jueves, 14 de octubre de 2010

Un café. ¿Sólo? No, con libro

Como muchos de los (pocos) lectores de estas páginas ya saben, hace justo dos semanas, el último día de este último mes de septiembre, tuvo lugar en Valencia el evento de la inauguración de BiblioCafé.

Confirmando lo expuesto por Guido Finzi, de que son los libros los que nos eligen y esperan el momento oportuno, “y no al revés, como nos gusta pensar henchidos de soberbia. Y tan misterioso es de dónde vienen las palabras que conforman un libro, como el público en cuyas manos terminará”, no puedo decir de qué misterioso modo surgió el tema a principio de la semana, cuando uno de los comensales nos participó del cercano evento. Así pues, de esta forma tan científica, acabamos esa tarde allí.

La disposición del local es sencilla, con la forma de un ‘cuatro’, aunque digital, y especular (como sugerencia, seguro que no buscada, para reflexionar en él), con diversos “ambientes”: a través de la entrada principal desde Amadeo de Saboya se accede al primer tramo del ‘cuatro’, flanqueados por una pared debidamente vestida con estantes y libros, a la zona de ‘café literario’, digamos, con la barra al fondo, a la izquierda; entre ésta y la estantería que nos ha ido acompañando, podemos pasar al segundo tramo, una zona más ‘librería clásica’, que además de las estanterías, incluye las mesas de novedades y de destacados, así como, en un lateral, la ‘pecera’ para diversas actividades que se van organizando; el tercer tramo del ‘cuatro’ es el más breve, y conduce a la zona del negocio (es decir, a las cajas), a una segunda puerta del local, a la zona trasera de la manzana, y, al otro lado, en un pequeño apéndice, a una zona destinada al público infantil, acondicionada para que estos lectores noveles se encuentren a gusto, sentados en el suelo, como corresponde, sobre cómodos almohadones.

La disposición de los libros en las estanterías es la habitual en estos casos, aunque sin acumulaciones ni desbordamientos (todavía), en muchos casos con la cubierta visible (también todavía), aunque con el tradicional problema para leer los lomos de los libros, ya que se suele acabar con el cuello bastante fatigado por el continuo cambio de orientación en la disposición del texto en el lomo (por cierto, ¿por qué siempre se ponen los libros ‘bien’, aunque eso suponga una gran incomodidad para leer los títulos de los lomos?).

La amplitud del local no es una gran cosa, por lo que el fondo de armario de títulos físicos no puede ser muy completo, pero entiendo que el objeto tampoco es ése, sino más bien conseguir ser un punto de reunión de lectores, donde además, se pueda tomar un café y charlar sobre las estas extrañas aficiones. De hecho, comentándolo con José Luis Rodríguez-Núñez, el padre de la criatura, me confirmó que se buscaba conseguir una fidelización de las amistades, también clientes, claro.

Como ya señaló caragüevo, en la inauguración hubo una mesa redonda muy interesante (y ágil) en la que participaron Santiago Posteguillo, Antonio Penadés y Jorge Eduardo Benavides (en la foto, sentados, en ese orden, mientras eran presentados por José Luis). Dado que uno de los temas comentados fue el del libro electrónico, aproveché luego un momento, para expresarle mis temores ante el problema de las previsibles incompatibilidades entre versiones a Jorge Eduardo Benavides, quien muy amablemente aguantó mi parrafada. También departí un rato con Antonio Penadés, aunque más centrado en el tema de su última obra.

El evento se completó con un saludable vino de honor (tras el cual ya no cené), y una actuación musical (ver la anotación de caragüevo).

Con fecha del día 7 último, han publicado en su página de internet algunas fotos de la inauguración. Para los curiosos, y salvo error, mi hermano y yo hemos salido… fuera del encuadre.

Como suele pasar, aunque desde entonces he estado varias veces al lado de la librería, aún no he podido volver a ella (y eso que no cierran a mediodía). Y eso que la idea es atractiva [es más, incluso ya tengo nombre para una librería similar si tuviera con qué], por lo que espero que les vaya bien (y si puedo contribuir en algo, lo haré; bueno, ya esa misma tarde hice un poco).

Otra cosa provechosa del evento fue que me permitió… estrenar la bicicleta.

Créditos:
Fotografías del lugar y del evento, del autor.

5 comentarios:

  1. Lo de la incompatibilidad de formatos en los libros electrónicos es un hecho, ayer leí que ese engendro llamado Libranda está en negociaciones con Amazon para poder hacer negocio juntos. El problema es que el formato de los libros de Amazon y de su lector kindle es distinto al que maneja Libranda.
    Todavía no ha arrancado el negocio y ya se para.
    Respecto a Bibliocafé, el fondo de armario tiene que aumentar, fui el sábado dispuesto a comprar dos libros y no los encontré.

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  2. ¡Cachis! ¿No serían los dos que precisamente ese día me llevé yo?

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  3. Curioso el biblio-café, que ya tuve el gusto de conocer en casa de Caraguevo.

    Lo de los lomos de los libros me ha provocado también a mí más de un dolor de cuello. Según tengo entendido, en las editoriales españolas va de abajo hacia arriba; mientras que en las anglosajonas va al revés. O eso leí u oí hace mucho, mucho tiempo.

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  4. Caraguevo: Pon al día esa información sobre Amazón y su lector kindle en tu casa, please. El otro día estuve echando un vistacillo a la página de Amazón en Inglaterra, a ver si encontraba algún libuk curioso, y precisamente me fijé en un kindle de esos con un precio bastante provechoso para mis bolsillos.

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  5. Me intriga eso de la Bibliocafé.

    Un saludo

    PD: Y esos lugares no se llenan de snobs?

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