domingo, 16 de septiembre de 2012

Ocurrencia, pero no original

Tomás Payne había compuesto, algunos meses antes, un libro intitulado Derechos del hombre, obra de la cual naturalmente se deducía (concediéndoles los principios en que la fundó) la necesidad de alterar la Constitución inglesa, organizar de otra manera los Parlamentos, despojar al Rey de su autoridad, a los nobles de sus privilegios, y alterar del todo el gobierno de este país. Publicóse este libro, y se extendió con asombrosa rapidez por todas partes, en un tiempo en que la revolución francesa ocupaba los ánimos. Temió el Gobierno la impresión que podrían hacer en el público las máximas de Tomás Payne, prohibió su libro, y fulminó una causa contra el autor (que se hallaba en Francia), como perturbador del orden y tranquilidad pública. Fue su abogado Mr. Erskine, miembro de la Cámara de los Comunes y uno de los del partido de la oposición; habló con grande elocuencia a favor de su cliente.

Hasta aquí, algo normal a finales del siglo XVIII y en Inglaterra. Pero la cosa sigue.

Los que asistieron a oír su alegato le colmaron de elogios y vítores, quitaron los caballos de su coche, y la gente le llevó en él hasta su casa, con grande alborozo y alegría.

Como vemos, lo de quitar los caballos y que la gente haga el tiro de la carroza no es algo propio de la estupidez española, como algunos se empeñan en hacernos creer.

Al menos, en España, el caso más publicitado, el de Fernando VII, fue al final de una guerra y a un Rey; en Londres, veinte años antes, lo fue tras un discurso y a un… ¡abogado!

A pesar de esto, la sentencia fue contraria a Tomás Payne, y se le impuso el castigo que debía sufrir, como libelista tumultuario, si alguna vez se restituyese a Inglaterra.

Créditos:
Extractos del artículo IX del Cuaderno primero de Apuntaciones sueltas de Inglaterra, de Leandro Fernández de Moratín, tomados de la edición realizada por Editorial Bruguera, como número 1.058 de su colección Libro Amigo, en noviembre de 1984 (pp. 12-13).
Fotografía de la berlina de gala de los Marqueses de Dos Aguas, conocida como Carroza de las Ninfas, tomada de la página del Museo Nacional de Cerámica y Artes Suntuarias González Martí, en Valencia.

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