viernes, 10 de febrero de 2012

Presentando… una sorpresa lógica

América es la tierra de la oportunidad para las mujeres, quienes, poseedoras ya de alrededor del ochenta y cinco por ciento de la riqueza del país, en breve se habrán hecho con su totalidad. El divorcio se ha convertido en una operación lucrativa, de sencillo arreglo y fácil olvido, que las hembras ambiciosas pueden repetir cuantas veces gusten negociando beneficios que alcanzan cifras astronómicas. La muerte del marido también aporta recompensas satisfactorias, y algunas señoras prefieren confiar en ese expediente: saben que la espera no será demasiado larga, pues el exceso de trabajo junto con la hipertensión no tardarán en llevarse al pobre diablo, llamado a expirar ante su escritorio con un frasco de benzedrinas en una mano y una caja de tranquilizantes en la otra.
Sucesivas generaciones de juveniles americanos no se desaniman lo más mínimo ante ese espantoso panorama de divorcio y defunción. Cuanto más aumenta el índice de divorcios, mayor se hace su ahínco. Los jóvenes se casan como ratones, apenas entran en la pubertad, y una buena proporción de ellos tiene en nómina un mínimo de dos ex esposas antes de cumplir los treinta y seis. Mantener a esas señoras conforme al tren de vida a que están acostumbradas les exige trabajar como esclavos, que es ni más ni menos lo que son. Hasta que, por último, según van alcanzando precozmente la edad madura, un sentimiento de desencanto y de temor empieza a infiltrárseles despacioso en el corazón, y así les da por reunirse, a última hora del día, en pequeñas y prietas tertulias, en clubes y bares, para despachar sus whiskies y tragar sus píldoras, y tratar de animarse unos a otros a base de anécdotas.
El tema fundamental de esas historias jamás varía. En ellas intervienen siempre tres personajes principales: el marido, la mujer y un canalla. El marido es un buen hombre, honrado y trabajador. La esposa es taimada, falsa y lasciva, e invariablemente tiene algún enredo con el canalla, cosa que el hombre es demasiado bueno para sospechar tan siquiera. Negras pintan las cosas para el marido. ¿Llegará el infeliz a enterarse alguna vez? ¿Está condenado a ser cornudo el resto de su vida? Sí: tal es su sino. Pero… ¡espera! De pronto, merced a una brillante maniobra, se desquita por entero de los agravios de su depravada esposa, que queda anonadada, estupefacta, humillada, hundida. El auditorio masculino congregado ante la barra sonríe mansamente para sus adentros y se consuela un poco con la fantasía”.

Diversos relatos de Roald Dahl fueron llevados por Alfred Hitchcock a su famosa serie de televisión Alfred Hitchcok presenta, y en concreto, en 1960, el episodio número 191 de la serie fue La señora Bixby y el abrigo del coronel, cuyo comienzo literario es el recién trascrito.

Además de mostrarnos narraciones con finales sorprendentes, que no ilógicos, el genial cineasta también nos sorprendía, al principio, en sus películas, apareciendo brevemente durante ellas, paseando unos perros, o perdiendo un autobús, por ejemplo.

El más reciente caso de aparición sorprendente (aunque falte mucho para el final), fue publicado en ABC hace una semana: se trata de la aparición del perfil del director británico, al estilo de la entradilla de la serie de televisión, en medio de una nebulosa galáctica.

Por si alguien tenía alguna duda de que Sir Alfred nunca dejará de ser una verdadera estrella.

Créditos:
Inicio del relato La señora Bixby y el abrigo del coronel, de Roald Dahl, según traducción de Carmelina Payá y Antonio Samons, incluído en el volumen Relatos de lo inesperado, publicado como número 82 de la colección Compactos de la editorial Anagrama (pp 243-244).
Carátula del video VHS número 37 de la colección (videos y fascículos) Alfred Hichcock, editada por RBA en 1993, de la videoteca del autor.

Detalle de fotograma del video incluído en la noticia enlazada de ABC.

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