sábado, 2 de junio de 2012

Más lente que festina

El cielo era azul claro. Simon lo miró: sí, ahí también tenía un cielo. A este respecto era más bien absurdo vivir tan prendado del campo en detrimento de la ciudad. Se propuso no pensar más en el campo de momento, sino habituarse a su nuevo mundo. Vio cómo los transeúntes caminaban por delante mucho más rápido que él, pues en el campo se había acostumbrado a un paso tardón y mesurado, como si temiera avanzar demasiado deprisa. Aquel día quiso mantener aún su paso campestre; a partir del día siguiente ya adoptaría otro. Observaba a la gente con cariño y sin timidez alguna; les miraba los ojos, las piernas, para ver cómo las movían, los sombreros, para constatar los progresos de la moda y la ropa, para encontrar la suya bastante buena todavía en comparación con el gran número de trajes feos que examinaba solícitamente. ¡Qué rápido caminaba aquella gente! Le hubiera gustado parar a uno de esos transeúntes y decirle: ¿adónde va con tanta prisa? Pero no tenía valor para hacer algo tan absurdo. Se sentía bien, aunque un poco tenso y cansado. Cierta tristeza imposible de ocultar lo tenía prisionero, pero armonizaba con aquel cielo ligero, feliz y un tanto encapotado. También armonizaba con la ciudad, donde es casi una impertinencia poner una cara excesivamente radiante. Simon hubo de confesarse que iba caminando sin buscar absolutamente nada, pero juzgó oportuno poner, como todos los otros, cara de ir buscando algo ansiosamente y con premura, a fin de no tener que parecer el típico recién llegado sin ocupación.

Nota: el título está inspirado en la frase latina Festina lente.

Créditos:
Extracto del capítulo undécimo de la obra de Robert Walser Los hermanos Tanner, según traducción de Juan José del Solar, publicada por Ediciones Siruela en el sello DeBols!llo Contemporánea (pág. 150).
Fotografía del atardecer sobre Valencia, hoy día 2, del autor.

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