sábado, 8 de mayo de 2010

65 años ya: ¿jubilado el júbilo?

El instrumento de la rendición incondicional fue firmado por el teniente general Bedell Smith y el general Jodl, en presencia de oficiales franceses y rusos, el 7 de mayo, a las dos horas 41 minutos de la mañana. Todas las hostilidades cesaron a medianoche del día 8 de mayo.

Consecuencia de ello fue el final de la II Guerra Mundial en suelo europeo, por lo que en su momento, se celebraba el VE-Day (la E es por lo de Europa), aunque ahora, al no caer en un aniversario redondo, ya no lo sé.

La rendición incondicional de nuestros enemigos fue la señal para que estallara la mayor explosión de alegría en la historia de la humanidad. La Segunda Guerra Mundial se había desarrollado en Europa hasta su amargo final. Tanto los vencidos como los vencedores experimentaron in alivio inexpresable. Pero para nosotros, para la Gran Bretaña y el Imperio británico, que éramos los únicos que habíamos estado en plan de lucha desde el primer día hasta el último y nos habíamos jugado la existencia en el resultado, la victoria tenía un significado que estaba más allá de lo que podían sentir nuestros más poderosos y más valientes aliados. Agotados y exhaustos, empobrecido, pero erguidos y triunfantes, aquel momento para nosotros fue sublime. Dimos gracias a Dios por la más noble de todas sus bendiciones, el conocimiento de que habíamos cumplido con nuestro deber.

El pasado 19 de diciembre Antonio Mingote publicaba en su ABC la viñeta que acompaña estas líneas, haciendo suya la publicada anteriormente en el mismo periódico por Máximo.

La cuestión de las guerras justas o injustas se ha convertido desde hace siete años en un tema recurrente (hace 19 años no se planteaban estas cosas, no ya prescidiendo además de si iban tropas de reemplazo, en vez de profesionales, sino, sobre todo, porque gobernaba otro partido).

En el discurso que ofreció Churchill poco después de los sucesos narrados, coincidiendo con el aniversario de su nombramiento como Primer Ministro, dijo “en el tono sombrío que recojo a continuación:
«Desearía poder deciros esta noche que todas nuestras fatigas y dificultades han pasado. (…) Por el contrario, debo advertiros, como lo hice cuando inicié esta labor de cinco años y nadie sabía que iba a durar tanto, que todavía queda mucho por hacer y que habéis de estar preparados para nuevos esfuerzos mentales y corporales y para nuevos sacrificios en pro de grandes causas, si no queréis caer en el surco de la inercia, en la confusión de objetivos y en el temor de ser grandes. No debéis desfallecer en vuestra vigilancia. Aunque la alegría del descanso es necesaria para el espíritu humano, esta alegría debe fortalecer la energía y la elasticidad con que cada hombre y cada mujer se enfrenta con el trabajo que ha de realizar y la perspectiva y la vigilancia que han de mantener sobre los asuntos públicos.
Todavía hemos de asegurarnos en el continente europeo de que los fines sencillos y honrados por los que entramos en la guerra no sean echados a un lado o descartados en los meses que sigan a nuestros éxitos, y que las palabras ‘libertad’, ‘democracia’ y ‘liberación’ no pierdan su verdadero significado, tal y como nosotros lo hemos comprendido. Sería inútil castigar a los hitlerianos por sus crímenes si no reina la ley, la justicia, y si un Gobierno totalitario o policíaco ha de ocupar el puesto de los invasores alemanes. (…) Son los vencedores quienes deben escudriñar sus corazones en el momento de su triunfo y hacerse dignos, por su nobleza, de la inmensa fuerza que poseen.
(…) Al comienzo de estos cinco años os dije cosas muy duras. Vosotros no retrocedisteis; y yo no sería merecedor de vuestra confianza y generosidad si todavía no dijera: ¡Adelante, sin vacilaciones, sin dudas, indomables, hasta que nuestra labor haya sido completada y el mundo sea un lugar limpio y seguro!»


«Supongamos que en una ‘guerra justa’ ganan los injustos»

Dejemos a cada uno que medite sobre este tema lo que quiera.

Yo sólo voy a recordar que hoy, como hemos dicho, es el aniversario del final de la II Guerra Mundial en suelo europeo.

Y que esa guerra, si no los justos, al menos, no la ganaron varios de los injustos.

Créditos:
Fotografía de Winston Spencer Churchill, tomada de la edición de Blood, Sweat and Tears, publicado por G.P. Putnam’s Sons, de Nueva York, en 1941.

Portada de La Segunda Guerra Mundial. El telón de acero, XII volumen correspondiente al Libro 2ª, del mismo título, de la Parte Sexta: Triunfo y tragedia, de Sir Winston Spencer Churchill, y transcripciones del capítulo XIII La rendición de Alemania, según traducción de Nellie Manso de Zúñiga, original de 1965 para Plaza&Janés, en la edición de 1985 de Ediciones Orbis, como número 55 de la colección Biblioteca de Historia (pp. 173 y 180-181).

Viñeta de Antonio Mingote publicada en ABC el 19 de diciembre de 2009.

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