domingo, 26 de diciembre de 2010

Cuando el grajo… ni siquiera vuela

A los trabajadores no se les enseñaba el termómetro, aunque tampoco hacía falta: había que salir al trabajo cualesquiera que fueran los grados. Por lo demás, los viejos del lugar calculaban casi con exactitud el frío sin termómetro alguno: si había niebla helada, quería decir que fuera hacía cuarenta grados bajo cero; si al expulsar el aire este salía con un silbido pero aún no costaba respirar, significaba que hacía cuarenta y cinco grados; pero si la respiración era ruidosa y faltaba el aire, entonces era que estábamos a cincuenta grados. Por debajo de los cincuenta y cinco grados un escupitajo se helaba en el vuelo. Los escupitajos se helaban en el aire hacía ya dos semanas.

Créditos:
Transcripción parcial del principio del relato Carpinteros, incluido en el volumen I de Relatos de Kolimá, de Varlam Shalámov, según traducción de Ricardo San Vicente (revisada por Julio Hurtado), en edición de Minúscula (octubre de 2007).
Fotografía desde el autobús urbano, del Tiergarten, de Berlín, en enero de 2010, del autor.

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