sábado, 21 de mayo de 2011

Y ahora, ¿dónde los pongo?: Más en serio de lo que parecía

La tarde del domingo decidí reubicar parte de lo contenido en el despacho. El lunes por la tarde me encontré en la tesitura de elegir. Y elegí revisar la disposición de las baldas en las estanterías, al menos en aquéllas en las que estaba trabajando en ese momento.

En resumen, a deslocalizar nuevamente lo recién instalado, y además, todo el resto. Menos mal que aún queda pasillo en casa y sitio en las habitaciones de mis hijos.


Sólo que, como se dice, la primera en la frente.

La primera estantería tiene las baldas trabadas, haciendo estructura con los laterales. Asunto descartado, pues, y a apartar la estantería a un lado para poder trabajar en la segunda. Después de desanclarla de la pared, claro.

Llego a la segunda estantería, y la cosa es distinta. Es decir, peor.

Dos de las dos baldas susceptibles de variación forman parte de la estructura de la estantería, como en el caso anterior. Pues nada, ahí se quedan. Veamos las otras dos.

Realizada inspección visual, se concluye que las baldas no están simplemente apoyadas sino trabadas con los laterales, posiblemente con esos tacos de madera a modo de machón doble. La consecuencia de esto es la siguiente: para desplazar las baldas hay que desmontar la estantería, al menos un lateral.

Por tanto, la operación queda aplazada hasta disponer de las nuevas baldas que me interesan, para lo que tomo las medidas pertinentes. El martes por la tarde me acerco a un Leroy Merlin cercano al trabajo, cargo con las dos baldas cortadas a medida, y con el pedazo de tablero sobrante (pedazo todo menos menudo), llego a casa, y me pongo manos a la obra.

“Apuntalo” las baldas con VHS’s y DVD’s para mantener en lo posible la estructura, desatornillo el lateral, le doy el golpecito mágico para separarlo y… se me desmonta la ‘paraeta’: las baldas intermedias se deslizan sobre los apoyos, metálicos, no de madera, lo que, si bien supone que se me vengan abajo, me facilita la reconstrucción.

Retiro los ‘escombros’, y rearmo la estructura atornillando el lateral. Ahora sólo queda arreglar el resto.

Marco dónde deben estar los agujeros para los apoyos, armo la taladradora, me deseo un buen día, y disparo el cargador completo de ocho tiros.

Despejo el humillo del cañón de la taladradora (es decir, barro todas las pistas con el cepillo y el recogedor), y finalizo el trabajo, llevándome la sorpresa de que el resultado es suficientemente satisfactorio: baldas estables y horizontales (o al menos, bien tumbadas), y además, a la distancia correcta que permite la disposición de los DVD’s (en este caso).

Animado por el éxito, me dirigí a la primera estantería en la que añadí una balda la semana anterior, y ajusté la balda en cuestión (y la de debajo, claro), ya que la distancia inicial no me permitía poner bien los libros. Así, ya está bien.

Ahora, ya sólo queda decidir cómo distribuir lo acumulado en pasillos y otras habitaciones.

Empieza lo realmente difícil.

Créditos:
Fotografías de detalle de las estanterías protagonistas de la anotación, de mayo de 2011, del autor.

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