martes, 21 de septiembre de 2010

Uno, dos, tres…¡Qué bien se cuenta!

Si se tiene en cuenta la anormal situación de una ciudad dividida, la vida en Berlín era más o menos normal. El tránsito fluía libremente por la Puerta de Brandemburgo. En realidad, no se encontraban muchos obstáculos para pasar de un lado a otro del telón de acero. Algunos policías de la Alemania Oriental eran rudos y suspicaces; otros, eran suspicaces y rudos.

Como Berlín, la ciudad en la que se desarrolla, la película es, básicamente, una película dividida. El humor, no ya del director, sino de, al menos, uno de los adaptadores de la obra en que se basa (aunque coincida con el director de la película), permite repartir tanto para un lado del Telón como para el otro.

La plasmación de Occidente es ya de por sí una crítica a éste: la compañía Coca-Cola (“El Sector Occidental, bajo la protección aliada, estaba en paz, era próspero y disfrutaba de todas las bendiciones de la democracia. Por pura coincidencia, ésta resulta ser la compañía para la que trabajo”). Y sigue. El interés de Occidente en relación con el bloque soviético no es establecer en él la libertad y la democracia: la trama inicial es el conjunto de unas negociaciones comerciales para conseguir establecer en la URSS… plantas de envasado de Coca-Cola.

Interés del alto ejecutivo, para promocionarse en la compañía:
Debí conseguir ese puesto [Jefe de Operaciones en Europa, en la Central de Londres] hace cinco años. Estaba todo listo. Incluso me compré un paraguas.

¿El puesto de Londres? ¡Bien! No sé qué decir. Nunca esperé nada semejante. Sólo el que hayan pensado en mí, ya es un honor.

- Estás muy contento, ¿no, mein Führer?
- Ya lo ves.
- Encerraste a ese pobre chico.
- En efecto, no iba a dejar que un embrión de comunista arruine una vida.
- Pero ella le quiere.
- Oh, no es su vida, es la mía.


- ¡Virgen Santísima, lo que me faltaba para hundirme!
- ¿Cómo resultará trabajar para la Pepsi-Cola?


Efectivamente, la vida del alto ejecutivo está muy vinculada a la de su propia empresa. Por eso, son varias las referencias a otro tipo de bebidas, como cuando la secretaria prepara el café… en las oficinas principales de la Coca-Cola, o en una discusión matrimonial:
- ¿Qué te ha ocurrido, Phyllis? Después de quince años…
- Los matrimonios después de quince años quizá se avinagren un poco, como las sobras de un vaso de cerveza.
- Oye, ¿no podemos discutir este problema sin traer a colación una bebida rival?


Este gran desarrollo industrial occidental tiene su contrapartida, muy notoria en la época (1961), en la llamada “carrera espacial”, cuyos éxitos soviéticos y fracasos estadounidenses son mencionados en varias ocasiones.
- Bien. Tú y ese Otto, ¿qué hacéis exactamente cuando estáis juntos?
- Cosas agradables. Yo le lavo las camisas, y él ensancha mi mente. Y cuando hace mucho calor, nos echamos en la azotea a ver pasar los Sputniks.


- Ha obtenido una beca para el Instituto Técnico Popular.
- Cohetes soviéticos, psssss… ¡Venus! Cohetes americanos, pfuu… Miami Beach.


- Estuve prometida cuatro veces. Conozco a los hombres. Y esos subversivos son los más apasionados. Sí, sin disputa.
- Y yo que creí que sólo nos aventajaban en los cohetes.


Aunque, seamos prácticos.
- Tranquilícese, Boris. Mientras ellos ponen al Tío Sam en relojes de cuco, nosotros mandaremos un cosmonauta a la Luna.
- Esta bien. Ustedes serán los primeros que envíen un cosmonauta a la Luna, pero si quiere Coca en el camino tendrá que acudir a nosotros.


Y es que los problemas con el transporte, por lo menos el aéreo, en Berlín, ya estaban superados:

- ¿Qué es eso? [Un reloj de cuco]
- Mis empleados me lo regalaron en el décimo aniversario del Puente Aéreo.

Vuela en la PanAm. El avión llega a Berlín a las 4:30… a no ser que los malditos comunistas lo derriben.

- Perdone, ¿es éste el avión de París?
- Sí, señor.
- ¿Está la señorita Hazeltine entre los pasajeros?
- Había una Hazeltine entre los pasajeros, pero la hemos perdido.
- ¡¿La han perdido?!


- El avión llegará diez minutos antes.
- ¡Diez minutos antes! ¡Vaya una manera de llevar el negocio! ¡Los aviones deben llegar con retraso, no adelantados!


Aunque hay otros problemas técnicos:
- ¿Y si agarramos el teléfono y llamamos a las autoridades de allí?
- No es tan sencillo.
- ¿Por qué no?
- No hay servicio telefónicio directo con el Este: hay que llamar a Estocolmo, desde allí a través de Varsovia a Leipzig y luego a Berlín Este, y allí nueve veces de cada diez se equivocan de número.


Te recogeré a las seis y media en punto porque el tren de las siete para Moscú sale puntualmente a las ocho y quince.

La película no olvida que no sólo se comercia entre Occidente y el bloque soviético; también lo hace cada bloque dentro de sí mismo.
- Las corbatas… Jawohl, nicht jawohl, jawohl, desde luego no, no,… ésta, ésta es mejor.
- ¡Es la mía!
- ¡Quítesela! ¡Se la compro!


- ¿Cigarrillos? ¿Refrescos?
- Tenga, fume uno de éstos.
- Gracias.
- ¡Mmm! Puros habanos.
- Tenemos un acuerdo comercial con Cuba. Nos mandan cigarros y nosotros mandamos cohetes.
- Bien pensado. (…) ¿Saben una cosa? Les han engañado. Este cigarro es de la peor clase.
- No se preocupe. Nuestros cohetes también de peor clase.


Las negociaciones son duras y difíciles. Y es que ‘la pela es la pela’:
- Bien. El trato fija un canon de Derechos Reales.
- ¿Qué dice? En Rusia no hay Derechos Reales desde que liquidamos al zar.
- No importa. Nos darán un porcentaje sobre el bruto.
- ¿Pagado en…?
- ¡En dólares!
- En lugar de dólares no aceptarían una gira de nuestro Ballet de la Ópera.
- ¡Por favor! Cultura no, dinero.


De todas formas, se alaban las ventajas de la libertad y la democracia en Occidente:
- Schlemmer, ¿cuántas veces le he dicho que no quiero que se levanten y se pongan firmes cada vez que entro en la oficina?
- Lo sé. He dado órdenes tajantes.
- ¿Es que no entra en sus prusianas cabezas que ahora viven en una democracia?
- Eso es lo malo. En otros tiempos, si así se hubiera ordenado, se habrían sentado. Ahora con la democracia, hacen lo que quieren, y lo que quieren es levantarse.


Lo siento, se quedarán después de la hora practicando. (…)
¡Oh, lo siento! Mientras ellos se entrenan en no levantarse, yo me entrenaré en no dar taconazos.


Y es que el desarrollo de la acción en Berlín Oeste permite recordar algo de lo allí sucedido quince años antes.
- Entre nosotros, Schlemmer, ¿qué hizo durante la guerra?
- Estaba en el subsuelo, en el subterráneo.
- ¿En la resistencia?
- No, conductor. En el subterráneo, ¿sabe? En el Metro.
- Y desde luego era usted antinazi y nunca le gustó Adolf.
- ¿Qué Adolf? Abajo donde yo estaba no me enteraba de lo que ocurría arriba. Nadie me dijo nunca nada.


Oiga, si ustedes pudieron quemar el Reichstag, podrán quemar un simple certificado de matrimonio.

- Schlemmer, quiero que todo el personal de la casa esté alerta y pendiente de mis órdenes. ¡Alarma general! ¡Movilización total!
- ¡Como en los viejos tiempos! ¡Sí, señor!


Lo que tiene su ventaja cuando el ajetreo final es descubierto por un sagaz periodista:
- ¿Cuánto quiere usted por olvidarlo todo?
- ¿Cree que puede comprar a un periodista alemán?
- Nunca tuve ocasión de comprobarlo.
- Tal vez en América los periodistas se vendan, pero no aquí, en Alemania.
- Los documentos de adopción, firmados y legalizados… ¡Herr Oberleutnant!
- ¿Se conocen ustedes?
- Era oficial de mi compañía.
- ¿En el Metro?
- No, más tarde, cuando me reclutaron.
- ¡Aaaah! GESTAPO.
- No, no. SS.
- Halten Sie doch den Mund, Sie Idiot.
- Bueno, Herr Oberleutnant. Si hay algo más que pueda hacer por usted…
- No, gracias, tengo todos los datos. Unión entre dos familias internacionalmente ilustres: los Hazeltines y los von Droste-Schattenburg. El acontecimiento del año. Saldrá en la edición vespertina.
- Más vale así.
- Auf Wiedersehen
- Sieg Heil.
- Y usted Schlemmer, ha vuelto a las SS: Suspensión de Sueldo.
- Señor, déjeme explicarle. Yo sólo era repostero en la cantina de oficiales… Pero un malísimo repostero.


Esta vida plenamente comercial y tan tranquila, se ve alterada con la presencia de una muchacha, hija del gran jefe de la empresa, por cuyas vacaciones en Europa se ven alteradas las vacaciones del alto ejecutivo y su familia. Lo que nos permite introducirnos en los problemas familiares habituales de una típica familia americana de la época:
- Tommy, tu padre al teléfono (…)
- Creo que tu madre tiene razón. Es tonto que los lleves.
- ¿Qué vas a hacer con los patines en Venecia? ¡Las calles están bajo el agua!
- ¿Y qué? Me llevo también mi respirador submarino.
- Ten. Tu marido quiere hablarte.
- Oye, Phyllis. Que se lleve lo que quiera.


- ¡Basta ya niños! ¡Scarlett está mala!
- Si se muere, volveré a mi habitación.


- Mac, no me importa. Yo quiero ir allí [a Atlanta]
- ¡Dame una buena razón!
- ¡De acuerdo! A Cindy tienen que enderezarle los dientes; Tommy ya tiene diez años y todavía no sabe lo que es un rascacielos. Y yo, para variar, quisiera ver americanos, no alemanes, o portugueses o hawaianos.
- ¿Quieres volver a pagar impuestos? ¡Aquí estamos bien! Casa grande, criados, un buen coche, hasta cuenta corriente. ¿Y quieres dejar todo esto por la sombra de un rascacielos?
- Sí, claro, para ti es la vida. Dondequiera que vayamos encuentras una simpática secretaria, que además te da clase de idiomas…
- ¿Qué quieres decir?
- Que sé siempre cuándo tienes una nueva maestra. Te pones alzas en los zapatos para parecer más alto.
- Phyllis, ¿qué insinúas?
- Lo sé hace años.
- ¿Y nunca me habías dicho una palabra? ¡Eso está muy feo!
- No quería ser una de esas pesadas esposas americanas, pero tal vez me equivoqué. Tal vez debí haberlo cortado hace tiempo.


Y es que el aspecto sexual no puede dejar de estar presente. No ya sólo porque el alto ejecutivo tenga en su secretaria una amante, sino porque se usa como aliciente en lo que resulte necesario.
- Mandará los papeles a Berlín Este con la dama rubia por triplicado
- ¿Los papeles por triplicado o la rubia por triplicado?
- Si puede, las dos cosas.


Hay que reconocer que estos capitalistas tienen algo bueno. Saben cómo fabricar una mujer.

- Como son de la misión comercial, vengo a comerciar.
- ¿Coca-Cola?
- ¡No! Pero he oído que les gustaría que Fräulein Ingeborg trabajar con ustedes.
- ¿Quiere vender su secretaria?
- ¡Cierto!
- ¿Por una secretaria rusa?
- ¡Error!
- No se lo reprocho, las nuestras tienen forma de samovar.


- Será mejor que se ponga algo. Está enseñando el Canal de Kiel.
- ¡Oh, eso no es nada! Si viese a mi hermana…


¿Y qué decir de los problemas laborales?
- Aquí está su correo, su Wall Street Journal y aquí está mi carta de dimisión.
- ¿Dimisión? ¿Qué mosca le ha picado?
- Ya no me da trabajo fuera de horas, no ha vuelto a hablarme del fin de semana, ha perdido todo interés por la diéresis… Está bien claro: mis servicios aquí no son necesarios.


- Es usted un gran hombre, Schlemmer.
- Gracias.
- Schlemmer, ¿cuánto le pagamos ahora?
- Doscientos semanales.
- O sea, unos cincuenta dólares.
- Exacto.
- ¡Suficiente!
- Sí, señor.


- ¿Estuviste ayudándola a escaparse a mis espaldas?
- Sí señor, pero yo tener muy buena excusa.
- ¿Cuál?
- Ella me paga cien marcos por noche: cincuenta por llevarla, y cincuenta por no decirlo.
- ¿Me da usted permiso para despedirlo?
- ¡Aún no!


¡Quince años en la compañía que se van al cuerno! ¡Me boicotearán! Mis hijos pasarán hambre, mi mujer tendrá que fregar suelos,…

- Como director de la planta de envases, se queja siempre de que necesita ayuda.
- Sí, señor. Estamos agobiados.
- Pues alégrese porque va a tener un ayudante.
- ¿Quién?
- ¡Usted!
- ¿Yo?
- ¡Eso es! El nuevo director de la planta de envases es Otto von Droste-Schattenburg.
- Lo rechazo.
- Su posición será más baja, pero la paga más alta.
- Lo acepto.


- Quiero que pinte este escudo en la puerta de un coche. ¿Cuánto tardará?
- Pues…
- ¡Es demasiado!


¿Y la forma tan efectiva de conseguir los contratos laborales?
Para uno…
- Será mejor que se busque otra chica.
- ¡Está bien! ¡Escriba!
Anuncio por palabras para todos los periódicos de Berlín.
Texto.
Gerente edad mediana necesita secretaria joven y atractiva. Preciso sea dócil y adaptable. Sueldo excelente, cómodas condiciones de trabajo. Ciertas gabelas.
- ¿Ciertas gabelas? ¿Qué es eso?
- Pequeños extras. Por ejemplo, esta mañana he pasado por esa bonita tienda de la Kurfürstendamm y tenían en el escaparate un vestido de seda blanco con lunares negros y un sombrerito…
- ¿Y un bolso y zapatos combinados?
- ¿Por qué no?
- Acepto el empleo.
- Suyo es.
- Danke schön
- No hay de qué-schön.


y para otro:
- ¡Ingeborg!
Tome este anuncio para todos los periódicos.
Hombre de negocios internacional, obeso pero guapo, precisa secretaria bilingüe. Pequeñas gabelas comprenden viajes al extranjero, gastos de vestuario cubiertos, espléndido plan de retiro,…
- Acepto el puesto.
- Ya es suyo.


Y la situación político-social también se encuentra presente continuamente, tanto en lo que respecta al propio Berlín, como a la establecia entre bloques, como a la específica de Estados Unidos:
Sí. He tenido nueve países. Ahora tengo media ciudad, y a lo mejor, vuela cualquier día.

- Europa, ¡qué atraso! He visitado el Coliseo y he visto la Mona Lisa. Pero nunca me llevaron a uno de esos sitios tan estupendos como el Lido, el Caballo Loco y Le Sexy.
- Le prometo que se divertirá muchísimo en Berlín.
- A eso he venido. Dicen que aquí hay mucha frivolidad.
- ¿Dónde se lo han dicho?
- ¿No lee usted los periódicos? Todos dicen que actualmente Berlín es una ciudad que está que arde.


El General Hartel ha salido de maniobras. Bien. ¿Qué hay del alcalde Willy Brandt? … ¡Ah! Vigilando las maniobras. Y el comisario de Policía … ¡Ah, ya! ¡Vigilando a Willy Brandt! Entonces, ¿quién se ocupa de la tienda?

- ¿Estuviste ayudando a difundir propaganda antiamericana?
- No es antiamericana. Es anti-yanqui. Y allá en Atlanta todo el mundo detesta a los yanquis.


Niña, tú no sabes de la misa la mitad. De Rusia hay que huir, no ir a ella.

¿Se ha casado con un comunista? ¡La conmoción que sacudirá Atlanta será el terremoto de San Francisco transportado al este! … No, no lo encuentro gracioso. … ¿Se van a ir a vivir a Moscú? ¡Eso sí tiene gracia!

- Dicen que allí hace frío siempre.
- Treinta bajo cero.
- ¡Mentiras fascistas!


Cuando llegue el día, abogaré en favor de usted. Son mis padres los que me dan pena. Ya es demasiado tarde para salvarlos. Otto dice que tendrán que ser liquidados. ¡Adioós!

- Le gustará. Se parece a Jack Kennedy, sólo que más joven y tiene más en la azotea.
- ¿Más cerebro?
- ¡Más pelo! Y desde luego, ideológicamente, es más profundo.
- Ya veo que equivocamos el voto.
- En Rusia no hubiera pasado.
- ¿Es que no se equivocan?
- Es que no votan.


- ¿Amó usted alguna vez a un revolucionario?
- Nnno, pero fui novia de un demócrata de Stevenson.


- Más bien es él quien ha sido recogido por la Policía oriental.
- ¿Policía? ¿Por qué?
- ¿Quién sabe? Allí meten a la gente en la cárcel como nosotros nos tomamos un whisky.


- No me pongo pantalones a rayas aunque me maten. Eso es para banqueros y vampiros de guerra.
- Éstos fueron encargados por el embajador de la República Popular de Yugoeslavia.
- Nos entenderemos con Tito cuando llegue el momento.
- ¡Quíteselos y arrégleselos! ¡Son demasiado grandes!
- ¿Delante de la señora?
- Lo… lo olvidé. No lleva calzoncillos.
- No me choca que ganen la Guerra Fría.


Los amigos de Otto no nos hicieron ningún regalo. En su lugar, enviaron el dinero a los recolectores de algodón sin trabajo de Mississippi.

- ¿Por qué no te buscas un cómodo empleo fijo en la casa de Atlanta?
- ¿Atlanta? ¡No hablas en serio! Aquello es Siberia con discriminación racial.


- Hay un tal Otto Ludwig Piffl detenido por la policía oriental.
- ¿Qué ha hecho?
- El granuja me robó un reloj de cuco.
- ¿Quiere recuperar reloj?
- ¡Error!
- ¿Quiere recuperar Piffl?
- ¡Cierto!
- ¡Imposible, mi amigo! No podemos intervenir en asuntos internos de soberana República de Alemania Oriental.


- Dicen que se hospedan en el Gran Hotel Potemkin, ¿sabe dónde está?
- Sí, señor. Antes era el Gran Hotel Göring, y mucho antes, el Gran Hotel Bismark.


- ¿Han oído eso? Se ha declarado espía americano.
- En tal caso, yo no quiero intervenir, porque si llegan a saberlo en Moscú…
- Tiene razón. No hay secretaria que valga ese riesgo.
- Y por otro lado, ¿por qué tienen que saberlo en Moscú? Yo no informaré.
- Pero ¿y si lo descubren?
- No hay más que cruzar la frontera hacia el Berlín Oeste.
- Para usted es fácil decirlo porque es soltero. Pero si yo deserto, ¿adivina lo que harían a mi familia? Colocarlos de espaldas al paredón y fusilarlos: mi esposa, y mi suegra también, y mi cuñada, y mi cuñado, y… Camaradas, ¡hagámoslo!


Una chica robusta como usted, no debería estar cortando uñas, sino segando trigo en Ucrania.

- ¡Todo es ilegal!
- ¡No, no lo es! Tenemos certificado. Y vea los anillos de boda
- Forjados con el acero de un valiente cañón que luchó en Stalingrado.
- No me importa quién sea tu joyero.
/ / /
- Escoged dos alianzas.
- ¿Te gustan éstas?
- ¿Oro? ¡Jamás! Prefiero el honrado acero de los cañones de Stalingrado.
- Vamos, vosotros siempre estáis hablando del desarme. Podríamos empezarlo ahora mismo.


- ¡Espere! ¿Quién pagará esta locura?
- Tienes valores. Esas acciones de Coca-Cola.
- ¿Quiere que me siente sobre mis valores a cortar cupones?
- No te exaltes. El nene cortará los cupones. Pondremos todo el dinero a su nombre.
- No dejaré que mi hijo se eduque como un capitalista.
- Cuando sea mayor, podrá decidir por sí mismo: si quiere ser un capitalista o un comunista rico.


Al de ahí dentro no le diga que son puños franceses. La situación en Argelia no está para bromas.

- Son 50% nylon.
- ¿Nylon? Eso es Du-Pont, un conocido monopolio.
- Son también 50% algodón, una ayuda para los de Mississippi.


- ¿A que no sabe usted lo primero que voy a hacer? ¡Llevar a los trabajadores a la revolución!
- ¡Ponte los pantalones, Espartaco!


- ¿Cuál es la situación aquí en Berlín?
- No deberían hacerlo con perros… Es decir, fue un empate… En realidad,… la situación es desesperada, pero no grave.
- Desesperada pero no grave. ¡Eh! ¿Sabe que tiene la cabeza sobre los hombros?


- ¡Habla francés!
- ¡Y ruso!
- ¡Ruso!
- Ruso blanco, claro.
- ¡Ah!


Y a modo de conclusión:
- Puede que nuestros hijos conviertan el mundo en un lugar feliz, un lugar donde los hombres sean iguales, y haya libertad, y justicia para todos.
- ¡Enhorabuena! Acabas de citar a Thomas Jefferson , a Abraham Lincoln y el Juramento de Lealtad a la Bandera.


Y claro, tras la político-social, la forma de vida habitual no puede faltar.
- También debes hacer tu equipaje, cariño.
- Necesito poco tiempo. Sólo mi ajedrez, una camisa y unos doscientos libros.


- Te prometo que sólo luciré mis joyas en casa.
- Nos han asignado un magnífico departamento. Está muy cerquita del lavabo colectivo.
- ¡Cuánto te quiero!
- Te voy a hacer muy feliz. Todas las mañanas desayunaremos en la cama.
- ¡Es estupendo!
- Y comeremos, y cenaremos…
- ¿En la cama?
- Es que no hay mesa ni sillas.
- ¡Qué importa!


- Tenía miedo de que no lo quisieras.
- ¡Qué tonta eres! ¡Quiero docenas!
- Igual que yo…
- Y el Partido lo quiere también. ¡Superaremos la producción del Oeste!
- Creo que tienen un nuevo Plan: en lugar de que una mujer tarde nueve meses en tener un bebé, pondrán a trabajar a nueve mujeres para hacerlo en un mes.
- En cuanto lleguemos a Moscú, te inscribiré en la lista de espera para la Maternidad Popular y el Tocólogo Popular.
- No. Quisiera tener a mi médico de cabecera de Atlanta. A mi niñera, a mi institutriz…
- ¿Para qué? ¡El. Estado se hace cargo de todo! A la edad de seis meses, el niño ingresará en la Casa Cuna de la Escuela Popular. Naturalmente, tendremos derecho a visitarlo un jueves sí, y otro no.
- ¿Un jueves sí y otro no?
- Podéis llevarle un pirulí con una lima dentro.
- Esbirro imperialista. Y luego lo veremos el 1 de Mayo… cuando marche formado en el desfile, ¡y podremos saludarle!
- Podréis saludarle en el cumpleaños de Lenin, y en el cumpleaños de Yuri Gagarin, se va a pasar la vida desfilando.
- Bueno, así por lo menos, tomará el aire.


- ¿Sí? ¿Quién, el gerente del Hilton? ¡Póngamelo! … Oiga, deseo reservar la suite nupcial. Sí, desde ahora. … ¿Quién la he preguntado cuánto cuesta? Es para el yerno de un millonario americano. … Cama doble, claro, sábanas de seda.
- Diga que no necesitamos mesa ni sillas. Haremos todas las comidas en la cama.
- Quite las sábanas de seda, que pongan un mantel y dos servilletas.


- No firmaré nada, ni me haré socio de nada.
- Pero cielín, es la forma de vivir americana.
- ¡La forma de vivir americana! Desempleo, discriminación, gangsterismo, delicuencia juvenil,… Pero… con nuestro nuevo plan de veinte años les alcanzaremos a ustedes.


- Cálmate, los únicos títulos que conocen en América son Duke Ellington y los Reyes del Petróleo.

- No llevo siendo capitalista más que tres horas y ya le debo a usted diez mil dólares.
- Por eso va bien nuestro sistema: todo el mundo le debe algo a alguien.


- Bueno, Melania. Déjame a mí ese joven. No tardaré más de treinta segundos en saber si se trata de un cazador de dotes o es simplemente un chiflado.
- ¡Ay, Señor! Espero que no.
- Tú no conoces a los europeos.


- No haga caso del título. Trabaja para vivir.

La música también está presente. Por supuesto, la Danza del Sable, que actúa como banda sonora de la película y marca el ritmo frenético del alto ejecutivo:





Pero también otras referencias:
Si Van Cliburn interpreta a Tchikovsky, también me descubro.

- ¿Pulso? ¡Tch, tch, tch! (mirando el reloj)
- ¿Qué le pasa, doctor?
- Ya he perdido primer acto de Valquiria.


Música, la de la Cabalgata, con la que el alto ejecutivo determina e inicia la heróica operación de rescate.

Y el momento más terrible de la película: las escenas de tortura en el edificio de la policía oriental.

La película también tiene referencias cinematográficas, propias de los protagonistas de ella. Por un lado, la musiquilla del reloj de cuco es Yankee Doodle, título de una película protagonizada por el mismo protagonista de ésta, James Cagney, quien asume totalmente el ritmo loco de la película. Por otro, Sólo ante el peligro, película en la que también su parte final está marcada y pautada en el tiempo por las sucesivas tomas del reloj dando las horas. O dos que no hace falta explicar:

“¡Vaya, mis viejos amigos, Hart, Schaffner y Karl Marx! (…) ¡Eh! He dicho Karl Marx, no Groucho.


Y la más comentada, Con faldas y a lo loco, dirigida por el mismo director, y en la que también se juega con la confusión y engaño de un hombre vestido como una mujer,… y con éxito entre los hombres.
- Esos rusos… espero que no estén muy decepcionados.
- Eso allá ellos.
- En realidad, eran muy monos. Todavía no sé quién me gustaba más, si el gordinflón o el calvorota.
- Eso allá Schlemmer.


Esta circunstancia se encuentra contra-referida cuando un miembro de la tripulación se dirige a la esposa del alto ejecutivo para solucionar un problemilla:
- Madame, apelo a usted como mujer…
- Le aseguro que lo soy. Au revoir.


Y, claro, tratándose de la Coca-Cola y Atlanta, Lo que el viento se llevó. No sólo en los nombres de dos de las mujeres (la joven, Scarlett, y su madre, Melania): cuando Scarlett ha desaparecido, comentan:
- ¿Qué puede haberle pasado?
- ¿Quién sabe? Lo que el viento se llevó.


Las críticas hacia ambos lados permite usar los mismos ‘gags’, una vez en un sentido, y otra, en el contrario.
Por ejemplo, en las negociaciones comerciales:
- Cuando las plantas funcionen nos reservamos el derecho de inspección.
- Desde luego, nosotros nos reservamos el de veto.
- Nuestros inspectores estarán autorizados…
- Lo vetamos
- Lo suponía.


y en las menos comerciales, relativas a la secretaria:
- Antes de cerrar trato, exigimos derecho de inspección.
- Lo veto.
- Lo suponía.


En las negociaciones comerciales:
- Mi querido amigo americano, si hemos de vivir juntos en pacífica coexistencia, es preciso que haya un cierto toma y daca.
- Sí, nosotros damos y ustedes toman.


o en los problemas sobrevenidos:
Óyeme, Ottito. Si hemos de vivir juntos en pacífica coexistencia, es preciso un cierto toma y daca.

En los tratos comerciales:
Tenemos una reunión con la Delegación comercial suiza. Nos han enviado 20 camiones de quesos. Totalmente inaceptable. Llenos de agujeros.

trasladado a las compras particulares de zapatos:
Del todo inaceptable. Lleno de agujeros.

En las negociaciones comerciales:
¿Le importa que nos reunamos en Conferencia?

o en las menos comerciales:
- ¡Un momento, por favor! ¡Conferencia en la cumbre! Bien, camaradas. ¿Qué nos queda por hacer? Él tiene lo que queremos. Tendremos que aceptar este vil chantaje capitalista.
- Decida el voto.
- Yo voto sí.
- Yo voto sí. Son dos votos de tres. Trato hecho.
- Camaradas, antes de que sigan, debo advertirles: yo no pertenezco al secretariado de refrescos; soy un agente secreto encargado de vigilarles.
- En tal caso, yo voto no. No hay trato.
- Pero yo voto sí.
- Otra vez dos de tres. Trato hecho.


y en la final solución familiar
- ¿A Atlanta?
- Sí, soy el nuevo vicepresidente encargado de tapar botellas. Están subiéndome a patadas.
- ¡Cuánto me gustaría poder tratarte también así!
- Y ya sabes. Cuando os decidáis a venir, estaré esperándoos.
- Un momento. ¡Conferencia! Dos de tres, trato hecho.


Por cierto, hay dos momentos de la película que en cualquier momento dejeremos de verlos. En uno, cuando se describen las plantas que existen en Oriente Medio, y el otro, cuando renegocia una adopción.
Tenía a mi cargo todo el Oriente Medio: 9 países, 15 plantas de envase, de cara a La Meca, claro.

- ¡Cuatro mil marcos!
- Tiene que saber que estoy emparentado de lejos con el ex-Rey Faruk de Egipto.
- Entonces tres mil quinientos.
(…)
- También le daré una fotografía del Castillo de Schattenburg, desgraciadamente destruido durante la guerra.
- ¿Aviación americana?
- No, caballería turca, en 1680.


Pero bueno, toda esta locura tiene, cerca del final, un buen resumen:
- ¿Se acuerda de mí?
- Comisario Peripetchikoff Vaya, vaya, vaya.
- Vaya es la única cosa que no soy.
- ¿Es usted un comisario ruso?
- Me engañó usted, pero por última vez.
- Yo también fui engañado. Oiga, comisario, ayúdenos a mi mujer y a mí a entrar en la zona soviética.
- Hay un pequeño problema.
- Claro, todo el mundo viene hacia aquí: mil quinientas personas al día ¿Quieres ir contra ese tráfico?
- Soy miembro del Partido. Pagué hasta diciembre. Allí me necesitan. ¡Soy técnico en cohetes!
- ¡Ah! En ese campo vamos por delante de América. En Cabo Cañaveral, si falla cohete, aprietan botón especial, y ¡paf!, cohete destruido. En Rusia tenemos dos botones.
- ¿Dos botones?
- Uno, para volar cohete; otro, para volar técnico.
- ¿Qué clase de comisario es usted?
- Un ex-comisario.
- ¿Ha desertado?
- En Rusia hay un proverbio: ¡Ve al Oeste, joven!
- ¿Qué ha sido de sus camaradas Mishkin y Borodenko?
- Al subir en ambulancia Puerta de Brandemburgo, robé Borodenko placa de policía y los mandé detener.
- ¿Traicinó a sus propios camaradas?
- Si no hago eso con ellos, hacen ellos a mí.
- Otro viejo proverbio.
- Es usted peor que él.
- Escúcheme, amiguito, y no me tome por difamador. ¿Pero qué cree usted que le hizo Krushev a Malenko? ¿Qué cree que le hizo Stalin a Trostki?
- Luego todo el mundo está corrompido.
- No conozco todo el mundo.
- Más valdría liquidar a toda la raza humana y empezar otra vez en el caos.
- No lo tomes así, hijo. Un mundo que fue capaz de crear el Taj Mahal, a William Shakespeare y la pasta dentífrica, algo bueno tendrá.


Y es que, a pesar de todas las críticas contra un lado y otro, no debemos olvidar las principales críticas, las que, por desgracia, apenas han tenido más trascendencia, y que se encuentran justo al principio de la película, a través de la voz en off:
El Sector Este, bajo la dominación comunista, estaba todavía en ruinas, pero la gente atendía a sus asuntos diarios,… desfilando.
Estas constantes demostraciones no llegaron a provocar a los berlineses del oeste: estaban demasiado ocupados reconstruyendo.


Y más aún (bajo una capa de sarcasmo: “Menciono esto sólo para que vean con qué clase de gente tratábamos, muy variable.”), la primera escena de todas: el Muro.


Nota final:
Todo el mundo en sus puestos esperando órdenes.

«Uno – Comprar la película junto con la edición de El Mundo del sábado día 25.
Dos – Ver la película.
Tres – Disfrutar de la película.»

Créditos:
Carátula, fotogramas y montaje de fotogramas, tomados de la película.
Transcripciones de los diálogos del doblaje en español de la película.

4 comentarios:

  1. Sí, ya sé que he tardado en publicar la anotación, pero aún llegáis a tiempo. Y si no, al menos, a comprar el periódico, y con el cupón, encargarla al kiosquero.
    ¡Venga!
    ¡Uno, dos, tres!

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  2. Qué bien se cuenta, si se tiene el talento de Billy...
    Quien no la haya visto, va a comprobar cómo se hace buen cine. Por eso a Almodóvar lo compararon con Billy Wilder. Dijeron: Comparado con Billy Wilder, Almodóvar es una porquería.

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  3. Teniendo en cuenta que las comparaciones son odiosas, no comparemos. Quedémonos en la descripción.
    Almodóvar es una porquería.
    Gracias, y un saludo.

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  4. El papel principal fue escrito pensando en que lo interpretara James Cagney pues tenía fama de ser el actor más rápido recitando un texto.
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    La escena final con la botella de Pepsi se incluyó, según se dice, después de que una encolerizada Joan Crawford -por aquel entonces presidenta de Pepsi-Cola- llamara a Billy Wilder, quejándose de que la película hiciese propaganda del producto rival.
    Verdad o leyenda, la escena es un broche de oro a esta película.
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    ¿Seguro que no es de Almodóvar?
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