martes, 8 de febrero de 2011

Ni permiso… ni perdón

Este pasado domingo, el párroco nos presentó a otro sacerdote, cuyo nombre no capté bien, que nos expuso las necesidades de su, digamos, parroquia, y los esfuerzos que el obispo, aun retirado, hacía por ayudar a su feligresía, en una zona rural, sin ninguna infraestructura social ni asistencial. El sacerdote es cubano.

Ligeramente constipado, de lo que se disculpó, reconociendo que no conseguía adaptarse a estos frescos de por aquí, expuso las necesidades y las dificultades, la principal de las mismas, era la administración del régimen totalitario de Cuba.

En Cuba, se pide perdón, no permiso” es la pauta para conseguir algo en Cuba, vino a decir. “Somos capaces de levantar una pared en una noche, y luego tenemos que estar dos semanas pidiendo perdón por ello para evitar que la derriben; si hubiéramos pedido permiso, aún estaría sin hacer”, más o menos, nos comentó.

Hoy se ha celebrado la entrega de los Premios Derechos Humanos organizados por la Asociación por la Paz Continental (Asopazco), con el pueblo y la libertad cubanos como protagonistas.

En la crónica de Libertad Digital (premiada en su faceta de televisión), se dice que entre el público había algunos de los recientes exiliados cubanos (mejor hubiera sido decir, desterrados), y varias representantes de las Damas de Blanco, colectivos precisamente, presos políticos y Damas de Blanco, con los que colabora continuamente el sacerdote, según nos comentó.

Lo triste de estos premios es que haya motivos para convocarlos, pero con ellos (y a través de los agraciados) queda claro que en relación con la libertad, sea donde sea, para reclamarla y defenderla, no hay que pedir permiso… ni perdón por hacer.

Créditos:
Bandera de Cuba, tomada de Wikipedia.

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