domingo, 12 de junio de 2011

Lenguas… y leguas

Ellos salieron a predicar por todas partes, colaborando el Señor con ellos.

Hoy se ha celebrado la festividad de Pentecostés, y el empuje del sacerdote en la homilía para que mostráramos nuestra presencia como cristianos me ha recordado un detalle en dos celebraciones de la misa.

La última tuvo lugar en la iglesia de Monteolivete, en Valencia, en agosto pasado, y la primera que recuerdo fue en La Madeleine, en París, en septiembre de 2008. Me refiero a que, al finalizar la celebración, el sacerdote junto con los monaguillos procesionaba, portando la Cruz, a lo largo de la nave de la iglesia hasta la puerta, para mostrar la Cruz al exterior.

No sé este aspecto de la liturgia (sólo lo he presenciado, que recuerde, en estas dos ocasiones) cómo de vigente estará o dejará de estar, pero en los tiempos que corren, además de necesario, resulta incluso valiente.

Créditos:
Inicio del final del Evangelio según San Marcos (Capítulo 16, versículo 20)
Nicolás Falcó. Seis gozos de la Virgen. Óleo sobre lienzo, ca. 1513-1515, en el Museo de la Catedral de Valencia. Detalle correspondiente a Pentecostés. Tomado del catálogo de la exposición La Gloria del Barroco.
Fotografía del la fachada principal de La Madeleine, en París, en septiembre de 2008, del autor.

1 comentario:

  1. Antiguamente la pila bautismal de muchas iglesias se encontraba en la entrada de esta. Así, antes de cruzar el umbral hacía tabernáculo, la persona tenía que estar bautizado.
    Lo que comentas del sacerdote portando la Cruz, para mostrarla al exterior sí era antes práctica habitual. Yo recuerdo haberlo visto cuando era un niño. Supongo que en las misas tridentinas aún se mantiene la tradición.

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