lunes, 18 de octubre de 2010

Tenim que fer-ho i anem a fer-ho

«De cuanto ocurrió después de la riada lo que es inolvidable para mí y para muchos valencianos, es el programa que hizo Radio Juventud de Murcia. Hubo mucha solidaridad, mucha emoción. Y recuerdo aquel chico, aquel locutor… y vuelvo a sentir la misma emoción ahora mismo, cuarenta años después.»
Alicio Martínez Morillas, un valenciano entre otros miles, ha revivido aquellas emisiones de radio (…) Minutos después se lo recuerdo a «aquel chico», el locutor de Radio Juventud de Murcia Adolfo Fernández Aguilar (…) Tenía 19 años en 1957 y era locutor en Radio Juventud, una pequeña emisora de la Cadena Azul de Radiodifusión en Murcia..
«Yo era un locutor principiante en una emisora pequeña de una ciudad enclaustrada. Y, sí, la iniciativa de hacer una subasta benéfica en la radio fue enteramente mía. Se me ocurrió a mí, en mi programa, y empecé subastando algo pequeño, una cosa de mi hermano. Lo que pasa es que tomó cuerpo y creció, y pasó de ser ‘Murcia por Valencia’ a ‘España por Valencia’. Tomó una gran dimensión y con la subasta del burrito ‘Platero II’ y luego con el del anillo pastoral del arzobispo de Valencia, don Marcelino Olaechea, el programa llegó a una culminación extraordinaria, con una enorme audiencia.»
(…) Una de las necesidades primordiales que se planteó en Valencia fue la de la construcción de nuevas viviendas, urgente y evidente sin necesidad de que hubiera venido inundación alguna. (…) Nació allí
[junto a la Misericordia y el Hospital Provincial] el barrio de la Fuensanta, que lleva el nombre de la patrona de Murcia, obviamente por la gran labor que Adolfo Fernández hizo, a favor de Valencia, desde la emisora Radio Juventud de Murcia.
(…) Queda, finalmente, el Decreto de Adopción de Valencia y las inversiones que supuso. Acordado en la primera ocasión en que Franco reunió a su Gobierno para tratar sobre la catástrofe de valencia, el
[viernes] 18 de octubre, [en el Palacio de Pedralbes] en Barcelona, el decreto no fue dotado financieramente hasta el 23 de diciembre de 1957, cuando el alcalde de Valencia llegó a cotas de tensión muy elevadas y el malestar en Valencia ya se hacía patente. (…)
La dotación financiera final del Decreto de Adopción fue de 300 millones de pesetas, superior a la cifra global de toda la ayuda a Valencia, y fue decidida por el Gobierno aparte de ella y al margen también de las inversiones
[de varios Ministerios]. (…)
La ciudad de Valencia, desde luego, tuvo la mayor parte. Y con ella repuso todos sus jardines, las barandas de los puentes dañadas, numerosos colectores y alcantarillados, lo spavimentos levantados y las aceras destruidas. (…) Una parte fue para reconstruir con otra apariencia la Pasarela de la Exposición. (…) Es el saneamiento y el alcantarillado, como concepto, el que más inversiones recibió; singularmente en el Distrito Marítimo, que era donde tenía peores condiciones tradicionalmente.


Y es que como cuenta el autor del libro:
Vicente Giner Boira nos relató otras muchas [anécdotas] y entre ellas destacó una:
«Fui acompañando a un ministro durante la primera visita, la del día 16 de octubre, y en la zona de huerta de Monteolivete, donde el daño había sido muy fuerte, estaba un agricultor retirando barro con lo que tenía, con una simple azada, y tirándolo en un carro. No había otros medios y su tarea no parecía muy eficaz. Pero llega el ministro y se lo hace ver: ‘Hombre, ¿pero no ve usted que eso no sirve para nada?’ El hombre se lo quedó mirando y yo creía que pasaba algo. Pero se limitó a decirle: ‘Tenim que fer-ho i anem a fer-ho’. Las frase me pareció admirable. Es una muestra de determinación, de tenacidad. No tenemos más medios, pero estamos trabajando; no podemos esperar.»


Aunque las ayudas vinieron, como es lógico, en primer lugar de los pueblos de la comarca, incluso de aquellos que, a su vez, también habían sufrido los efectos de las riadas (así, por ejemplo, el mismo día 15 ya se pudo repartir pan en Valencia procedente de estas poblaciones), la primera presencia de profesionales dedicados a los trabajos de auxilio fue la de una dotación de bomberos de Cartagena. También de Cartagena vino en pocas horas el grueso de la flota de guerra española con “lo esencial: hombres dispuestos, sistemas de comunicaciones, lanchas y alimentos”. Incluso “el Lake Champlain, un portaviones norteamericano que navegaba entre Barcelona y Palma de Mallorca, puso rumbo a Valencia y echó el ancla frente a la bocana sobre las seis de la mañana del día 16 de octubre. Los veinte helicópteros que transportaba en cubierta, más los que desde otros puntos hizo llegar a Valencia el Ejército español, fueron los que, a partir de del día 16 operaron en acciones de salvamento y avituallamiento.

La ciudad realizó en su momento, un monumento a las víctimas de la riada, del que ya hablamos aquí. Sin embargo, curiosamente, en las propias calles de Valencia, salvo alguna placa como las mostradas, no existe recuerdo expreso de la gran riada del 14 de octubre de 1957, ni de los que la padecieron o ayudaron en ella (o al menos, yo no las he visto). Aunque alguna hay, eso sí, no está fácil de ver. Como esta placa de la calle, artísticamente rehecha por la Comisión de la Falla, como recuerdo de la ayuda procedente de la ciudad en cuestión.

Créditos:
Textos y fotografía de Francisco Pérez Aparisi tomados de Hasta aquí llegó la riada, de Francisco Pérez Puche con fotografías de Francisco Pérez Aparisi, editado en 1997, con motivo del cuadragésimo aniversario de la riada de Valencia de 1957.

Fotografías de Francisco Pérez Aparisi, tomadas de dicha obra:
-Adolfo Fernández y Carmen Sevilla en una de las ediciones de la “Gran Subasta” en Radio Juventud de Murcia (oct-nov de 1957).
-Reparto de bocadillos con pan procedente de los pueblos de la comarca (octubre de 1957).
-Tropas del Ejército retirando barro en una calle de Valencia (oct-nov de 1957).

Fotografías del autor:
Iglesia y placa del Barrio de la Fuensanta (enero y noviembre de 2009)
Trapa de alcantarillado en la c/ Astilleros, en el Distrito Marítimo (agosto de 2009)
Placa de la c/ Requena, en recuerdo por su ayuda tras la riada, promovida por la Comisión de Falla (noviembre de 2008).

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