viernes, 28 de mayo de 2010

Ite,...

En el ya conocido The Christian Almanac, de George Grant y Gregory Wilbur, figura como una de las efemérides del día que, ocurriendo el sitio de Constantinopla por los turcos de Mehmed II, “the last Christian service was held in the great domed cathedral Hagia Sophia in Constantinople”.

Aquel lunes, conscientes de que el desenlace se avecinaba, soldados y ciudadanos olvidaron sus rencillas. Mientras los hombres de las murallas proseguían los trabajos de reparación de las deterioradas defensas, se formó una gran procesión. En contraste con el silencio del campo turco, en Constantinopla tocaban las campanas de las iglesias y sonaban los tambores de madera mientras los iconos y reliquias eran sacados a hombros de los fieles y llevados a través de las calles y por todo el perímetro de las murallas deteniéndose para bendecir con su santa presencia los lugares donde los desperfectos eran mayores y el peligro más amenazador; y el tropel de gente que los seguía, griegos e italianos, ortodoxos y católicos, cantaban himnos y repetían el Kyrie eleison. El emperador en persona se unió a ellos en la procesión (…).
El día tocaba a su fin. Tropeles de gente se trasladaban ya hacia la gran iglesia de Santa Sofía. Durante los últimos cinco meses ningún piadoso griego había franqueado sus puertas para asistir a la sagrada liturgia profanada por latinos y renegados. Pero esa tarde había terminado el enfrentamiento. Ningún ciudadano, salvo los soldados de las murallas, dejó de asistir a esa petición de intercesión. Los sacerdotes que habían sostenido que la unión con roma era un pecado mortal, acudieron ahora al altar a oficiar con sus hermanos unionistas. También estaba presenteel cardenal y, tras él, los obispos que nunca reconocieron su autoridad. Todos los fieles se confesaron y recibieron la comunión, sin preocuparse de si la administraban ortodoxos o católicos. Asimismo, junto con los griegos había italianos y catalanes. Los mosaicos dorados, representando imágenes de Cristo y de sus santos, de los emperadores y emperatrices de Bizancio, refulgían a la luz de las mil lámparas y cirios, y debajo de ellos, por última vez, los sacerdotes con sus magníficos ornamentos evolucionaban al ritmo solemne de la liturgia. En este momento hubo unión en la Iglesia de Constantinopla.


Créditos:
Transcripción parcial de la reseña de The Christian Almanac correspondiente al 28 de mayo de 1453.

Transcripión parcial (pp.232-234) del capítulo IX Los últimos días de Bizancio, según traducción de Panteleimón Zarín, de La caída de Constantinopla 1453, obra de Sir Steven Runciman, editada por Reino de Redonda.

Sección de la iglesia de Santa Sofía, tomada de la 2ª edición de Las Iglesias Cristianas, de José Luis Vázquez Borau, publicada por San Pablo.

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