jueves, 26 de abril de 2012

Alit lectio: Carta a un policía

Apoyándose en el codo para incorporarse, cogió la carta del padre Baddeley del cajón de la mesita y la leyó atentamente por vez primera. El anciano debía de rondar los ochenta; ya no era joven cuando, hacía treinta años, llegó a la aldea de Norfolk en calidad de ayudante del padre de Dalgliesh, tímido, incapaz, enloquecedoramente ineficaz, aturdido por todo menos por lo fundamental, pero siempre fiel a sus  firmes creencias. Era sólo la tercera carta que Dalgliesh recibía de él. Estaba fechada el 11 de septiembre y dirigida a:
Mi querido Adam:
Sé que tienes mucho trabajo, pero te agradecería grandemente que vinieras a verme, pues querría pedirte consejo profesional sobre un asunto.”

Curiosamente, por casualidad o no, la recepción por parte de Adam Dalgliesh, comandante de Scotland Yard, de una carta desencadena la trama de la novela La torre negra… la cual recibí yo por correo hace un tiempo.

Dalgliesh recordó la conversación tan claramente como si él fuera todavía aquel muchacho de diez años y el padre Baddeley, un hombre maduro que ya aparentaba una edad indefinida, estuviera sentado aquí ante su escritorio.
- ¿Entonces no es más que un diario corriente, padre? ¿No trata de su vida espiritual?
- Esto es la vida espiritual, las cosas corrientes que se hacen todos los días.

Se trata de una novela policíaca… pues el protagonista es un policía. Y es que, en realidad, todo el transcurso de la trama es una acumulación de circunstancias que son sospechosas únicamente porque coinciden en el entorno en el que vive el padre Baddeley a quien el comandante Dalgliesh no llega a ver pues había fallecido once días antes.

- Supongo que para su trabajo la hora de la muerte siempre es importante y por eso está acostumbrado a averiguar ese dato, pero, ¿acaso importa en la vida real? Lo que importa es que uno muera en estado de gracia.

La novela se inicia con la buena noticia para el comandante Dalgliesh de que no padece leucemia. Esta cercanía a la muerte, afortunadamente superada, tal vez es la que marca en la trama una continua presencia de la religión, no sólo por la, ya espiritual, del padre Baddeley, sino por las actitudes del pequeño núcleo humano que constituye Toynton Grange, residencia privada para personas imposibilitadas, en donde era capellán el padre Baddeley.

- Es un sitio pequeño, no una de esas instituciones enormes e impersonales. El que lo lleva está muy bien considerado y fundamentalmente es una organización religiosa. Anstey no es católico, pero van con frecuencia a Lourdes. Eso te gustará; quiero decir que a ti siempre te ha interesado la religión. Es uno de los temas en los que no hemos coincidido. Seguramente yo no comprendía tus necesidades como debiera.
Ahora podía ser indulgente con ese pequeño punto flaco. Se le había olvidado que le había enseñado a pasar sin Dios. Su religión había sido una de esas posesiones de las que, sin darle importancia, sin comprenderlas ni valorarlas, la había despojado. (…) No podía fingir que le había costado gran esfuerzo renunciar a aquellas ilusiones reconfortantes que le habían inculcado en la escuela primaria de St. Matthew, que había asimilado tras las cortinas de terylene de la sala de estar de su tía, en Alma Terrace, Middlesbrough, con sus imágenes sagradas, su fotografía del papa Juan y la bendición papal  enmarcada de la boda de su tía y su tío. Todo aquello formaba parte de una infancia de huérfana, plácida, no desgraciada, que ahora le resultaba tan distante como una orilla extranjera una vez visitada. No podía regresar porque ya no conocía el camino.

Dalgliesh sugirió que, en cualquier circunstancia, era sorprendente que Anstey no se hubiera convertido al catolicismo. Millicent constestó con vehemencia:
- Entonces se debatió en una intensa batalla espiritual. –Su voz se hizo más grave y empezó a vibrar con un eco de fuerzas cósmicas enzarzadas en la lucha mortal–. Pero yo me alegré de que decidiera permanecer fiel a nuestra Iglesia. Nuestro padre –su voz retumbó con semejante acceso de fervor exhortatorio que Dalgliesh, sobresaltado, se imaginó que iba a lanzarse a una plegaria dirigida al Señor– se hubiera disgustado muchísimo. Era un gran feligrés, comandante Dalgliesh, de la Iglesia evangélica, naturalmente, No, yo me alegré de que Wilfred no nos abandonara.

P. D. James nos describe la vida y las inquietudes de las personas que gestionan, residen y colaboran en Toyton Grange poco a poco, centrando en cada momento la atención en una de ellas hasta que tenemos el cuadro completo, incluyendo las desavenencias que con mayor o menor intensidad hay entre todos ellos. Y consigue con sus descripciones físicas, de ambiente o de ánimo, que nos interesemos, con sus “cosas corrientes”, por esa “vida espiritual” de la pequeña comunidad.

Como hemos comentado, la novela es policíaca porque el protagonista es policía. De hecho, también el comandante Dalgliesh viene a reconocerlo así:
Hubiera sido muy fácil recoger sus cosas y marcharse al piso de Londres. Allí, por encima del Támesis en Queenhythe, estaría fresco y libre. (…) Nada lo retenía en Toynton; se lo repetía con testaruda insistencia mientras descansaba la cabeza en el frescor del pequeño cristal cuadrado que colgaba sobre el fregadero y que debía de haberle servido de espejo para afeitarse al padre Baddeley. Probablemente era alguna caprichosa secuela de la enfermedad lo que le volvía a la vez tan indeciso y tan reacio a marcharse. Para haber decidido no regresar a las pesquisas, estaba haciendo una buena imitación de una persona entregada a su trabajo.

Y sin embargo,… hay caso.

Créditos:
Portada y extractos de La torre negra, novela de P.D. James, según traducción de Mª José Rodellar, tomados de la edición de octubre de 2011 realizada por Ediciones B para el sello Zeta Bolsillo (pp. 15-16, 32, 89, 60, 200-201, 230-231).

2 comentarios:

  1. Me gusta la novela policíaca. Me encanta, de hechol. Pero cuando, además, una se topa con párrafos como estos, la cosa está clara: P. D. James se convertirá en autora de culto para mí ;-)

    Gracias por la reseña.

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  2. De nada. En realidad, te la debía ;-)

    Por otro lado, me llamó la atención en la novela esos dos aspectos: la presencia de la religión, y la mera acumulación de pruebas circunstanciales. Por eso he limitado la reseña a estas características.

    Un saludo.

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