martes, 2 de marzo de 2010

De una sentada

Hace casi un año publiqué una anotación sobre los libros que no conseguíamos terminar.

Ayer recibí un correo de AbeBooks cuyo asunto era justo el contrario: los libros que no hemos podido dejar hasta conseguir finalizarlos.

Curiosamente, la introducción del correo hace referencia a otro correo sobre aquellos libros que no conseguíamos terminar, correo que no recuerdo, pues mi anotación la motivó un artículo en The Wall Street Journal.

El correo remitía a un articulito de Beth Carswell titulado Two Sitting Reads.

La verdad es que es realmente comprensible, nos hace ser totalmente solidarios, esa situación descrita por ella, viviendo la impaciencia por continuar la lectura, dejada unas horas antes:

I’ve spent days at work, watching the clock, anxiously drumming my fingers on my desk and feeling desperately, perversely afraid that somehow, the characters in the book are going on without me, and I’m missing out on the action. Fortunately, they’ve all stayed right where I left them, to date.

Aunque el colmo es anular citas para poder seguir leyendo un libro.

Habla, entre otros libros con los que ha tenido esta experiencia, de El hobbit, Matar un ruiseñor o La carretera, de los cuáles sólo he leído el primero, he visto la (gran) película del segundo (cine del de antes), y tengo esperando el tercero.

Finaliza el artículo con una lista de 25 libros que parecen tener el honor de haber sido los más leídos de una (o dos) sentadas. Como esta anotación no versa sobre los leídos o no, sino sobre los libros leídos “de una sentada”, vamos con ellos (o casi).

En el puesto vigésimo tercero figura Agatha Christie con una obra con dos títulos, el políticamente correcto, que es el que figura en la lista, y el incorrecto, es decir Diez negritos.

En este caso no hay, por mi parte, mayor mérito por haberlos leído de una sentada, pues recuerdo un verano, estudiando aún el bachillerato (versión BUP), en que a falta de otras actividades literalmente devoraba las novelas de esta buena mujer, con lo que, lamento decirlo, acabé con una cierta mezcla de casos, situaciones y asesinos. Se salvaron del caos unas pocas obras, ésta, naturalmente, entre ellas. Pero sobre esta mujer, o cierta obra de ella, hablaremos en breve.

Pasamos ahora al quinto de la lista, Fundación, de Isaac Asimov. Este libro fue mi regalo de cumpleaños de hace treinta años. Tres semanas después me hice con la continuación Fundación e Imperio, y pocos días después, los Reyes Magos me obsequiaron con el tercer título de la serie, Segunda Fundación.

Estas novelas, escritas en 1951, 1952 y 1953, fueron agraciadas, conjuntamente, como serie, con el premio Hugo a la mejor serie en el año 1966, año en que se instauró el premio; es decir, “la mejor serie de SF hasta entonces escrita”, según escribía Carlo Fabretti en el prólogo a la primera novela de la serie, en la edición de Bruguera, en su colección Libro Amigo.

Treinta años después (bueno, veintinueve), Isaac Asimov publicaba la continuación de su Trilogía: Los límites de la Fundación, libro que se convirtió en mi regalo de cumpleaños (aunque adelantado dos días), cuatro años después del de Fundación.

Aunque no recuerdo ahora si efectivamente fuí absorbido por las novelas originales de la serie, de ésta sí recuerdo que lo empecé a leer al irme a la cama, y apagaba la luz, una vez terminado de leer, sobre las cinco de la mañana (es decir, más que de una sentada, fue de una reclinada).

Y cuando lo acabé, leí:

FIN
(por ahora)


Pues, por ahora, ya está finalizada la anotación. Ahora es el turno, si alguien se arranca, de los comentarios.

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