceos)

    S. Cid

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