sábado, 12 de mayo de 2012

Alit lectio: Quien guarda el tiempo, lo tiene para siempre

SE NECESITAN hombres de 21 a 40 años, preferibles solteros, militares o técnicos experimentados, buen aspecto, para trabajo muy bien pagado, con viajes al extranjero. Preséntense en la Compañía de Estudios de Ingeniería. 305 E, núm. 45, de 9 a 12 y de 2 a 6.

Atendiendo a este anuncio, Manse Everard se presentó cierto veraniego día de 1954, tuvo una breve conversación, aceptó someterse a unas pruebas de idoneidad, y:
- ¡Ah, por fin! ¿Sabe usted que he tenido que rechazar a veintidós candidatos? Pero usted sirve. Definitivamente, usted sirve.
- ¿Para qué?
Y Everard, al decir esto, se echó hacia delante, sintiendo que su pulso se aceleraba.
- Para la Patrulla. Va a ser una especie de policía.
- ¿Sí? ¿Dónde?
- Por doquier. Y en todo momento. Prepárese: va a tener peleas. Mire usted: nuestra compañía, aunque bastante legal, es sólo un frente de batalla y una fuente de ingresos. Nuestra verdadera ocupación es patrullar el tiempo.

Con este inicio y posterior aclaración, comienza Guardianes del tiempo, relato de Poul Anderson publicado en 1955 con el que inició un conjunto de narraciones acerca de una organización que se ocupaba de que la historia fuese la que había sido.

El viaje a través del tiempo – empezó Kelm en el salón de lectura – se descubrió cuando se iniciaba la Gran Herejía Corita (…) El efecto tiempo fue casual producto de una investigación que buscaba medios para el transporte instantáneo, y, como algunos de ustedes comprenderán, requiere, para su demostración matemática, una serie infinita de funciones discontinuas, como ocurría en los viajes del pasado.(…)
Naturalmente, el grupo que descubrió esto, los Nueve, se dio cuenta de las posibilidades que ello encerraba, y que no sólo eran comerciales (tráfico, minería y otras empresas, que pueden imaginar fácilmente), sino que procuraban la probabilidad de asestar un golpe de muerte a sus enemigos. Ya comprende: el tiempo es variable; se puede cambiar el pasado…”
(…)
Los Nueve vieron la posibilidad de retroceder en el tiempoy evitar que sus enemigos de siempre les tomaran la delantera, y aun impedir que naciesen. Mas entonces surgieron los Danelianos.
(…) Los Danelianos son parte del Futuro, nuestro Futuro (más de un millón de años después de mí); época en la que el hombre habrá evolucionado, llegando a ser algo… indescriptible. (…) El viaje por el tiempo era ya cosa antigua cuando aparecieron: había habido incontables oportunidades para que retoñaran la estupidez, la ambición y la locura, y trastornaran la Historia de cabo a rabo. No deseaban impedir los viajes (que, al fin, eran parte del complejo que nos había llevado hasta ellos), sino regularlos. Se evitó que los Nueve llevaran a cabo sus planes y se creó la Patrulla, para vigilar los callejones extraviados del Tiempo. Trabajará cada uno de ustedes, principalmente, en su Era propia, a menos que se gradúe para actuar intertemporalmente. Vivirán ustedes su vida ordinaria con sus familiares, amigos, etc., como es corriente. (…) Pero han de estar siempre alerta. (…) En ciertos casos, la Patrulla aceptará los hechos consumados y se ocupará de contrarrestar las influencias que, en períodos posteriores, pudieran desviar a la Historia del cauce anhelado. ¡Les deseo suerte a todos ustedes!

En el relato Guardianes del tiempo, Anderson nos presenta la primera misión de Manse Everard, a caballo entre la Inglaterra Victoriana y un intento de cambiar la Historia en la Inglaterra inmediatamente posterior a la caída del Imperio Romano. Y además, incluso con la intervención de un daneliano, con el cambio de la historia personal de un miembro de la Patrulla del tiempo, como ejemplo de los problemas, dificultades y desafíos personales que supone el poder que conlleva el viaje en el tiempo.

El segundo relato se apoya en una curiosidad (tal vez, anécdota o cotilleo) histórica: el oscuro origen de Ciro, todopoderoso Rey de Persia:
After the birth of Cyrus the Great, Astyages had a dream that his Magi interpreted as a sign that his grandson would eventually overthrow him. He then ordered his steward Harpagus to kill the infant. Harpagus, morally unable to kill a newborn, summoned the Mardian Mitradates (which the historian Nicolaus of Damascus calls Atradates), a royal bandit herdsman from the mountainous region bordering the Saspires, and ordered him to leave the baby to die in the mountains. Luckily, the herdsman and his wife (whom Herodotus calls Cyno in Greek, and Spaca-o in Median) took pity and raised the child as their own, passing off their recently stillborn infant as the murdered Cyrus.

En Valiente para ser rey (1959), en un momento de la Historia, el bebé Ciro es realmente asesinado, siendo providencial para el gobierno medo la súbita aparición de un patrullero quien asume la personalidad de Ciro.

Mira Manse: hace dieciséis años existió una situación de la que ha derivado todo lo que ha seguido, no por capricho, sino por la pura lógica de los hechos. Supongamos que yo no me hubiese dejado ver aquel día. ¿No podía Harpago haber encontrado otro supuesto Ciro? La identidad del rey no importa nada. Otro Ciro hubiera obrado de modo diferente al mío en mil detalles. Pero si no era tonto rematado o loco, y, por el contrario, fuera razonablemente capaz y honesto –concédeme al menos que yo lo sea–, entonces su carrera hubiera sido igual a la mía en todos los detalles importantes, los que llegan a reflejarse en los libros de Historia. Eso lo sabes tan bien como yo. Excepto en los puntos fundamentales, el tiempo siempre vuelve a su propia forma. Las pequeñas diferencias se borran con los días o los años. Sólo puede restablecerse la huella de los momentos clave, y su efecto se perpetúa en lugar de desvanecerse. ¡Tú lo sabes!

El tercer relato (El único juego entre los hombres, de 1960) nos muestra que fueron los mongoles (no los chinos) quienes llegaron a América: un patrullero, casualmente, comprueba que unas naves mongolas habían llegado al noroeste de Estados Unidos, a la costa del Pacífico, y que el desarrollo de la expedición no hace presagiar fracaso alguno:
Cuando yo informé, las órdenes que me dieron procedían del Cuartel General daneliano. Ninguna explicación ni excusa. La orden escueta era ésta: arreglar aquel desastre. ¡Revisar la Historia por mí mismo!

Aunque el hecho histórico no estaba registrado, tampoco se apreciaba una interferencia extratemporal; es decir, el suceso fue real:
Por lo que sabía la corte china, se había enviado una expedición que nunca regresó y Kublai [Khan] pensaba que no valía la pena enviar otra. El informe sobre ello estaba en los archivos imperiales, pero fue destruido durante la revolución Ming, que expulsó a los mongoles, y la historiografía olvidó el incidente.
(…) Como recordarás, [el informe] sólo menciona que cuatro buques, al mando del Noyon Toktai y el escolar Li Tai-Sung, fueron enviados a explorar las islas que hay más allá de Japón.

En este caso, simplemente, la orden no era averiguar cuál fue la causa del fracaso de la expedición, sino que la Patrulla tenía que hacer que fracasara.

Finalmente, en el cuarto relato, «Delenda est…» (1955), sí se produce lo que esperábamos, un cambio real en la Historia.

En esta ocasión, el momento crucial es la Batalla del Ticino, donde “Escipión resultó herido en la batalla y no pereció gracias a la intervención de su hijo también llamado Publio Cornelio Escipión (el futuro vencedor de Aníbal)”.

Todo el relato es una descripción de la Historia totalmente diferente, hasta que Manse Everard consigue deducir que hubo un desarrollo diferente de la batalla, confirmando después que fue por la intervención de unos viajeros del tiempo.

En este relato Anderson nos muestra el problema científico del viaje en el tiempo, y la ventaja de la literatura:
La Patrulla y los danelianos han sido borrados. (No me pregunte por qué no lo fueron siempre ni por qué es ésta la primera vez que volvemos de un remoto pasado para encontrar cambiado el futuro. No entiendo las paradojas del tiempo mudable. Lo hemos hecho: eso es todo.)

En resumen, un grupo de relatos (que se corresponden con la primera recopilación de 1960) que juega inteligentemente con los huecos que ofrece la Historia, planteando explicaciones alternativas que muestran lo cerca que, se diga lo que se diga, ha estado la Historia de ser otra muy distinta.

Créditos:
Portada de Guardianes del tiempo (y extractos, según la traducción de Manuel de la Escalera, de los relatos Guardianes del tiempo, Valiente para ser rey, El único juego entre los hombres y «Delenda est…»), conjunto de relatos de Poul Anderson, en edición de Orbis, de 1985, como número 40 de la colección Biblioteca de Ciencia Ficción (pp. 11, 14, 17-19, 82-83, 106, 105-107, 106 y 149).

1 comentario:

  1. Aunque creo que sigue en mi lista de Anobii (estos días están siendo demasiado ajetreados y no dan para más), hace días que acabé los relatos. Ya te comenté que los leí hace tiempo, pero lo cierto es que no los recordaba, de modo que me ha alegrado la relectura. Gracias por la recomendación.

    Saludos.

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