lunes, 31 de mayo de 2010

Una “larga carrera de maldad”

Beth Hamishpath, audiencia pública, estas palabras que el ujier gritó a todo pulmón, para anunciar la llegada de los tres magistrados, nos impulsaron a ponernos en pie de un salto, en el mismo instante en que los jueces, con la cabeza descubierta, ataviados con negras togas, penetraron por una puerta lateral en la sala y se sentaron tras la mesa situada en el alto estrado.

Hace 50 años, el 23 de mayo de 1960, el gobierno de Israel anunciaba que, tras quince años de investigaciones, el 11 de mayo anterior se había localizado en Argentina al Teniente Coronel de las SS, y responsable de numerosas actuaciones en relación con el Holocausto, Adolf Eichmann.

Cuando se hizo pública la noticia, el asombro del mundo no fue tanto porque todavía hubiera importantes actores del Holocausto en libertad, como por el hecho de que en ese momento ya se encontrara Eichmann en Jerusalén.

Éste es el título de la obra que recoge los numerosos aspectos que rodearon al juicio al que Eichmann fue sometido ante el tribunal del distrito de Jerusalén a partir del 11 de abril de 1961; obra que se inicia con el párrafo con que he comenzado esta anotación. La autora de esta obra es Hannah Arendt.

El 14 de agosto finalizó la vista, y cuatro meses después, el 11 de diciembre, se iniciaba la lectura de la sentencia, lo que requirió de dos días. “El 15 de diciembre de 1961, viernes, a las nueve de la mañana, se dictó el fallo de pena de muerte.

La sentencia no era firme, y el Tribunal Supremo de Israel la revisó a finales de marzo de 1962. “El 29 de mayo de 1962, se leyó la sentencia (…) Confirmaba tajantemente la sentencia recurrida, en todos sus extremos.

El mismo día 29 de mayo, Itzhak Ben-Zvi, presidente de Israel, recibió la petición de clemencia de Eichmann (…) El presidente de Israel también recibió centenares de cartas y telegramas procedentes de todos los rincones del mundo, en solicitud de clemencia. Entre los más destacados remitentes se contaba la Conferencia Central de Rabís de América, los representantes del Judaísmo Reformado de dicho país, y un grupo de profesores de la Universidad Hebrea de Jerusalén, encabezados por Martin Buber, quien desde un principio se había opuesto a la celebración del juicio (…) Ben-Zvi denegó todas las peticiones de clemencia, el día 31 de mayo (…) Pocas horas después, el mismo día –jueves–, cuando faltaba poco para la medianoche, Eichmann fue ahorcado, su cuerpo incinerado y sus cenizas arrojadas al Mediterráneo, fuera de las aguas jurisdiccionales israelitas.

Gracias a The Christian Almanac me entero de esta efemérides, lo cual me ha impulsado a localizar en casa el libro de Hannah Arendt, hojearlo y escribir esta anotación.

Por lo que he hojeado, hubo varias cosas que se pudieron mejorar en el juicio, pero la cuestión fundamental es que hubo un juicio, fue acusado, ante lo que ejerció su derecho a una defensa. La sentencia, puede decirse, estaba tan clara desde un principio como las actuaciones de Adolf Eichmann, pero también estaba clara la sentencia dictada contra Goering, por ejemplo, quince años antes, y a pocos les parece mal.

Voy a comenzar a leer el libro en un par de días, y ya iré trayendo a estas páginas aquello que en mi opinión sea interesante compartir.

Actualización: En el tiempo que he tardado en depurar esta anotación no puede decirse que no hayamos sabido de Israel ni, lamentablemente, de un pujante antisemitismo. Pero ya lo comentaré en unos días.

Créditos:
Portada y transcripción, según traducción de Carlos Ribalta, de Eichmann en Jerusalén, de Hannah Arendt, en edición de DeBOLS!LLO (pp. 13, 361, 362 y 363-364)

domingo, 30 de mayo de 2010

Ra(y/ll)ando la bandera

Hoy se celebra la festividad de San Fernando, rey de España, como se decía hace un tiempo, pues aunque lo fuera de Castilla (debido al fatídico año 711), entonces, como antes de entonces, y durante mucho tiempo después, los que sabían, sabían que estaban en y eran de España.

No sé desde cuándo, coincidiendo con esta festividad litúrgica, se celebra el España el Día de las Fuerzas Armadas, pues aunque con este nombre seguro que se llama, al menos, desde 1979, ya se celebraban en Madrid los desfiles militares desde bastante antes (tras la Transición y las primeras elecciones, la sede del desfile comenzó una itinerancia por las distintas Capitanías Militares, y así, en 1980, se realizó en Valencia, sede de la III).

Justo estos días, en el archivo de prensa de que dispongo (o sea, en el montón de recortes de periódicos que tengo en casa, como ya dije en otro momento que ahora no recuerdo), me encuentro el recorte de esta viñeta de El Roto, publicada en El País el 10 de mayo de 2007.

«¡Juro que no tengo nada que ver con los que me agitan!»

La “gracia” del texto, supongo, pretende ser una clara división entre la bandera de España (se supone) y quienes la exhiben («agitan», dice la frase, eligiendo la palabra para incorporar una carga peyorativa a la acción).

Naturalmente, el problema estriba en que el dibujante no está de acuerdo con quienes no tienen problemas con que se les vea con una bandera de España. Porque, como todo el mundo sabe, la bandera de España sólo debe mostrarse en un sitio.

Todo lo demás es política reaccionaria. Y hasta ahí podíamos llegar. Tal vez por eso, el dibujante, ni siquiera sabe dibujar la bandera de España, pues las franjas no son iguales, la amarilla es el doble que cada una de las rojas (sí es igual la superficie de cada color; sí son iguales las franjas de esa otra bandera que, por eso y por los colores, sí es in- y anti-constitucional – tal vez un lapsus graphicae, ¿no?).


Y si alguien no entiende este sencillo problema gráfico, lo ilustraremos con una fotografía (cuyo origen es el mismo, precisamente, del disgusto del dibujante, aunque separados unos meses).

Créditos:
Fotografía de la estatua de Fernando III, en la Plaza Nueva de Sevilla, tomada de la Wikipedia.
Viñeta de El Roto, publicada en El País el 10 de mayo de 2007.
Fotografía de la manifestación contra la negociación con los terroristas, ya en Colón, celebrada en Madrid el 24 de noviembre de 2007, del autor.

sábado, 29 de mayo de 2010

Aleo e poli!

Constantino Dragases supo que el momento había llegado. El sueño acariaciado durante su corto reinado –cuatro años, cuatro meses y veinticuatro días– tocaba a su fin. Y ya no habría espacio para el arte, la retórica, la ciencia y el esplendor del futuro. La llama temblaba, indefensa en el pábilo del destino, esperando el soplo helado del olvido y la llegada de la oscuridad.
- Esto es el final… –murmuró. Sus ojos ya sólo veían las barahúndas que baría los muros de defensores. Caían por docenas. Ondeaban las enseñas del sultán y atronaban las voces de los infieles arrogándose la victoria. Todo estaba perdido.
- Sí, es el fin. Parece que Dios así lo quiere – afirmó Teófilo Paleólogo, que se había unido a su primo, a Juan Dálmata y a don Francisco de Toledo en la hora postrera.
- No quiero ser capturado vivo. No quiero darle ese placer al sultán… –aseguró el emperador, volviéndose hacia sus amigos–. ¡desenvainad y dadme muerte: una muerte rápida y honrosa!
Teófilo, Juan y don Francisco se miraron consternados.
(…)
Encaró entonces el emperador a don Francisco y le tomó la mano, llevándola hasta el pomo de su toledana y rogando que fuera él quien acabara con su vida.
- Señor, soy cristiano viejo e hidalgo castellano. Pedidme lo que queráis pero no eso… –contestó con dignidad–. Sólo hay algo en esta hora infausta que sí puedo hacer por vos. Será para mí todo un honor morir peleando a vuestro lado.
Y le dirigió una mirada noble y y llena de fiero convencimiento a la que se sumaron los otros dos con férrea determinación.
- Sea pues, caballeros… –aceptó Constantino. Y diciendo eso comenzó a desprenderse del broche de oro que engarzaba su capa y de todos los distintivos que delataban su alto rango.
El águila bicéfela cayó al suelo.
- ¿Qué hacéis, majestad? –preguntó incrédulo Teófilo.
- Ya no hay Imperio, Teófilo; tampoco emperador… –declaró resuelto– Si he de morir quiero hacerlo como un soldado más, como un romano.
El peribolus estaba infestado de turcos, la brecha ya no era defendida; sólo quedaba el cuerpo a cuerpo salvaje, mantenido por unos pocos centenares de griegos dispuestos al sacrificio.
- Cuando gustéis, caballeros… –anunció Constantino despidiéndose–. Ha sido un privilegio conoceros y lo será aún más acabar en vuestra compañía.
Desenvainaron las espadas y las dagas y se dirigieron una última mirada de amistad y profunda gratitud. Luego caminaron hacia los últimos reductos mantenidos por la defensa, seguidos de cerca por una docena de soldados.
Cargaron con incontenible furia.
Y entraron en la leyenda.


Créditos:
Título (la ciudad está perdida), tomado del inicio de la anotación correspondiente al 29 de mayo de la novela El ángel sombrío de Mika Waltari.

Transcripción parcial (pp. 364-365) del capítulo 46 La leyenda, de la novela Las lágrimas de Karseb. Constantinopla, 1453, obra de Julio Murillo Llerda, editada por mr-ediciones (novela finalista del Premio de novela histórica Alfonso X el Sabio de 2005).

Imagen de Constantino XI Paleólogo Dragases, tomada de la Wikipedia.

Portada del número 32 de la revista Trinca, en el que se recoge la historieta La caída de Constantinopla.

viernes, 28 de mayo de 2010

... missa est.

Cabalgamos juntos hacia la iglesia. El día se desvanecía tras el campamento turco derramando el último destello sangriento sobre las verdes cúpulas de las iglesias. El emperador Constantino llegó al gran edificio en compañía de todos sus cortesanos, senadores y arcontes, en el orden prescrito por el ceremonial, y cada uno ataviado con las galas acordes a su respectivo rango y cargo. Sin que nadie me lo dijese supe que era la última vez que una sentenciada Bizancio se congregaba para ofrecerse a la muerte.
El bailío venceciano, el Consejo de los Doce y los nobles venecianos se hallaban vestidos también de ceremonial. Los que vinieron de los baluartes llevaban reluciente coraza en vez de las sedas y rasos. Los oficiales de Giustiniani se agrupaban alrededor de éste. Luego vinieron los griegos de Constantinopla en masa para colmar la santa iglesia de Justiniano. En esta hora póstuma acudieron también varios centenares de sacerdotes y monjes, desafiando la interdicción. En presencia de la muerte, toda querella, recelo y odio desaparecía. Todos por igual inclinaban la cabeza ante el inescrutable misterio y de acuerdo con su propia conciencia.
Cientos de velas ardían produciendo una luz tan brillante como la del día. Dulces, aunque poderosas e inefablemente tristes, las efigies de mosaico tendían su mirada desde las áureas paredes. Cuando los himnos sagrados se elevaron al cielo en inmaculada y angélica armonía, hasta los abotargados ojos de Giustiniani se llenaron de lágrimas, que él procedió a secar con ambas manos. Muchos hombres sollozaban.
ardían En presencia de todos nosotros, el emperador confesó sus pecados con palabras que los siglos han santificado. Los latinos se unieron a él en sus plegarias. El Credo fue recitado por el Metropolitano griego, quien omitió las ofensivas palabras «en su único Hijo». El obispo Leonardo repitió el Credo para los latinos. Los griegos en ningún momento mencionaron al papa en sus oraciones. Los latinos, por el contrario, lo incluyeron en ellas. Pero esa noche a nadie parecía molestarle tales diferencias. Todos procedían por acuerdo tácito.
Había tanta gente el el templo que el pan no alcanzaba para todos. Pero cada uno compartió con su vecino el trozo recibido, de forma que todos pudieron conseguir al menos una migaja del sagrado Cuerpo de Cristo. Que el pan tuviese o no tuviese levadura, poco improtaba ahora.
Durante el oficio, que duró varias horas, todos nos hallábamos embargados por un éxtasis intenso, el más maravilloso de cuantos conocí en iglesia alguna.


Créditos:
Transcripción parcial, según traducción de J.A. González, de la anotación correspondiente al día 28 de mayo, de El ángel sombrío, de Mika Waltari, en edición de Círculo de Lectores. (pp. 345-347)

Viñetas que ilustran el momento de los oficios religiosos del 28 de mayo de 1453, de La caída de Constantinopla, historieta de Toppi publicada en la revista Trinca, en su número 32, de 15 de febrero de 1972.

Ite,...

En el ya conocido The Christian Almanac, de George Grant y Gregory Wilbur, figura como una de las efemérides del día que, ocurriendo el sitio de Constantinopla por los turcos de Mehmed II, “the last Christian service was held in the great domed cathedral Hagia Sophia in Constantinople”.

Aquel lunes, conscientes de que el desenlace se avecinaba, soldados y ciudadanos olvidaron sus rencillas. Mientras los hombres de las murallas proseguían los trabajos de reparación de las deterioradas defensas, se formó una gran procesión. En contraste con el silencio del campo turco, en Constantinopla tocaban las campanas de las iglesias y sonaban los tambores de madera mientras los iconos y reliquias eran sacados a hombros de los fieles y llevados a través de las calles y por todo el perímetro de las murallas deteniéndose para bendecir con su santa presencia los lugares donde los desperfectos eran mayores y el peligro más amenazador; y el tropel de gente que los seguía, griegos e italianos, ortodoxos y católicos, cantaban himnos y repetían el Kyrie eleison. El emperador en persona se unió a ellos en la procesión (…).
El día tocaba a su fin. Tropeles de gente se trasladaban ya hacia la gran iglesia de Santa Sofía. Durante los últimos cinco meses ningún piadoso griego había franqueado sus puertas para asistir a la sagrada liturgia profanada por latinos y renegados. Pero esa tarde había terminado el enfrentamiento. Ningún ciudadano, salvo los soldados de las murallas, dejó de asistir a esa petición de intercesión. Los sacerdotes que habían sostenido que la unión con roma era un pecado mortal, acudieron ahora al altar a oficiar con sus hermanos unionistas. También estaba presenteel cardenal y, tras él, los obispos que nunca reconocieron su autoridad. Todos los fieles se confesaron y recibieron la comunión, sin preocuparse de si la administraban ortodoxos o católicos. Asimismo, junto con los griegos había italianos y catalanes. Los mosaicos dorados, representando imágenes de Cristo y de sus santos, de los emperadores y emperatrices de Bizancio, refulgían a la luz de las mil lámparas y cirios, y debajo de ellos, por última vez, los sacerdotes con sus magníficos ornamentos evolucionaban al ritmo solemne de la liturgia. En este momento hubo unión en la Iglesia de Constantinopla.


Créditos:
Transcripción parcial de la reseña de The Christian Almanac correspondiente al 28 de mayo de 1453.

Transcripión parcial (pp.232-234) del capítulo IX Los últimos días de Bizancio, según traducción de Panteleimón Zarín, de La caída de Constantinopla 1453, obra de Sir Steven Runciman, editada por Reino de Redonda.

Sección de la iglesia de Santa Sofía, tomada de la 2ª edición de Las Iglesias Cristianas, de José Luis Vázquez Borau, publicada por San Pablo.

jueves, 27 de mayo de 2010

¿Libre? Con más de uno




Este fin de semana, aunque no llueva, empieza en Madrid la Feria del Libro, en su edición sexagesimonovena.






Ya es momento, por parte de quien pueda pasarse por ahí, de resolver el problema que nos ilustró, hace años, Tono, en las páginas de La Codorniz.

Créditos:
Cartel de la 69ª Feria del Libro de Madrid.

Dibujo de Tono, en las páginas de La Codorniz, tomado de La Codorniz. Antología (1941-1978), editado por EDAF.

miércoles, 26 de mayo de 2010

«¿No sufrimos en invierno y en verano el mismo frío y el mismo calor que los cristianos?»

Un 26 de mayo de 1948, a su llegada a Nueva York para, como casi cinco meses antes, pedir la colaboración económica de la comunidad judía estadounidense, aunque esta vez para soportar la posición del recién constituido Estado de Israel, defendiendo su propia existencia tras la agresión árabe, más (des)conocida como la primera guerra árabe-israelí; a su llegada, digo, saludaba a la prensa, así de resignada, Golda Meir.

Es muy posible que Golda Meir tuviera plena confianza en un satisfactorio resultado de dicho conflicto; no creo que tuviera tanta confianza en que 22 años después, con tres guerras (victoriosas) en total, estuviera hablando ante el Parlamento israelí, en calidad de Primer Ministro.

Hace pues, cuarenta años de ese discurso, en el cual además de otras cuestiones que ya tendrán oportunidad de llegar a estas páginas, también habló, nuevamente, de economía:
Nuestras victorias en las tres guerras, nuestra sólida postura militar durante los tres periodos intermedios que, en comparación, ha sido de tranquilidad, así como en estos días presentes de dificultades, nunca se hubieran alcanzado sin una economía de bases firmes, un soldado y un ciudadano civil con un alto nivel cultural, un trabajador con un alto nivel tecnológico en cada una de las ramas de actividad. Eso se lo debemos a un rápido desarrollo económico sin precedentes y a una expansión que ha hecho que el Producto Interior Bruto del pequeño Israel sea casi igual al de Egipto, que tiene una población diez veces mayor que la nuestra o más. Debemos, por medio de todas las medidas que sean necesarias, manrtener esa ventaja (…).
Debemos, por tanto, en aras del interés nacional, esforzarnos al máximo y estar dispuestos a hacer todos los sacrificios exigibles para solucionar el problema del déficit comercial. Lo que significa que debemos restringir también el crecimiento de las importaciones, sobre todo de aquéllas destinadas al consumo privado y público que no tengan que ver con la seguridad. El nivel de vida ha aumentado en los últimos 13 años en más del 25%: en este periodo de emergencia, nuestros esfuerzos por economizar deben estar reflejados en congelar un nivel de vida que puede que haya subido de forma demasiado vertiginosa.
Una de las reducciones inevitables es recortar el presupuesto del Estado y gravar a la población con impuestos, cargas y créditos obligatorios en una escala no pequeña. Esta medida se tomó tan sólo en las últimas semanas y confiamos en que surtirá el efecto deseado y suficiente. Si no es así, si resulta que las importaciones que no se han frenado lo bastante o las exportaciones no han aumentado lo suficiente, si resulta que el consumo sigue aumentando y el déficit sigue hinchándose, no rehuiremos tomas otras medidas (…).
Nuestros objetivos económicos distan mucho de ser fáciles de alcanzar. El actual desarrollo de la economía, la absorción de los recién llegados y el enorme gasto en defensa suponen un desafío mayor del que podríamos afrontar solos. Nos sentimos profundamente agradecidos, por tanto, por la incondicional cooperación que hemos recibido del mundo judío y la ayuda prestada por las naciones amigas. Creo que podemos seguir confiando en esa ayuda, pero, por razones tanto prácticas como de índole moral, no podemos pedir a otros si antes nosotros no cumplimos con nuestra parte. Por tanto debemos ajustar nuestro estilo de vida a lo que dicta el objetivo nacional primordial: en todo aquello que tiene que ver con salarios, ingresos, consumo, ahorros, productividad, esfuerzo personal y desembolso, cada uno de nosotros debe desempeñar el papel que le corresponde



Créditos:
Fotografías y transcripción del texto según traducción de Ricardo Simpson, del discurso “La consecución de la paz” pronunciado en Jerusalén el 26 de mayo de 1970 ante el Parlamento israelí, tomados de Golda Meir, editado en 2008 en la colección Las voces de la democracia. Así hablan los grandes políticos, de la Biblioteca El Mundo.

martes, 25 de mayo de 2010

Comiéndonos el coco

El otro día, al querer hacer una búsqueda en internet utilizando Google, me encontré que su logo, siguiendo una tradición de la página de homenajear algo especial del día, recordaba el comecocos, juego de otra época. Me fijé que los muñequitos se movían, pero no le hice mayor caso.

Hoy me he enterado de que el logo permitía jugar (de ahí que se movieran los muñequitos, supongo). Me entero también de que esa opción que Google ofreció fue bastante utilizada, tanto como para que, según estimaciones, alguien haya acabado diciendo que “El comecocos de Google hizo perder casi 5 millones de horas de trabajo”.

En la noticia hablan de no sé cuántas cantidades, y mencionan como día de autos, el 23 de mayo. Efectivamente, ese día fue cuando yo vi el logo en cuestión.

Lo que me hace pensar en que, efectivamente, así es como se levanta España: perdiendo las horas de trabajo que hagan falta… un domingo.

Sí, la verdad es que hay quien se come el coco…

Créditos:
Logo de Google, recordando el juego del Comecocos, del día 23 de mayo de 2010.

lunes, 24 de mayo de 2010

(L)levando música.

En la “ciudad vieja” de Valencia, en el barrio de Seu-Xerea, existe una calle bautizada como homenaje a un notable hijo de la ciudad. No diremos que el homenajeado es famoso por ser ‘el hermano de’, aunque ella también tiene una calle con su nombre, e incluso hay un edificio en ésta que lleva por nombre el apellido paterno de ambos hermanos.

Lamentablemente, en el mejor de los casos, José Iturbi es conocido, por el común de los mortales, por ser protagonista en una película tan poco valenciana como Levando anclas, donde hace el papel del famoso pianista y director de orquesta… José Iturbi.



A pesar de todo, Valencia le reconoció no sólo con el nombre de una calle, sino también de un modo más ‘profesional’: bautizó el Conservatorio Municipal con su nombre.





No sé si siempre estuvo ahí, o antes se había encontrado instalado en otro lugar, pero la ubicación que siempre he conocido ha sido la del pequeño edificio en la Avenida del Puerto, al principio de la misma, a la derecha.

El edificio ya no es la sede del Conservatorio (de hecho, creo que ya ni siquiera es municipal), pues ahora luce en otro más reciente, no muy lejos de él, en la ‘nueva gran zona de expansión’ de la Ciudad, es decir, la zona de la Avenida de Francia.

El edificio en cuestión fue construido como una carga urbanística (en la época en que no había problemas para ello) del desarrollo de la antedicha zona (además de que un colegio, un puente, financiación para otro, un par de tramos del Jardín del Turia, y financiación para enterrar el ferrocarril… un año de éstos). Una utilidad sobrevenida del edificio es ser un colegio electoral, en concreto, el mío (pero eso no es mérito del edificio).

Lo que no sé es cómo aprendería inglés José Iturbi. Si sé que mi hermano está, como se decía antes, tomando clases de inglés, en la modalidad de conversación. Cosa que también tiene su utilidad para quienes no asistimos al curso.

En particular, yo he podido aprovechar dichas clases para asistir a un concierto en el Palau de la Música… gracias a una entrada que mi hermano no ha podido utilizar.

Muchas thankyous.

Créditos:
Fotografías de la placa de la calle José Iturbi (aunque con Y), del antiguo y del actual Conservatorio Municipal “José Iturbi”, y del Palau de la Música, en Valencia, marzo la primera, y mayo el resto, de 2010, del autor.

domingo, 23 de mayo de 2010

Arre, caballito…

Hace dos semanas me acerqué con mis hijos a dar un paseo en la zona del Jardín del Turia que se había habilitado para la celebración del Global Champions Tour (que como es costumbre, resulta ser, también, ‘la Fórmula 1’, en este caso, de los caballos).

Como se puede uno imaginar, no fui nada original con esta idea, por lo que nos encontramos un cierto agobio de gente. En consecuencia, vimos la zona de “cuadras” y aparcamientos de los transportes, y poco más.



Pudimos también apreciar la tranquilidad de los caballos, mientras descansaban, o mientras entaban disfrutando de una refrescante ducha.



Lo que no pudimos ver fue a ciertos famosos jinetes, que curiosamente, en la relación figuran juntos. Una, suspendió su participación por motivos conocidos, y al otro, en realidad no lo conozco, por lo que no sé si lo vimos o no.

Lo que sí vimos, y sufrimos, fueron los fallos de la implantación de las instalaciones. Vale que los cabalos sean seres vivos y haya que asumirlo (pero también hay que disponer de gente para recogerlo), pero lo que sí se puede pensar es que si los caballos se duchas en lo alto de una talud, el agua, en virtud de la todavía vigente ley de la gravedad, discurrirá hacia abajo, justo la zona de paso del público, e incluso, contra una fuente bebedero, totalmente inutilizada por accesibilidad… y lógica prudencia.



Al regresar a casa pasamos por un chaflán que hacía tiempo no veía, y me di cuenta de que el bajo en cuestión ya no estaba ocupado por quien yo conocía. Supongo que todo será cosa de la economía y demás, pero tiene su gracia que justo el día de un paseo a una actividad hípica me entere de que, cerca de ahí, ha cerrado Porcelanosa.

Por cierto, por si alguien estuviera interesado, había un corralito donde se mostraban las ventajas de la hipoterapia.

Nota: el caso es que me viene a la cabeza que en el ajedrez, la única pieza contra la que no cabe defensa mediante interposición de una pieza propia, es el caballo: o huyes o lo capturas. ¡Qué cosas tiene la mente humana!

Créditos:
Logo y extracto de la relación de jinetes participantes, tomados de la página oficial de Global Champions Tour.

Fotografías de la zona habilitada y del bajo cercano, en Valencia, mayo de 2010, del autor.

sábado, 22 de mayo de 2010

Lo elemental del misterio es la sabiduría

En el viaje a Berlín de este enero pasado, pudimos ver un gran cartel donde se anunciaba el estreno, la semana siguiente, de una película que ya llevaba estrenada una semana en España. No le hice foto al cartel (o no la encuentro), por lo que tengo que recurrir a uno localizado en el mundo de internet. Como se puede ver, la película era Sherlock Holmes.

El pasado año recordé en una anotación con esta fecha el sesquicentenario del nacimiento de Sir Arthur Conan Doyle, famoso, principalmente y a pesar suyo, por ser, quien nos dejó la figura literaria de Sherlock Holmes. Seguro que la película no se realizó como consecuencia de mi anotación, aunque no sé si el origen sería el mismo, la celebración del sesquicentenario.

Por mi parte, el aniversario lo celebré leyendo, pues ya comenté en esa misma anotación la feliz coincidencia de que en esa fecha finalizaba la lectura de Elemental, querido Chaplin, obra de Rafael Marín.

Una sombra se recortó contra los visillos, ya sin disfraz: una cabeza perfectamente cincelada, la nariz aguileña, el esbozo de una pipa en los labios. La sombra se movió y se llevó algo a la barbilla. Un violín, supe en seguida, porque tras unos instantes nos llegó el sonido de los acordes de una melodía que luego he identificado con El trino del diablo.
- Trabajo para el señor Sherlock Holmes, Charlie –confesó mi hermano Syd– Soy uno de los Irregulares de Baker Street. Y ahora tú también lo eres, supongo.
” (pág. 28)

Efectivamente, se trataba de un violín, el cual figuraba entre los elementos constituyentes de la descripción que el abogado Rumbelow le hizo a la Señora Hudson, mientras le comentaba la opción de empleo de que tenía conocimiento.

El puesto que tengo en mente está relacionado con dos caballeros, médicos si se les puede llamar así, que se han hecho recientemente con un apartamento en Baker Street. He tenido la suerte de ocuparme del contrato de la… eh… transacción. Eso sí, señora Hudson, de entrada debo advertirle que su trabajo sería muy distinto del que está acostumbrada a desempeñar. No se trata más que de unas cuantas estancias ocupadas por un par de caballeros que precisan de un ama de llaves para mantener su pequeña residencia en orden. Los señores cenarán fuera la mayoría de las veces, pero no habría una cocinera que pudiera atender sus necesidades a la hora del desayuno o el almuerzo. Me temo que ese tipo de cuestiones recaerían sobre el ama de llaves o la persona que tuviera a su cargo.
Huelga decir, señora Hudson, que soy plenamente consciente de que una colocación de semejante naturaleza dista mucho de los puestos a los que está acostumbrada. Muchísimo, ya lo creo. Pero, para serle sincero, los caballeros de los que le hablo se distinguen sobremanera de los caballeros convencionales para los que está acostumbrada a trabajar. Ciertas necesidades de su entorno doméstico se alejan mucho de la ortodoxia habitual. Muchísimo, ya lo creo. Uno de los caballeros mencionó que el ama de llaves que buscaba no debía tener aversión a la sangre.
(…)
- Lo que no quiere decir –se apresuró a añadir el abogado– que haya el menor rastro de morbosidad con respecto a los caballeros en cuestión. Ambos cuentan con unas referencias impecables. De hecho, uno de ellos se ha cubierto de gloria no hace mucho en Afganistán. El caso es que estos caballeros se muestran reacios a mudarse a su nueva residencia sin contar antes con un ama de llaves, y encontrar una que satisfaga sus necesidades no está resultando nada fácil. Nada fácil, ciertamente.(…)
- ¿Qué más, señor?
- Creo recordar que se mencionó algo de huesos. Y de varios órganos, pero se me garantizó que siempre se hallarían debidamente guardados en frascos. Y también de ciertos artilugios procedentes del extranjero que a ojos de nuestra sociedad actual podrían considerarse un tanto morbosos. Uno de los caballeros comentó que podrían recibir asimismo la visita de individuos de toda clase a horas intempestivas, por no hablar de los experimentos de naturaleza química que realizarían. Puede que también toquen el violín, creo recordar. Pero ante todo, los caballeros hicieron especial hincapié en la necesidad de dar con una mente racional y perspicaz.
(…)
- Muy bien, señor Rumbelow. Puede informar al señor Sherlock Holmes de que tiene mi permiso para venir a verme.
” (pp. 17-20)

Como puede observarse, tras una enumeración de extrañas circunstancias en el domicilio, el abogado, muy sutilmente, finaliza culminando la descripción con el tema del violín. Lo que ya no se observa en esta transcripción parcial es que la señora Hudson hace referencia a Sherlock Holmes sin que el abogado haya mencionado en ningún momento su nombre… El caso fue que la señora Hudson se convirtió en el ama de llaves del señor Holmes y del señor Watson, y que su intervención en un difícil caso de estas personas la pude leer el pasado julio.

Finalizando el año del sesquicentenario, leí Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos, de Rodolfo Martínez, de cuyo conocimiento supe gracias al prólogo de Rafael Marín en su novela. De esta manera, cerraba un círculo, pues en las páginas finales de su obra (en realidad una edición que incluye la novela del título y dos más), Rodolfo Martínez nos dice:
Termino abusando un poco más de su paciencia y de la generosidad de Rafael Marín, citando parte del prólogo de su trabajo holmesiano. Sus palabras me han parecido tan precisas, clarificadoras y rotundas que no he podido por menos que pedírselas prestadas:
«Son pocos los que saben o son capaces de aceptar que Sherlock Holmes no es un personaje de ficción, sino un caso extraordinario de ser humano excepcional, una leyenda cuya propia magnitud nos hace considerarlo un ente imaginario. El grupo de los Irregulares de Baker Street, al que tal vez el propio Rodolfo Martínez pertenece, es bien consciente de ello, y a modo de sociedad secreta se dedica todavía hoy a desenmarañar los casos del detective que no fueron hechos públicos en su día por su biógrafo y albacea el doctor John Watson. Por comodidad, el resto del mundo prefiere creer que Sherlock Holmes, su adláter y su entorno son fabulaciones de ese otro doctor en medicina aficionado a las hadas, sir Arthur Conan Doyle, quien también dio a conocer el primero de los mundos perdidos.»
Por supuesto, queridos lectores, nosotros (ustedes y yo) somos esos pocos de los que habla Marín.
” (pág. 220)

Bueno, y también el tal Charlie del principio: Charlie Chaplin.

Créditos:
Cartel de la película Sherlock Holmes.

Portada de La Sra. Hudson y el misterio de los espíritus, de Martin Davies, editado por Lumen en su colección Lumen narrativa, y transcripción de la misma según traducción de Ángeles Leyva.

Portada de Elemental, querido Chaplin, de Rafael Martín, editado por Minotauro, en su colección Ucronía, y transcripción de la misma.

Portada de Sherlock Holmes y la sabiduría de los muertos, de Rodolfo Martínez, editado por Bibliópolis, en su colección Bibliópolis fantástica, y transcripción de la misma.

Fotografía de The Sherlock Holmes Museum, en 221b Baker Street, en Londres, de octubre de 2006, del autor.

viernes, 21 de mayo de 2010

Cosas y personas: importantes

Hace unas semanas comenté que había asistido a dos actos culturales en el Palau de la Música, y poco después hice la reseña del segundo de ellos. Hoy se cumple un mes del primero, y ya toca hablar de él.

En el Palau de la Música ha tenido lugar un ciclo de cuatro charlas o conferencias bajo el título de Literatura en el Palau 2010. Cada mes se ha celebrado una, finalizando en abril, siendo en esta ocasión la conferenciante Marta Rivera de la Cruz, quien habló sobre su novela La importancia de las cosas, ya conocida en estas páginas.

«Canto optimista a la amistad y al amor», fue una de las expresiones que utilizó Fernanda Zabala en la breve presentación. Y sí es una buena descripción.

Inició Marta la charla comentando que en estos actos siempre se presentaba con un «pánico escénico al vacío» desde que una vez se encontró en la triste situación de haber más personas en la mesa que en la sala. En esta ocasión no fue así, pues en la sala nos encontrábamos casi un centenar de personas.

Comenzó por el principio, es decir, cómo se encuentra con las ideas para desarrollar una novela: «Algo que yo ví, que me contaron o que me pasó». En el caso concreto de La importancia de las cosas, lo que le pasó fue, más o menos, lo siguiente:

Hace siete u ocho años, falleció un anciano familiar de una amistad de Marta. Vivía de alquiler, por lo que tenían que vaciar el piso- Marta se ofreció: «Yo te ayudo. Nos vamos tú y yo y en un par de mañanas, dejamos el asunto liquidado». Cuando llegaron al piso, se encontraron… con 57 bolsos, 60 camisolas de playa, zapatillas… En definitiva, «tardamos un mes en vaciar la casa».

Por lo demás, las paredes estaban ocupadas por una estantería hecha a medida y llena de libros.
– Así que Montalvo era aficionado a la lectura…
Losada asintió con la cabeza.
– Entre otras cosas…
Mario Menkell supo que aquella frase tenía un sentido último que iba a serle revelado de inmediato. Fue entonces cuando entró en el salón, encendió la luz y empezó a comprender: la pieza, de unos treinta metros cuadrados, estaba misteriosamente empequeñecida por la acumulación de muebles;: un sofá, tres butacas de cuero, una mesa auxiliar de cristal, una mesa de comedor rodeada por cuatro sillas de marquetería, dos aparadores con vitrina, un biombo Coromandel con sus primorosos acabados en marfil y nácar, dos lámparas de pie y cinco lámparas pequeñas de pantalla entelada, un reluciente samovar de plata envejecida, un dispensador de whisky, un diminuto mueble bar con los correspondientes licores, un armario de comedor de madera oscura con tiradores de bronce, un taburete artesano con las patas labradas en forma de garras de león, una tríada de mesitas indias con sus dibujos de mosaico… El suelo estaba cubierto por tres alfombras, y los escasos huecos libres de las paredes habían sido ganados por estanterías atiborradas de los objetos más variopintos. Con los ojos vidriosos, Menkell se acercó para examinar algunos de ellos. Había dos baldas ocupadas por una colección de cochecitos de lata, y otras tres por una veintena de cabinas de teléfono en miniatura. Otras contenían maquetas de casas alpinas, de trenes antiguos, de catedrales góticas. La superficie de la cómoda estaba cubierta de animalitos de madera, y bajo el cristal de la mesa había un montón de cajas diminutas forradas de seda. Sin poder evitarlo, Menkell se derrumbó en un sillón, y miró a Losada con los ojos empañados y una expresión de súplica, como si necesitase desesperadamente la solidaridad de un ser humano.
– Le… le gustaban las miniaturas…
” (pp. 38-39)

Utilizó la palabra adecuada para describirnos perfectamente a todos cuando estamos en casa de alguien: «Investigamos a esa persona: objetos, libros, …». (Lo de ‘investigar’ lo hacemos, incluso, sin estar en su casa: intentamos averiguar estas cosas a partir de lo mucho o poco que se muestra en una foto, por ejemplo – yo, sobre todo, me fijo en los libros, si los hay, claro; si no, ya está visto).

Y es que «las cosas guardan historias que sólo conoce quien las mantiene». Nos lanzó el reto de escoger al azar 10 objetos de nuestra casa: «la mitad tienen una historia que los hace únicos». Por eso, en cierto modo, «quedarnos sin nada es un castigo bíblico»; quienes lo pierden todo «se quedaron sin pasado, “eran mis cosas”».

Posteriormente, en el turno de preguntas, surgió el comentario inevitable: se distinguió lo que era la mera acumulación de objetos, de lo que no: «Dar importancia sentimental es muy bonito». Asimismo, se comentó de las personas: «Respeto por las personas: al fallecer qué pasa con las cosas con historia. A veces a menudo es mejor dejar las cosas así sin investigar».

En la charla, sobre el proceso de redacción de la novela, expuso que «llega un momento en que se atasca la novela». Y así le pasó.

Ahora no es que se atasque la anotación, pero ya que la charla en ningún momento se hizo larga, sino todo lo contrario, no arriesgaremos la suerte aquí y ahora, y seguiremos en otro momento.

Créditos:
Folleto de las jornadas Literatura en el Palau 2010, organizadas por el Palau de la Música de Valencia.

Fotografía de la charla de Marta Rivera de la Cruz, el 21 de abril de 2010, del autor.

Transcripción tomada de La importancia de las cosas, de Marta Rivera de la Cruz, editada por Autores Españoles e Iberoamericanos.

Transcripción de frases de la charla, según notas tomadas por el autor.

jueves, 20 de mayo de 2010

Credo in unum Deum

En la Historia que se aprendía hace mucho, mucho tiempo, en el colegio, se incluía el episodio del periodo visigodo (que existió, aunque no lo parezca) en el que se produjo la conversión de la nobleza visigoda al catolicismo, abandonando la herejía arriana. La conversión fue alentada, y encabezada, por Recaredo, una vez coronado rey, sucediendo a Leovigildo, su padre, quien ratificó la muerte por martirio de su propio hijo San Hermenegildo; en la conversión, Recaredo fue inspirado por San Leandro, hermano a su vez de San Isidoro (vaya momento ¿no?, y todo sin salir de España).

El caso es que, aparte de, más o menos lo contado, uno no terminaba de saber muy bien nada del arrianismo. Algo parecido sucedía en el momento en el que nos hablaban del Cisma de Occidente (no sé si ahora todavía se habla de él, pero ya me enteraré): recuerdo la incógnita que se me creaba, pues por dualidad, o similar, uno se quedaba pensando sobre cuándo sucedió y cuál sería el motivo del Cisma de Oriente. A ratos, suponía que tendría que ver con los cristianos ortodoxos, respecto de los que nunca se nos explicaba nada, cosa de la que uno se daba cuenta luego, cuando le explicaban el siglo XVI y la aparición de los protestantes. Pero, bueno, en seguida se encontraba la oportunidad de irnos a jugar al fútbol en un solar cercano al colegio, y olvidaba uno todas las dudas.

A pesar del paso del tiempo, todo eso se ve que siempre estaba en algún estante de la memoria, por lo que, cuando en el escaparate de la librería San Pablo de Valencia, vi un libro sobre el tema de las iglesias cristianas, fui directamente a por él.

Sin embargo, en ese momento, la librería estaba cerrada. «Pues nada –me dije– a la próxima, ya lo sé». Tardé un par de semanas en regresar, ya en horario comercial, y,como cabía esperar, no recordaba el título ni la editorial, aunque no fue ello óbice para tras media hora larga, acabar identificando la obra, y así, finalmente, saber que no disponían de ningún ejemplar.

Otras dos semanas, aproximadamente, después, pude por fin hacerme con el libro.

Todo esto viene en relación con la efeméride del día, de la que tuve noticia gracias al ya conocido The Christian Almanac (y a la que ya hice una rápida referencia): el inicio, en 325, del Concilio de Nicea, el primero de carácter ecuménico (los hasta entonces habidos eran más bien regionales) desde el Concilio de Jerusalén, protagonizado por los mismos Apóstoles. El objeto principal del Concilio, convocado por el recién convertido Constantino, influido para ello por un hispano, Osio, obispo de Córdoba, fue resolver el problema teológico derivado de las propuestas de Arrio, natural de Libia, que marcaban unas importantes diferencias entre el Padre y el Hijo, “llegando a la conclusión de que el Hijo fue creado de la nada, tenía principio, era pura criatura, dotado de grandes excelencias, pero no era Dios”.

Al Concilio asistieron 318 obispos (cifra más aceptada), principalmente del área griega del Imperio, aunque también latinos (como el ya mencionado Osio de Córdoba), e incluso de fuera del Imperio (Persia, por ejemplo). Se debatió intensamente el tema, llegando el día 19 de junio, en el que se proclamó el símbolo del Concilio, visible en el denominado Credo de Nicea: a través de “la expresión homousios (consustancial), afirmando que el Hijo era consustancial con el Padre y que, por tanto, verdadero Dios como Él, eterno y sin principio”.

Un aspecto importante del Concilio, al menos emotivamente, es que un gran número de los obispos asistentes habían sufrido la última gran persecución, la de Diocleciano.

Ahora ya no está Diocleciano, pero eso no quiere decir que no existan persecuciones, aunque sean de otro modo. De hecho, Nicea tampoco se llama, oficialmente, así, ni se encuentra en el área de cultura judeo-cristiana y greco-latina: se llama Iznik y se encuentra en Turquía.

Créditos:
Cuadro titulado Conversión de Recaredo, obra del pintor valenciano Muñoz Degrain, de la colección del Senado.

Cuadro titulado Concilio de Nicea, obra de F. Pavlovskyi, I. Maksimovych, A. Galik y otros, existente en la Iglesia de la Trinidad, en Kíev, imagen tomada de la Wikipedia.

Portada de la obra de José Luis Vázquez Borau, Las Iglesias Cristianas (Católica, Ortodoxa, Protestante y Anglicana), editada por San Pablo en 2003 y 2005 la 2ª edición, imagen de San Atanasio triunfa sobre Arrio, tomada de ésta, y transcripciones de la misma.

miércoles, 19 de mayo de 2010

¿Codorniz, cuco, urraca…?

Hoy me ha llamado la atención que en la página de Libertad Digital, en un recuadro de ésos para los anuncios con los que se obtienen ingresos por publicidad en internet, se destacara de un modo tan llamativo a Público.

Prudentemente, no he intentado seguir el posible enlace que hubiera, ni siquiera ante la sospecha de que se tratara de algún planteamiento humorístico propio del Grupo Risa. De hecho, esta última expectativa me hizo recordar un humor más clásico, como era el de La Codorniz.

Ya hemos comentado aquí algunas muestras del mismo, recogidas en la obra publicada en 1998 por EDAF, La Codorniz. Antología (1941-1978), según edición y estudio de Melquíades Prieto y Julián Moreiro.

Como puede verse, la portada de la antología recoge un dibujo de Pablo San José García, colaborador del semanario durante más de veinte años, tras incorporarse en 1953.

El dibujo muestra, con una reductio ad absurdum, la grave situación económica de la España de la época, tema que a lo largo de la vida de La Codorniz surge en varias ocasiones, lógicamente con más frecuencia al principio.

A mediados de los años ‘50s si no hambre generalizada, todavía quedaban numerosas situaciones de esta naturaleza. Sin embargo, ya empezaba a verse con una cierta presencia en la sociedad la situación totalmente opuesta. Y ambas quedaban mostradas juntas, por no decir enfrentadas, en este dibujo de Rafael Munoa Ruiz.



Con el tiempo, los “problemas” económicos cambiaron, pero también se mostraron a través de los pobres o mendigos, como en este dibujo de Alfonso Abelenda Escudero, colaborador entre 1962 y 1977.

Como suele suceder, los grandes maestros no dependen del tiempo, son perdurables. Por eso, aun tratándose de un dibujo de la primera época de La Codorniz, éste sigue siendo vigente más de sesenta años después. El autor del dibujo era Antonio de Lara Gavilán, o sea, Tono, autor, además, de la primera portada de La Codorniz (que no es objeto de esta anotación).

Una vez reforzado mi espíritu con la solidez del humor clásico, me atreví a aventurarme en el anuncio en cuestión. Y entonces fue cuando me di cuenta: no se trataba de nada relativo a Público, sino que era un anuncio del Tesoro Público.

Lo que pasa es que el ‘Tesoro’ apenas se aprecia.

Lo que resulta totalmente lógico teniendo en cuenta la noticia que se publicaba en esas páginas precisamente hoy.

Quedando definitivamente claro que de humor ya no van a quedar ni los recuerdos.

Créditos:
Portada de La Codorniz. Antología (1941-1978), y dibujos recogidos en la misma, de Munoa, Abelenda y Tono.

martes, 18 de mayo de 2010

¿Un mito? ¿literario?

Lucy, por otra parte, aunque parece gozar de buena salud, vuelve a sufrir crisis de sonambulismo. (…) Para mí, esta espera está minando su salud, y se repondrá cuando llegue su prometido.
(…) Lucy se levanta más a menudo por la noche (…) pero su salud no se resiente por ello; ahora, está más fuerte y hay color en sus mejillas. ¡Con tal que esto dure…!
(…) Lucy ha padecido menos crisis de sonambulismo esta semana, mas hay en ella algo que me intranquiliza; incluso, durmiendo, tengo la impresión de que me vigila. Trata de abrir la puerta y cuando ve que está cerrada con llave, busca ésta por todo el dormitorio.
(…) Lucy se muestra más irritable que nunca, a pesar de hallarse bien.


Lucy estuvo toda la noche muy agitada y yo tampoco logré conciliar el sueño. (…)
Cosa extraña, Lucy no se despertó, aunque por dos veces consecutivas se levantó, vistiéndose. Por suerte, yo la oí en ambas ocasiones y conseguí desnudarla sin despertarla, obligándola a acostarse de nuevo. Esas crisis de sonambulismo son muy raras (…)
La pobre Lucy estaba muy emocionada, casi angustiada; en mi opinión, las agitadas noches que padece y los sueños que sin duda la asaltan están minando su salud. Mas cosa extraña, cuando le hablo de este asunto, se niega a reconocer que exista una causa para su nerviosismo, o finge no saber nada.


Lucy está durmiendo ya apaciblemente. (…) Soy feliz al ver que Lucy se encuentra mejor. Opino que ya ha vencido el instante crítico, y que pasará una noche tranquila, (…)
De repente, desperté sobresaltada, llena de inquietud, sin saber por qué. Además, tenía la impresión de no estar sola en el dormitorio, que estaba tan oscuro que no distinguía la cama de Lucy. Me aproximé a la misma a tientas, comprobando que estaba vacía. ¡Lucy no estaba en ella! Encendí una cerilla, y no la vi por ningún sitio. (…)
Cada vez más angustiada, llegué a la puerta de entrada, que estaba abierta. (…) Cogiendo un chal, salí corriendo. (…)
Al llegar al borde del acantilado oeste, por encima del puente, escruté el acantilado del este y me sentí llena de consuelo… o de terror, yo misma lo ignoro, al divisar a Lucy sentada en nuestro banco. (…)
Cuando por fin alcancé mi objetivo, divisé el banco al momento y la blanca figura que en el mismo se hallaba; estaba lo bastante cerca de aquél para poder distinguirlo incluso en la oscuridad. No cabía la menor duda posible: inclinada hacia mi amiga se hallaba una silueta alta y negra.
- ¡Lucy! ¡Lucy! –grité al momento.
Entonces, vi cómo se erguía un semblante sumamente pálido, con unos ojos llameantes. Lucy no me contestó. Luego, corrí (…) durante unos segundos dejé de ver a Lucy. Rodeé el edificio de la iglesia, y el claro de luna, libre por fin de nubes, me permitió distinguir con rara perfección a Lucy recostada en el banco, la cabeza apoyada en el respaldo. Estaba completamentye sola, ya que ni cerca ni lejos del banco había el menor rastro de un ser viviente.
Al inclinarme sobre ella vi que estaba aún profundamente dormida. Con los labios entreabiertos, no respiraba normalmente, sino qwue, a cada inspiración, se esforzaba por hacer penetrar la mayor cantidad posible de aire en sus pulmones.
(…) Rodeé sus hombros con mi chal de lana y (…) se lo anudé en torno a la garganta con un alfiler (…); mas, en medio de mi angustia, sin duda efectué un gesto brusco, pinchándola ligeramente, ya que, si bien su respiración se iba calmando, Lucy se llevó una mano a la garganta y empezó a gemir dolorosamente.
(…)Lucy ha dormido hasta que la desperté, y creo que ni una sola vez había dado vueltas en su cama. (…)
Sin embargo, lamento haberme mostrado tan torpe hiriéndola, aunque levemente, con mi alfiler. Creo que se trata de algo más que un simple arañazo, ya que su garganta ha sido pinchada en dos sitios diferentes, y hay una mancha de sangre en su camisón. (…) Afortunadamente creo que no quedará cicatriz.
(…) En dos ocasiones me ha despertado Lucy, al intentar salir del dormitorio. Incluso en su sueño, he adivinado que estaba irritada al encontrar la puerta cerrada, volviendo a acostarse con señales de protesta.
(…) Otro día apacible, y por la noche (…)volví a despertarme durante la noche; vi a Lucy dormida, pero sentada en la cama y señalando la ventana. Me levanté con cautelsa y, descorriendo la persiana, me asomé. (…)
Ante mi vista, pasó y volvió a pasar un murciélago enorme, describiendo amplios círculos. Un par de veces casi me rozó, mas (…) echó a volar hacia el puerto y, luego, hacia la Abadía.
Al apartarme de la ventana, vi a Lucy tendida de nuevo en la cama, durmiendo profundamente. No se ha movido hasta la mañana.

Hemos pasado casi todo el día en lo alto del acantilado, leyendo y escribiendo. (…) Permanecimos calladas unos instantes, y al cabo, Lucy murmuró, como para sí mismsa:
- ¡Siempre sus ojos rojos! ¡Iguales, siempre iguales!
(…) Lucy está más débil. No entiendo nada. Come bien, por la noche duerme profundamente, y pasa gran parte del día al aire libre. Sin embargo, cada vez está más pálida y, por la noche, respira con dificultad.


Lo peor es que nada recuerdo… Constantemente siento miedo, sin saber de qué. Y me siento débil, agotada…
(…) Nuevas pesadillas. Si al menos pudiera recordarlas… Esta mañana volví a encontrarme extrañamente débil. Mi tez ha adquirido una palidez espantosa, y me duele la garganta. También debo de estar aquejada de los pulmones, ya que respiro con dificultad. (…)

«Mi querido Jack:
Desearía pedirte un favor. Lucy está enferma, no con una dolencia definida, pero tiene mal semblante y su condición empeora día a día. (…)»

«Enferma mucho mejor hoy.»

«Enferma mejorando. Excelente apetito, sueño natural, buen humor, nuevos colores.»

«Grave empeoramiento. Venga inmediatamente, sin perder un minuto.»


«Mi querido Arthur:
Hoy no son buenas las noticias. El estado de salud de Lucy ha vuelto a agravarse.»

Si el día anterior me sentí penosamente asombrado, esta vez experimenté un enorme terror. Lucy mostraba una tez cenicienta, y hasta sus labios y encías estaban exangües, su semblantese hallaba contraído, flaco, de forma que los huesos se transparentaban bajo su piel. Su respiración era sumamente dificultosa.
(…) El profesor exclamó:
- ¡Dios mío, es terrible! No podemos perder un momento


Tal día como el de hoy, pero en 1897, tuvo lugar la lectura pública de la nueva obra literaria de Bram Stocker, de sugestivo título Drácula, o el No-Muerto.

Naturalmente eso de los vampiros que poco a poco van absorbiendo (a través de la sangre) la vida de las personas, es un mito, y, en todo caso, sólo tiene plasmación literaria.

Creo.

- Cuando dormía, parecía moribunda; ahora que ha muerto, parece dormir.
- Por fin Lucy ha conseguido la paz –murmuré, al lado de Van Helsing–. Para ella se han acabado los sufrimientos.
- ¡Por desgracia, no! –replicó el profesor, volviendo hacia mí la cabeza–. ¡Por desgracia, no! No han hecho más que empezar.


Créditos:
Portada y transcripción, según traducción de Mario Montalbán, de la obra de Bram Stoker, Drácula, en edición de febrero de 1980 de Plaza&Janés (pp.109-112, 125-127, 129-136, 151-161, 162-165 y 211).

... y otros que se enrollan con los derechos

La noticia que ha dado pie a la anotación anterior, sirve también (como excusa) para esta anotación (que tenía pensada desde hace tiempo), y que viene al hilo de las diversas (y continuas) reseñas y referencias que he ido haciendo en este diario, de numerosos libros.

Como suele ser sabido, en los libros, de un tiempo a esta parte, en la página donde se indica el depósito legal, el ISBN, la editorial, y todos los copyrights, se avisa sobre el hecho de que los derechos están reservados, y que el Código Penal, tal y cual… Hasta hace unos veinticinco años o por ahí, el expediente los solucionaban con una escueta expresión: “Todos los derechos reservados”, y antes, ni siquiera eso.

De entre las distintas obras que he utilizado en este diario, una breve selección podría ser la siguiente, con expresión del título de la obra, fecha de la edición, y el párrafo en cuestión:

Perdón imposible (2006)
Reservados todos los derechos.
Ninguna parte de esta publicación puede ser reproducida, almacenada o transmitida por ningún medio sin permiso del editor.

Rigoletto (2007)
Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan reservados todos los derechos. Esta publicación no puede ser reproducida, archivada en un sistema de recuperación, ni transmitida de ninguna forma ni por ningún medio corpóreo ni incorpóreo, electrónico, mecánico, por fotocopia o grabación, o de cualquier otra manera, sin la previa autorización del propietario del copyright.

La fórmula preferida del profesor (2008)
Reservados todos los derechos. No se permite reproducir, almacenar en sistemas de recuperación de la información ni transmitir parte alguna de esta publicación, cualquiera que sea el medio empleado –electrónico, mecánico, fotocopia, grabación, etc.– sin el permiso previo por escrito de los titulares del copyright.

Jefe de estación Fallmerayer (nov. 2008):
Bajo las sanciones establecidas por las leyes, quedan rigurosamente prohibidas, sin la autorización por escrito de los titulares del copyright, la reproducción total o parcial de esta obra por cualquier medio o procedimiento mecánico o electrónico, actual o futuro-incluyendo las fotocopias y la difusión a través de Internet-, y la distribución de ejemplares de esta edición mediante alquiler o préstamo públicos.

Astronomía made in Spain (2009)
El contenido de cada uno de los capítulos de este libro es propiedad del investigador que lo elaboró. Para usar y reproducir por cualquier medio la totalidad o parte de uno de ellos es necesario el permiso explícito del autor, que se puede conseguir a través de la Sociedad Española de Astronomía.

Guía iconográfica de la Biblia y los santos (2009)
Reservados todos los derechos. El contenido de esta obra está protegido por la Ley, que establece penas de prisión y/o multas, además de las correspondientes indemnizaciones por daños y perjuicios, para quienes reprodujeren, plagiaren, distribuyeren o comunicasen públicamente, en todo o en parte, una obra literaria, artística o científica, o su transformación, interpretación o ejecución artística fijada en cualquier tipo de soporte o comunicada a través de cualquier medio, sin la preceptiva autorización.

Poe (2009):
Todos los derechos reservados. Esta publicación no puede ser reproducida sin el permiso previo por escrito de la editorial.

Como se puede ver, la redacción es variada, pero llevada al límite, ni siquiera podría decirse el título de la obra, pues no deja de ser una reproducción parcial.

Una vez llegado al absurdo, disfrutemos del hecho.

Perdón, imposible y Poe casi se quedan en el texto clásico. Hay que reconocer que lo del “medio incorpóreo” de Rigoletto (editorial RBA) tiene su punto de interés. Lo del “etc.” como medio empleado en La fórmula preferida del profesor (editorial Funambulista) tampoco es desdeñable. Y lo del cualquier medio “actual o futuro” de Jefe de estación Fallmerayer (de Acantilado), demuestra una plena confianza en el desarrollo tecnológico,… o en el ingenio de la gente. Pero el premio se lo lleva la Guía iconográfica de la Biblia y los santos (de Alianza Editorial), con ese heroico y nostálgico uso del futuro de subjuntivo,… si no fuera por el “comunicasen” que lo estropea.

Sin embargo, aun tenemos esperanzas. En algún caso despistado, podemos leer:
“Queda prohibida, salvo excepción prevista en la ley,…”. Curiosamente, o no, esta redacción del párrafo la he encontrado en una edición de Encuentro (sí, cosas que pasan), de la obra de Pedro Schwartz titulada En busca de Montesquieu. La democracia en peligro.

Créditos:
Portadas de las obras reseñadas.