lunes, 7 de marzo de 2011

Mejor leer que ver la realidad

¿Cuál es la ventaja de que disfruta un hombre más allá de la condición de un niño de la escuela, si solo escapamos de la férula para caer bajo el puntero de un imprimatur, si los serios y elaborados escritos no han de tener voz sino después de pasar por la mirada superficial de un censor acomodaticio e improvisado, como si no se tratara más que de temas propios de un mozalbete que, en clase de gramática, está pendiente de su maestro?

El pasado sábado compré el ejemplar que El Mundo ponía a la venta de su colección Los clásicos del pensamiento libre, el cual se trataba de la Areopagítica, o Discurso sobre la libertad de prensa, de John Milton.

Con intención de hojearlo, lo abrí siendo lo primero que leí el inicio del párrafo transcrito arriba. Gratamente impresionado seguí mirando otras páginas, llegando finalmente al prólogo de Víctor de la Serna.

A corto plazo no fue un éxito rotundo el elocuente alegato de Milton, un alegato que escribió en reacción a las trabas puestas a la difusión de sus escritos pidiendo la instauración del divorcio. (La génesis de esos escritos fue atribuida por los críticos, claro, a los disgustos maritales del propio Milton con Mary Powell, su joven esposa…) La imposición de licencias se mantuvo, y cuando en 1651 Cromwell confió a Milton la dirección del periódico oficial de la Commomwealth, el Mercurius Politicus, el mismo poeta llegó a atacar a los administradores de licencias por su ineficacia, ya que a su juicio no evitaban suficientemente la molesta circulación por Londres de un periódico monárquico clandestino.
Es la eterna historia, calcada de la de Renaudot en Francia, del choque entre lo que se predica desde fuera del poder político y lo que se practica al llegar a él, una historia demasiadas veces repetidas desde entonces, dentro incluso del gremio periodístico.


¡Qué pena de Historia!

¡Y qué ingenidad ese ‘dentro incluso del gremio periodístico’!”

Créditos:
Portada, y transcripciones parciales de Areopagítica. Discurso sobre la libertad de prensa, de John Milton, según traducción de Luis Blanco Vila (pág. 57), y del prólogo de Víctor de la Serna (pp- 7-8), en edición de Ciro Ediciones, especial para El Mundo.

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