jueves, 16 de agosto de 2012

De gatos... egipcios y… romanos

Es posible que a alguien le haya llamado la atención mi figuración de la foto de las ‘pirámides’ asociándola a un gato. No hay nada extraño en ello, ya que, al fin y al cabo, entre los antiguos egipcios el gato estaba muy bien considerado.

De hecho, dicen, cuenta la leyenda, que cuando Cleopatra visitó a Julio César en Roma, allá por el otoño del año 45 a.C. si no recuerdo mal, uno de los obsequios que le ofreció fue un gato, no sé decir de qué clase.

El caso es que se ve que le hizo más gracia a Julio César el regalo que recibió cuando se conocieron, allí en Egipto, es decir, una alfombra (hay quien dice que le gustó porque Cleopatra iba envuelta en ella, pero eso son maledicencias de la gente). Y no porque el gato no fuera majo, o simpático, cosa que también desconozco, sino porque a Julio César se la manifestó una alergia al pelo de gato.

El resultado, para el pobre gato (o grupo de gatos, me imagino en realidad, por lo que sigue a continuación), fue su desaparición de palacio,… y su asentamiento en la ciudad. De ahí, la ‘tradición’ de gatos en Roma, hasta entonces desconocidos en la ciudad y esta parte del continente.

Al menos, así nos lo comentó la guía que nos acompañó en el Foro de Trajano, aunque no he podido localizar documentación que avale esta tradición. Lo más parecido al respecto, aunque tampoco es nada concluyente, lo ha encontrado en un famoso tratado (en varios volúmenes) sobre la vida al final de la República Romana.

Créditos:
Fotografía de un gato romano, en el Campitelli, en septiembre de 2011, del autor.
Viñeta de la aventura de Astérix, de Goscinny&Uderzo, publicada en 1965, Astérix y Cleopatra, tomada de la antología realizada por Grijalbo/Dargaud Las aventuras de Astérix (volumen 2).

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