sábado, 15 de diciembre de 2012

Una vela que vale por 180

Todo el mundo habla, todo el mundo quiere hablar de la torre Eiffel, porque en efecto es el gran acontecimiento de la Exposición que se abre. Deseosos pues de hablar á nuestros lectores de ese coloso de metal, hemos tenido la idea de dirigirnos al ilustre ingeniero é interrogarle sobre su obra magna.
M. Eiffel nos ha recibido en su despacho con toda la benevolencia y sencillez que constituyen el fondo de su carácter. (…)
- ¡Oh! Exclamó sonriendo, ¡para una nonada quisierais que escribiera un artículo! No, no escribiré nada. Pero voy á entregaros una conferencia que dí sobre la torre de trescientos metros. Fuera de esto, si queréis, hablemos.

«Tenéis interés en saber exactamente los orígenes de la empresa. Escuchad: hace mucho tiempo que la idea de un edificio de elevación extraordinaria trabaja las imaginaciones, sobre todo, en Inglaterra y en América; pero no está todo en concebir un proyecto gigantesco: nada más fácil; lo difícil es hacerlo posible y ejecutarlo.
»He aquí pues cómo pasaron las cosas. En 1885, mis ingenieros y yo habíamos tenido que hacer grandes estudios sobre los altos pilares ó machones metálicos que sostienen viaductos de ferrocarril, como el de Garabit, por ejemplo. La experiencia nos condujo á pensar que se podría dar á estos pilares mucha más altura que la acostumbrada (…) De la solución de este problema, nació precisamente la idea de la torre de hierro, cuyo ante-proyecto prepararon dos colaboradores míos, MM. Nouguier y Koechlin, ingenieros de mi casa, y por el arquitecto M. Sauvestre.
(…)
»De algunos meses á esta parte se publican á menudo cuadros comparativos de los monumentos más altos del mundo. No se trata de nada menos que de erigir una torre casi dos veces más alta que el más elevado de todos. Recuérdese que las torres de Nuestra Señora sólo alcanzan una altura de 66 metros; (…) que la cúpula de los Inválidos, el edificio más alto de París, tiene exactamente 105 metros. (…) la gran pirámide de Egipto no levanta su vértice á más de 146. (…) Queda el famoso obelisco de fábrica, construído en Wáshington, hace algunos años, á costa de los mayores esfuerzos, el cual mide 169 metros. Cierto es que la obra de fábrica no podría subir más arriba; pero la construcción de hierro tiene el derecho y hasta el deber de levantar más sus ambiciones. No diré que todo venía á ser fácil con el metal; pero no tengo ya necesidad de afirmar que todo venía á ser posible.
»(…) Consideraciones administrativas no permitían construir la torre en terreno del Estado.
»¿Por qué, se nos decía, por qué no buscáis un emplazamiento fuera del recinto de la Exposición?
»La razón era muy sencilla. Echábase en olvido que la Exposición era precisamente la ocasión ó motivo y la razón de ser de la torre; que sin la Exposición es probable que no se hubiera edificado, y que debía contribuir á la atracción de gentes, al mismo tiempo que dar un beneficio. La cuestión de emplazamiento dentro del recinto del Campo de Marte se imponía pues absolutamente. (…)
»No quisiera entrar aquí en muchos detalles técnicos; pero bien es menester que el ingeniero hable como ingeniero. Sabed pues que (…)
»(…) En lo concerniente al paso de la electricidad atmosférica se hace en cada pilar por dos tubos de conducción de hierro colado de 0m50 de diámetro, inmergidos por debajo del nivel del manto acuífero, por 18 metros de longitud y retorcidos verticalmente á su extremo hasta el nivel del suelo, donde se ponen en comunicación con la parte metálica de la torre.
»Ya veis con qué cuidado, hasta en los menores detalles, se han puesto en obra todos los refinamientos científicos, sin que se haya descuidado ninguna medida de prudencia. Ahora bien, este inmenso trabajo preliminar se hizo en cinco meses (del 28 de enero al 30 de junio de 1887). (…) No quedaba ya sino proceder al montaje de la obra de metal.


»Al principio del trabajo, naturalmente, todo iba sin gran dificultad: el montaje se hacía sin más aparatos que vigas de cabria. Estas vigas que alcanzaban hasta 22 metros de altura se componían de largas piezas de madera unidas por sus vértices ofreciendo bastante bien la forma de una A mayúscula muy prolongada. Una cabria abajo, y una pólea arriba, donde vuelve la cadena de la cabria llamada á levantar peso, tal era el aparato. (…) Después de los trozos de montates, siguieron los enrejados y tirantes. Entonces venían las cuadrillas de remachadores sustituyendo los ganchos provisionales con remaches hechos á fuego y martillo y ligando definitivamente las piezas entre sí. Desde este momento las partes montadas y debidamente remachadas, se mantenían en un todo indeformable.
»Pero cuando la obra superó los 15 metros de altura, el empleo de las vigas de cabria dejó de ser ventajoso, y fué preciso recurrir á ingenios mecánicos más perfeccionados y á grúas especiales. Así se llegó normalmente á una altura de 30 metros, con un peso de piezas montadas de 1.450.000 kilogramos. Para continuar el montaje, se levantaron (…)
»Habiendo llegado las pilas á 55 metros de altura era llegada la hora de poner en su lugar la primera serie de vigas horizontales destinadas á unirlas en su parte superior. ¿Queréis saber la altura de estas vigas? 7 metros 50. ¿Queréis conocer su peso? 70.000 kilogramos. Están inclinadas según el plano de las caras ó lados de la torre. ¡Cuán delicada viene á ser la operación del montaje en tales condiciones! (…)
»(…) En julio de 1888, los cuatro pilares estaban unidos por vigas á una altura de 118 metros; por cierto que el 14 de julio se hicieron fuegos ratifícales á este nivel. Ocho meses después, el 31 de marzo de 1889, enarbolaban la bandera nuestros operarios á 300 metros por encima de la linterna, donde estaban las salas de los visitantes y el faro. No quedaba ya más que terminar el arreglo interior.
»No he podido daros más que una ligera noción de los medios empleados, y más ligera aún de las dificultades. Tendría mil cosas que deciros de los amarrajes del pie de la torre, por ejemplo, y de todos los recursos que aseguran, de la manera más cierta, el equilibrio y la estabilidad del monumento.Bajo el punto de vista del trabajo de construcción, he aquí un detalle que tiene su elocuencia: el peso total del hierro empleado en la obra es de siete millones y trescientos mil kilogramos, sin contar el de los cimientos ni la maquinaria de los ascensores.
(…)
»Y á juzgar por el interés que inspira á estas horas así en Francia como en el extranjero, hay razón para creer que no habrán sido estériles mis esfuerzos, pues podremos dar a conocer al mundo que Francia sigue á la cabeza del progreso y que ha sido la primera en realizar una empresa muchas veces intentada ó soñada. El hombre ha procurado siempre levantar edificios de grande altura para manifestar su poder; pero reconoció muy pronto que el yugo de la pesadez lo paralizaba. Sólo por los progresos de la ciencia y del arte del ingeniero y por los de la industria metalúrgica que distinguen el término de nuestro siglo, hemos podido superar en esta vía á las generaciones antiguas con la construcción de esta torre, que será una de las características de la industria moderna, puesto que ella sola la ha hecho posible.»
Así nos ha hablado M. Eiffel, y creemos que nuestros lectores nos agradecerán que nos hayamos limitado á transcribir sus palabras. Hemos hecho lo posible por no desvirtuarlas y no creemos haber faltado á nuestro buen deseo.

Y aquí creemos que ésta es una buena forma de celebrar que hace 180 años naciera Alexandre Gustave Eiffel.

Créditos:
Extractos del capítulo titulado La torre Eiffel, de la obra Revista de la Exposición Universal de París en 1889, de autores varios, con F.G. Dumas como Director y L. de Fourcaud como Redactor-Jefe, según traducción sin acreditar, tomados de la edición de la Revista realizada por Montaner y Simón, Editores, en Barcelona, en 1889 (pp. 45-52).
Imágenes de ilustraciones que figuran en el desarrollo del capítulo en cuestión.

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