sábado, 1 de mayo de 2010

Cosecha del 39. II: Un affair de altura

Hace mes y medio se cumplieron setenta y un años del estreno de una película muy sencilla, amable, y con mucha alegría de la vida, aunque resulte paradójico.

No es la típica historia de chico busca chica, o chica busca chico, sino más bien chico y chica se encuentran sin haberse buscado. Mejor dicho, es la historia de sucesivos encuentros entre ellos dos: cómo se produce el primero, que no buscan; cómo esperan el segundo, que si buscan; cómo no esperan el tercero, que sí se produce; cómo uno de ellos busca el cuarto, que no espera el otro.

Él es un conocido Don Juan (ella le comenta que de pequeño, en vez de cuentos, le leerían la biografía de Casanova), cuyo compromiso de matrimonio es el objeto de las noticias con que se abre la película, en Nueva York, en París y en “nuestro querido y viejo Londres”. La forma de dar la noticia desde esta capital es digna del mejor y más flemático periodismo:
Para emparentar, por fin, con la denominada nobleza industrial americana, se casa con la señorita Lois Clarke, la hija del magnate de la construcción, ya saben, el de las casas,… al parecer esto es todo, buenas noches”.

En un transatlántico que hace la ruta de Italia a Nueva York, una circunstancia “venturosa” permite que él y ella se conozcan. Tras una breve conversación, se separan, pero en seguida coinciden de nuevo (a lo que contribuye el hecho de que él la busque), con lo que entablan una nueva conversación, más prolongada, en la que ya muestran algunas de sus características o circunstancias:

Él: “Me gusta la alegría, la belleza y el burbujeo… como el champán rosado.
Ella (sobre su prometido): “Puede usted imaginarse lo atractivo que es cuando me resisto a una persona tan encantadora como usted.

Hay una escena en el barco bastante actual desde el punto de vista educativo. Un niño está jugando encima de la barandilla de la escalera que comunica una cubierta con otra, y ella se le acerca:

- Cuidado pequeño, si te caes puedes hacerte daño. Cuando yo tenía tu edad, me rompí una pierna.
- ¿Cómo está ahora?
- Muy bien
- Entonces, ¿a qué viene el sermón?


La fama de él hace que se conviertan en la comidilla del resto del pasaje, sea en el bar, sea en el restaurante, incluso estando en mesas separadas, desgraciadamente muy cercanas:
Esto es insoportable. Todos nos miran



El barco hace una escala en Porto Santo, Madeira, que aprovecha ella, para hacer una excursión, en la que coincide con él, quien va de camino a casa de su abuela para visitarla, decidiendo ir juntos.

- No sé qué tiene este lugar. Hay algo que me hace hablar en voz baja. Qué paz. Es como de otro mundo.
- El mundo de mi abuela.


Cuando llegan a casa, Janou se encuentra rezando en la capilla. Tras las alegrías, saludos y presentaciones iniciales, Janou se da cuenta de que ella se siente atraída por la capilla, y le anima a netrar, al igual que a él, quien no ha entrado en una iglesia desde que era monaguillo de pequeño. Dentro de la capilla, ella, ferviente, reza; él, se encuentra desplazado, simula que reza, sin dejar de mirarla, y cuando finalmente ella se persigna, él la imita poco después, acabando el movimiento de la mano ajustándose el nudo de la corbata, disimulando así esa muestra de religiosidad.

Los diálogos con la abuela Janou tienen su encanto:

- Me gustaría quedarme aquí para siempre.
- Es demasiado joven para eso. Es un buen lugar para ponerse a recordar, pero usted aún tiene que crear sus propios recuerdos.


- Lo siento. Tuve que despedir a la criada ¿sabe? porque tengo que controlar mis gastos. Ocurre que pensaba vivir hasta los 75 años, y mire usted, ya tengo 77… así que, si por el momento no me muero, tengo que empezar a ahorrar lo que pueda.

- Michel está muy ocupado… eh…
- …¿viviendo?...
-
(asintiendo) Las cosas le han sido siempre muy fáciles, y sólo le preocupa vivir. No me importa confesarle, querida: estoy realmente preocupada por él.
- ¿Por qué?
- Algún día la vida le pasará factura a Michel, y entonces, le aseguro que le costará mucho pagarla.


Antes de despedirse, él (Michel) consigue que Janou interprete al piano Plaisir d’amour, y a un gesto de ésta, ella canta la canción. (Según parece, ambas actrices interpretaron realmente la escena, una tocando el piano, y la otra cantando).

Es un mundo perfecto. Gracias por dejarme entrar en él.

De nuevo en el barco (“Parece que se avecina tormenta”), comentan la visita a Janou, llegándose al primer beso de la película, ante lo que ella advierte: “Vamos hacia la tormenta, Michel”, tras lo que se despiden. Y mientras la orquesta entona la melodía principal de la canción Plaisir d’amour, se funden la imagen de medio cueerpo de ella, apoyada contra la pared, y las olas de la tormenta y la estela del barco.

Al llegar a Nueva York, es ella quien toma la iniciativa:
- Mira, si las cosas salen como han de salir, para los dos, quiero decir, dentro de seis meses…
- ¿Sí?
- … que será en julio,… aquí están mis direcciones (…)
- «Cariño…» ¿Soy yo? «primero de julio, a las cinco, piso ciento dos del Empire State Building…»
- ¡Sí! Es aquel de allá, el edificio más alto del mundo. No puedes confundirte. Es lo más cercano al cielo que tenemos en Nueva York. Espérame junto al ascensor. Bueno… hasta que volvamos a encontrarnos, ¡cuídate mucho!.


Ambos conocen a la pareja “rival” mientras esperan a desembarcar, desde el costado del barco, ya atracado éste, entre la gente que espera en el muelle, lo que da pie para una entretenida escena, totalmente soportada en las expresiones faciales de los protagonistas.

A partir de aquí, cada uno intenta vivir su vida, mientras van aclarando sus ideas. Ella, dedicándose a la canción, aunque en Filadelfia; él, como pintor, primero artístico, y luego de carteles publicitarios. Las dos escenas se encuentran enmarcadas por una vista del Empire State Building: abre las escenas con el caso de ella, antes de salir hacia Filadelfia, reflejándose en la luna de la puerta del balcón; y las cierra con el caso de él, perfectamente visible desde el andamio donde pinta el cartel publicitario.



Llega por fin el primero de julio, y sucede lo que no tiene que suceder. El chal de Janou y el recuerdo de la escena en la capilla de Madeira, hecho cuadro, tendrán un papel importante en el desarrollo de la trama, pero… mejor que leerla, es ver la película.

Como hemos visto, el Empire State Building se había convertido ya en un referente, un ‘landmark’, del paisaje neoyorkino apenas ocho años después de su inauguración.

La película fue propuesta, en la famosa convocatoria de 1939, para seis premios:
Mejor película
Mejor actriz: Irene Dunne, en el papel de ella (Terry McKay)
Mejor actriz secundaria: Maria Ouspenskaya, en el papel de la abuela de él (Janou)
Mejor argumento: Mildrem Cram y Leo McCarey
Mejor decoración: obra de Van Nest Polglase, siendo Alfred Herman su ayudante
Mejor canción original: Wishing, de Buddy G. DeSylva

No fueron propuestos para el premio Charles Boyer, por su papel de él (Michel Marnet), ni Leo McCarey, como director de la película.

Sin embargo, aunque la película no obtuvo ningún premio en esa convocatoria, sí los obtuvo en el desarrollo cinematográfico posterior: fue objeto de dos versiones y una clara referencia (aunque a través de una de las versiones) en otra.


Créditos:
Cartel de la película, tomado del artículo de la Wikipedia sobre la película.
Carátula del DVD que contiene la película, y fotogramas de ésta.

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