martes, 31 de diciembre de 2013

Echamos el cierre

Del año, claro.


(Aunque nos falta el otro lado de la cremallera, ¡cachis!)

Créditos:
Fotografía de la forma adoptada por la estela de un avión, tomada desde Valencia, en noviembre de 2013, del autor.

Pobre Año Nuevo

- ¡Ah, Dios mío! –exclamó Toby–. Los periódicos abundan en observaciones de este género, y también el Parlamento. He aquí el periódico de la semana pasada –dijo Toby, sacando de su bolsillo una hoja bastante sucia y abriéndola en toda su extensión-.¡Está lleno de observaciones! ¡Abarrotado de observaciones! Me gusta enterarme de las noticias como los demás –prosiguió Toby lentamente, doblando la hoja y metiéndola de nuevo en su bolsillo–, pero ahora me produce casi repugnancia leer un periódico. Casi me asusta. No sé qué va a ser de los pobres. ¡Dios quiera que en el Año Nuevo anden las cosas algo mejor para nosotros!
- ¡Eh, padre, padre! –dijo una dulce voz desde muy cerca.
Pero Toby, sin oírla, seguía trotando de un lado a otro, siempre meditativo y hablando consigo mismo.
- Parece como si no pudiéramos conducirnos bien o hacer el bien u obrar bien –dijo Toby–. Cuando era muchacho, fui poco a la escuela, y no sabría decidir si tenemos que cumplir alguna misión sobre la faz de la tierra. A veces pienso que debiéramos poseer... algo, y a veces pienso que no somos más que unos intrusos. A veces, en fin, me siento tan turbado que no sabría decir si nacemos con algunas buenas cualidades o nacemos enteramente malvados. Parece ser que hacemos cosas terribles y causamos muchas inquietudes. Constantemente se quejan de nosotros y se ponen en guardia contra nosotros. De una manera o de otra, llenamos constantemente las columnas de los periódicos. ¡Que vengan a hablarme del Año Nuevo! –añadió Toby melancólicamente–. Puedo resistir casi siempre como el que más, pues soy fuerte como un león, y no todos los hombres podrían decir lo mismo, pero suponer que no tenemos realmente ningún derecho al Año Nuevo, suponer que somos realmente unos intrusos...

Créditos:
Extracto del Primer cuarto, de la obra Los carillones, de Charles Dickens, según traducción de Adrià Edo, tomado de la edición realizada por Barataria en su colección Bárbaros minus (pp. 22-24), de la biblioteca del autor.

Y ahora, ¿dónde los pongo?: Sí, los últimos estantes de 2013

Y, creo, con esta anotación tenemos actualizada la biblioteca por este año.

Desde el oeste hasta el este.





En plena Inglaterra, victorina o más reciente.









O en Centroeuropa, ilustrada o destrozada.









O, sencillamente, aquí,... perdidos.

Créditos:
Cubiertas y sobrecubiertas de los libros en cuestión.

¿Entren sin llamar?

Una noche de invierno, afilada de escarcha, un tumulto sorprendente alarmó a los centinelas. En la orilla derecha del Rhin se agitaban confusamente unas masas; se oían gritos roncos, chirridos de carros, caminar de muchedumbre. Las armas relucían a la luz de la luna. Hacía mucho frío. ¿Acaso había llegado la hora que desde hacía tanto tiempo se temía? Por si así sucedía, los legionarios de Roma y los federados Francos –una débil cortina–, acudieron a sus puestos de combate. El río estaba ya lleno de caballos que lo cruzaban nadando, de pontones repletos de hombres, y de troncos de árboles a los cuales se aferraban los guerreros. Había comenzado el ataque, la gran avalancha de la oleada bárbara. Los Vándalos, los Alanos, los Suevos y todo un amasijo de tribus rapaces habían hallado el punto débil, un sector fronterizo casi vacío. ¿Qué podía hacer la defensa? Fue arrollada, exterminada; cedió. Y cuando alboreó el día, el Imperio, que todavía dormía, estaba ya en poder de aquellas hordas, cuyas inagotables oleadas habían de abatirse sobre sus tierras y a las cuales nada iban a detener ya.
Tal es la imagen, novelesca cien por cien, y, sin embargo, estrictamente histórica, con la cual ha solido representarse ese acontecimiento de incalculable alcance que se llama «las Grandes Invasiones». Ocurrió la noche del treinta y uno de diciembre del año 406, en las proximidades de Maguncia, y todo el Norte de las Galias fue efectivamente barrido, devastado, recubierto, por aquella salvaje marea, por aquella «tromba étnica» como la llama Ferdinand Lot. Pero nada sería más falso que reducir a este trágico cuadro aquel hecho, de lejanas raíces y de múltiples desarrollos, que fue la entrada de los Vándalos en el Imperio. La perforación renana no fue más que un episodio entre muchos otros, y, sin duda, no el más decisivo.

La avalancha tuvo muchas razones: la necesidad de abandonar las tierras amenazadas, la huida hacia delante ante un peligro terrible, la atracción de aquellas hermosas tierras llenas de sol y de riqueza, el deseo de imitar a sus congéneres ya instalados allí como colonos o como federados, la pasión violenta de la guerra y de la conquista que dormía en el fondo de las almas Germánicas, y, sin duda, también aquel poético sentido de la aventura que unos héroes jóvenes y resplandecientes podían correr en un universo de encantos, de victorias y de catástrofes, cuyos episodios habían de fijar, ocho siglos más tarde, la epopeya de los Nibelungos. Pero, paralelamente a esa causa, han de añadirse también otras, que no fueron imputables a los Bárbaros, sino al Imperio; y que fueron aquellas intrigas cortesanas que se llevaron hasta la traición, como la del Primer Ministro Rufino, que arrojó a los Visigodos sobre Italia; o quizá (pues en todo caso se sospechó de él), la del Conde Bonifacio, que abrió África a los Vándalos de Genserico; las rivalidades personales existentes entre los Generales «Romanos», aquellos Bárbaros mal barnizados; la complicidad de las tribus ya instaladas; y, más sutilmente, la connivencia moral de una misma parte del pueblo civilizado, y aquella especie de fatal invitación que la debilidad dirige a la fuerza bruta para que la reduzca y la lleve a su fin. Del mismo modo que un cuerpo humano gastado por la vejez llama a las enfermedades, el Imperio, hacia el año 400, llamaba a los Bárbaros.
Vinieron, en efecto. Y llegaron no sólo como estaban todos habituados a verlos antaño, es decir, como soldados más o menos encuadrados, sino por tribus enteras, con mujeres y niños, con carromatos, carretas de bagajes, caballerías de reserva, animales y rebaños. El término exacto para designar aquel fenómeno, mucho más que la palabra española invasión que hace pensar, sobre todo, en la entrada de un ejército en un país, sería el alemán Volkerwanderung, migración de pueblos. Lo que el universo mediterráneo había conocido más de mil años antes de nuestra Era, cuando los Invasores Arios, Griegos y Latinos, habían asaltado los viejos Imperios, se reprodujo a partir de fines del siglo IV. Se reprodujo, no: pues aquello fue una ola más en la gran marea Aria, la última que hasta la fecha ha conocido la Historia -lo que no quiere decir fuera la última que haya de conocer.

Podemos ver que no impide las migraciones el hecho de que las fronteras sean ríos como el Rin o el Danubio, o… (el subrayado es mío) el Mediterráneo en Lampedusa,… o la tierra en Ceuta y Meilla.

Créditos:
Extractos de los apartados Barbarie y Las etapas del drama, del capítulo II El huracán de los Bárbaros y los diques de la Iglesia, en el Tomo III La Iglesia de los tiempos bárbaros, de la obra de Daniel Rops, Historia de la Iglesia de Cristo, tomados de la edición especial realizada para Círculo de Amigos de la Historia, en 1970 (pp. 45 y 50-51), de la biblioteca del padre del autor.

lunes, 30 de diciembre de 2013

¡Feliz Navidad!

Sí, ya sé que es un poco tarde…


… pero es que estaba esperando que contestaran desde Jurídico.

(Y como no lo han hecho, he decidido felicitar a lo ‘clásico’ y como Dios manda.)

Créditos:
Viñeta de Mike Twohy, publicada en su día en The New Yorker, tomada de la selección realizada en 2012 por Jean-Loup Chiflet con el título La oficina en The New Yorker, publicada en 2013 por Libros del Asteroide de la biblioteca del autor.

Y ahora, ¿dónde los pongo?: ¿Los últimos estantes de 2013?

Entre olvidos…










… y recientes adquisiones…










… tal vez podamos dar el año por terminado.







O no.

Créditos:
Cubiertas y sobrecubiertas de los libros en cuestión.

domingo, 29 de diciembre de 2013

Huida, pero no hacia delante

«Levántate, toma contigo al niño y a su madre y huy a Egipto; y estáte allí hasta que yo te diga. Porque Herodes va a buscar al niño para matarle.» Él se levantó, tomó de noche al niño y a su madre, y se retiró a Egipto.

En su alocución de esta mañana, el Papa Francisco ha recordado el hecho de la huida a Egipto de la Familia de Nazaret, como ejemplo de quienes se ven obligados a emigrar por estar perseguidos; por ejemplo, digo yo, en Siria.

Pero también ha recordado a los que lo hacen por necesidades económicas; por ejemplo, digo yo, como hizo Jacob y su familia.

De todos los países venían también a Egipto para proveerse comprando grano a José, porque el hambre cundía por toda la tierra.
Vio Jacob que se repartía grano en Egipto, y dijo Jacob a sus hijos: «¿Por qué os estáis ahí mirando? Tengo oído que hay reparto de grano en Egipto. Bajad a comprarnos grano allí, para que vivamos y no muramos» Bajaron, pues, los diez hermanos de José a proveerse de grano en Egipto. (…)
El hambre seguía abrumando la tierra. Así, pues, en cuanto acabaron de consumir el grano traído de Egipto, les dijo su padre: «Volved y compradnos algo de comer.» (…)
El faraón dijo a José: «Di a tus hermanos: Haced esto: Cargad vuestras acémilas y poneos inmediatamente en marcha hacia Canaán, tomad a vuestro padre y vuestras familias, y venid a mí, que yo os daré lo mejor de Egipto, y comeréis lo más pingüe del país. Por tu parte, ordénales: Haced esto: Tomad de Egipto carretas para vuestros pequeños y mujeres, y os traéis a vuestro padre. Y vosotros mismos no tengáis pena de vuestras cosas, que lo mejor de Egipto será para vosotros. (…)
Partió Isarael con todas sus pertenencias (…) Los hijos de Israel montaron a su padre Jacob, así como a sus pequeños y mujeres, en las carretas que había mandado el faraón para transportarle.
También tomaron sus ganados y la hacienda lograda en Canaán, y fueron a Egipto, Jacob y toda su descendencia con él. Sus hijos y nietos, sus hijas y nietas: a toda su descendencia se la llevó consigo a Egipto.

Como vemos, en el caso de Jacob, no sólo fueron bien acogidos en Egipto, sino que incluso fueron llamados por el mismo rey.

Esta situación, en la actualidad, ya no se da. Si en su momento, por ejemplo, en España, los emigrantes eran incluso vistos como necesarios por el poder económico, ahora ya no es así, ni muchísimo menos. Es más, se les ve como una amenaza, al igual que hiciera el rey de Egipto.

Los israelitas eran fecundos y se propagaban; se multiplicaban y hacían muy fuertes, y llenaban el país.
Surgió en Egipto un nuevo rey, que no había conocido a José; y dijo a su pueblo: «Mirad, el pueblo de Israel es más numeroso y fuerte que nosotros. Actuemos sagazmente contra él para que no siga multiplicándose, no sea que en caso de guerra se alíe también contra nosotros y se marche del país.» Entonces, les impusieron capataces para oprimirlos con duros trabajos; y así edificaron para el faraón las ciudades de depósito: Pitom y Ramsés.

Curiosamente, a los israelitas también, como en España, los pusieron a trabajar en la construcción (otra cosa muy distinta, es la solución en cada caso a la ‘burbuja inmobiliaria’).

Está claro que las fronteras son difíciles de cerrar (incluso Estados Unidos, la famosa «tierra de acogida», tenía su Isla de Ellis), pero la solución, como apunta el Génesis, tal vez no esté en la gestión de las fronteras, sino en la correcta (o sea, justa) gestión en cada sitio de las ‘vacas gordas’ para cuando lleguen las ‘vacas flacas’.

¿Que eso no es fácil de conseguir? Ya lo sé. Pero, ¿hay algo fácil de hacer de entre lo que nos propone la Biblia?

Créditos:
Extractos tomados de la Nueva Biblia de Jerusalén, revisada y aumentada, editada en 1998 por Desclée De Brouwer, de la biblioteca del autor:
Evangelio según San Mateo (2, 13), –Evangelio de este domingo, festividad de la Sagrada Familia–.
Génesis (41, 57; 42, 1-3; 43, 1-2; 45, 17-20; 46, 1-7)
Éxodo (1, 7-11)
Fotografía de Descanso en la huida a Egipto, óleo sobre lienzo de Domingo Saura (ca. 1645-1715), en el Museo de Bellas Artes San Pío V, en Valencia, en agosto de 2012, del autor.

sábado, 28 de diciembre de 2013

Los ánimos se caldean (o no)

En la noche del sábado al domingo de hace dos semanas, el sensor de temperatura de la salida de humos de la caldera de casa decidió estropearse, de modo que en cuanto comenzaba la combustión, se activaba y al cabo de poco, se bloqueaba la caldera.

Menos mal que tenía una buena asistencia técnica, y el lunes por la mañana ya me pudieron dar su diagnóstico: «¡Uf! Esta caldera tiene sus quince años, y veremos lo que cuesta de encontrar la pieza.»

El problema es que también estaba afectado por la cal el intercambiador (de hecho, el agua caliente era más bien tibia), y por tanto… tuvimos un ‘yaque’.

Es decir: ‘yaque’ no funciona, mejor cambiarla por una nueva.

El problema sobrevenido es que, por el motivo que fuera, la caldera nueva tardó en llegar más de lo previsto. Pero el pasado lunes por la tarde, en un par de horas, me la dejaron funcionando sin problemas.

Mientras tanto, esa semana, agradeciendo que no hiciera demasiado frío, y cambiando la ducha por el baño, forzando el rearranque de la caldera para tener algo de agua tibia, y complentándolo a la antigua: poniendo peroles de agua a calentar.

Pero bueno, hemos sobrevivido.

Créditos:
Fotografía de la caldera de casa, la inicial, en diciembre de 2013, del autor.

Comentarios ilustrados de ayer y hoy: noviembre 2013

Como decíamos el otro día, en caso de pinchazo, lo fundamental es no tener prisa.


Aunque lo primero y más fundamental, no lo olvidemos, es que los neumáticos se encuentren en buen estado.


En su momento, S.Cid hizo el comentario de esperara que venga el tipo de Ayuda en carretera y te la cambie”. Pues sin dejar de reconocerle la parte de razón que tiene, también hay que decir que esto es algo en lo que tampoco hay que apresurarse.


Igual que tampoco hay que apresurarse en elegir la tal Ayuda en carretera, o taller de reparación.


En cualquier caso, una vez solucionado el problema, podemos regalarnos con alguna bonita canción.


¡Pero…! ¡¿Será posible?!


Créditos:
Distintas viñetas de las aventuras de Mortadelo y Filemón, de Francisco Ibáñez, tomadas de los siguientes libros, de la biblioteca del autor:
Álbum El sulfato atómico, publicado en 1969 por Editorial Bruguera, como nº 1 de su colección Ases del Humor (pp. 31, 13 -ésta con ligera variación en el texto del bocadillo- y 33).
Viñetas iniciales de la aventura El neumático nuevo, incluida en Los sabuesos de la «T.I.A.», volumen nº 45 de la Colección Olé!, editado por Bruguera en 1972.
Viñetas del álbum El cochecito leré, incluida en el volumen nº 30 de la colección Todo Mortadelo, publicado por Ediciones B en 2005 (pp. 41 y 39).

Comercios… pacientes

Un total de 46 establecimientos comerciales de la ciudad conforman la "Guía de comercios Emblemáticos de Valencia" que agrupa las firmas con más de 50 años de antigüedad que han mantenido el carácter original de su aspecto exterior o interior acompañado de una cuidada estética del momento, y han seguido en el mismo emplazamiento dentro de la misma rama comercial.

Es digno de reconocimiento que, tras las sucesivas crisis que ha sufrido la economía española desde 1973 (por no hablar de la primera mitad del siglo XX), haya comercios (básicamente familiares), que, pacientemente, se mantengan abiertos ininterrumpidamente más de 50 años.

En este sentido, la iniciativa del Ayuntamiento no es que ayude mucho, pero algo es.

Sin embargo, bien podría ser más útil para los comercios homenajeados (y para sus clientes).

En la nota de prensa se incluye un enlace al listado de los comercios emblemáticos. En efecto, se trata de una lista, pero no sé quién habrá sido la persona lista que la habrá diseñado, pues no figura ni el ramo del comercio (aunque se pueda deducir en algunos caso por el nombre), ni la dirección, limitándose a agruparlos por distritos municipales, los cuales, si ni siquiera los mismos vecinos de Valencia los conocen, cabe imaginar los turistas.

No obstante, en la misma nota se hace referencia a otra página (también auspiciada por el Ayuntamiento), donde “podrá consultarse” lo relativo a esta campaña.

Pues bien, a fecha de hoy, he sido incapaz de encontrar nada al respecto en dicha página.

¡Qué diferencia con el sencillo folleto con que nos encontramos en Madrid, hace años, en relación con los locales de hostelería centenarios!

Créditos:
Fotografía de un cartel publicitario de la campaña, en una calle de Valencia, en diciembre de 2013, del autor.
Extracto del inicio de la nota de prensa municipal sobre el asunto.

… y ellos se juntan


El titular de la imagen no se corresponde con ninguna declaración de la alcaldesa de Valencia, sino, precisamente, del que, más o menos, representaba la oposición socialista en la ciudad en aquel lejano enero de 2008.

La alcaldesa, hace unos días, paradójicamente, ha cambiado ese “han sido un acierto y debemos reconocerlo” socialista, por un “puede que se haya cometido algún error”… o no, según quien y cuando lo mire.

En cualquier caso, a tenor de los comentarios a la noticia en ¡Las Provincias!, ese “algún error” no es muy popular… de tan popular como parece.

(La nota de prensa municipal, en cambio,… sin comentarios.)

Créditos:
Imagen parcial de la entrevista a Joan Calabuig publicada en la edición de Valencia de El Mundo el 21 de enero de 2008, de la hemeroteca del autor.

Alit lectio: El poder de la burogracia


Hace un tiempo tuve noticias sobre este libro, y antes de que dejara de existir (vamos, de que se agotara), he podido conseguir un ejemplar.

Se trata de La oficina en The New Yorker, una selección de viñetas publicadas en dicho periódico estadounidense, realizada en 2012 por Jean-Loup Chiflet, quien también la presenta con un prólogo, y que, con traducción de Manuel Aguayo, ha publicado (creo que en este pasado octubre), Libros del Asteroide.

El libro se estructura en 22 secciones, empezando, claro está, por “El lunes por la mañana”, y consiguiendo llegar a dos finales: “La jubilación” y “La vuelta del héroe”. Por en medio, todo lo que se nos ocurra que pueda haber en una oficina, desde el acceso (sea físico -“En la recepción”-, o laboral -“Entrevistas”-)


a eso tan importante en Estados Unidos, como son “Los despachos”; y, desde luego, “Los jefes”, con el supuesto “Arte de la dirección”, e incluso con “Los estrategas”.


La selección se reconoce impotente ante el inevitable tema de las reuniones: no basta con una, le tiene que dedicar dos secciones, “Reunidos” y “Reuniones de negocios”.

Naturalmente, no pueden faltar las secciones dedicadas a los dos grandes ejes sobre los que pivotan las empresas: “Recursos Humanos” y “El poder de la contabilidad”, que junto con los de mercados (“El marketing es una ciencia”) , han hallado un nuevo lenguaje, sea laboral, o sea la famosa «contabilidad creativa».


Por cierto, también encontramos referencias a eso tan manido de que nadie es imprescindible, pero luego, si no estás, se para la empresa.


El lector comprobará que el recorrido por las viñetas del libro le facilita hacer lo mismo, pero sin moverse, por los distintos departamentos de las empresas que conozca; sólo tendrá que cambiar las caras, ni siquiera las frases.

Un libro, pues, casi de texto en esas cosas de ADE y similares, aunque echo en falta que se identifique la fecha de la publicación de las viñetas, para así comprobar lo poco que ha cambiado el mundo.


Y bueno, aquí acaba mi recensión del libro.


Créditos:
Portada y diversas viñetas, tomadas de la selección realizada en 2012 por Jean-Loup Chiflet con el título La oficina en The New Yorker, publicada en 2013 por Libros del Asteroide, de la biblioteca del autor.
Las viñetas, publicada en su día en The New Yorker, son, por orden de aparición, y salvo error mío, de David Sipress, Peter Steiner (en la cubierta del libro), Sidney Harris, Danny Shanahan, David Sipress (otra vez), Tom Cheney, Whitney Darrow Jr. y James Stevenson.

Aparcar así…


… es tontería.

Si no hay pilares, ¿quién se moverá?

Créditos:
Fotografía de un cartel en Valencia, en diciembre de 2013, del autor.

Menudo rebaño de… pastores

«Ya se van los pastores a la Extremadura.
Ya se queda la sierra triste y oscura.»

Esto es todo lo que sé de una antigua canción que reflejaba la trashumancia de los rebaños en busca de pastos en la antigua España.

Lo que tampoco sé es si aquellos pastores pagaban o dejaban de pagar impuestos, pontazgos, consumos y otros tributos en las viejas aduanas interiores que infestaban España. Tal vez a ellos (los tributos, claro) se refiriera el Presidente del Gobierno extremeño en su reunión de hace unos días con el Ministro de Hacienda y Administraciones Públicas, en la que reclamó, ¡cómo no!, la «Deuda Histórica».

Pues supongo que no incluirá en ella los derechos de autor de la canción, porque entonces, lo lleva claro (o no).

Eso sí, como no podía faltar, siempre hay quien no quiere quedarse a la «luna de Valencia».

Créditos:
Fotografía de la figura de un borrego, pastando, que forma parte del belén instalado en la Plaza del Ayuntamiento, de Valencia, en diciembre de 2013, del autor.

Comentarios ilustrados de ayer y hoy: octubre 2013

Como bien señala María Gaetana, la estación de Sol ha sido rebautizada.


Y al hilo del comentario, unas cuantas dudas.

Estando en la estación a cubierto, ¿habrá cobertura? ¿O siendo la estación de Sol, habrá zonas de sombra?

Y, como se apunta en el comentario, ¿no sería mejor que la estación de Sol se llamara, precisamente por eso, simplemente Sol, “a secas”?

(Y, encima, falló el ancho de banda, y el tráfico se resintió.)

Créditos:
Fotografía del cartel identificador de la estación de vodafone_Sol, del Metro de Madrid, en octubre de 2013, del autor.

jueves, 26 de diciembre de 2013

¿Se acercan las uvas?

La tienda de la compañía era una larga nave de hierro galvanizado. No tenía escaparate. Madre abrió la puerta de tela metálica y entró. Había un hombre diminuto tras el mostrador. (…)
- Pensaba comprar un trozo de carne.
- Tengo de todas clases –respondió él–. Carne de hamburguesa, ¿le apetece? Veinte centavos la libra.
- ¿No es muy caro? Me parece que la última vez que compré estaba a quince centavos.
- Bueno –rió él suavemente–, sí, es caro y al mismo tiempo no es caro. Si va a la ciudad por un par de libras de carne le cuesta un galón de gasolina. De modo que, ya ve, esto no es realmente caro porque usted no tiene ese galón de gasolina.
Madre dijo severamente:
- A ustedes no les ha costado un galón de gasolina traerlo hasta aquí.
Él rió encantado.
- Lo está mirando al revés –dijo–. Nosotros no compramos, vendemos. Si lo compráramos, pues claro, sería diferente.
Madre se llevó dos dedos a la boca y arrugó el entrecejo mientras pensaba.
- Parece que está llena de grasa y cartílagos.
- No le garantizo que no vaya a cocerse –dijo el tendero–. No le garantizo que yo me lo comiera; pero hay muchas cosas que yo no haría.
Madre levantó la vista un momento y le miró con ferocidad. Controló su voz.
- ¿No tiene alguna clase de carne más barata?
- Huesos para sopa –respondió él–. Diez centavos la libra.
- Pero no son más que huesos.
- No son más que huesos –replicó–. Puede hacer una buena sopa. Sólo huesos.
- ¿Tiene ternera para cocer?
- Sí, por supuesto. Eso es a veinte centavos la libra.
- Tal vez no pueda comprar carne –dijo Madre–. Pero quieren carne. Dijeron que querían carne.
- Todo el mundo quiere carne …, necesita carne. Esa carne de hamburguesa es buena. Puede usar la grasa que desprende como salsa. Muy rica. No hay desperdicio. No tirará ningún hueso.
- ¿A cuánto es el costillar?
- Bueno, eso es irse a lo exquisito. Cosa de Navidad. O de Acción de Gracias. Treinta y cinco centavos la libra. Le podría vender pavo más barato, si tuviera pavo.
Madre suspiró:
- Déme dos libras de carne para hamburguesa.
- Sí, señora –puso con una cuchara la pálida carne en un trozo de papel encerado–. ¿Y qué más?
- Algo de pan.
- Aquí lo tiene. Una barra grande, quince centavos.
- Eso es una barra de doce centavos.
- Claro que sí. Vaya a la ciudad y cómprela por doce centavos. Un galón de gasolina. ¿Qué más quiere, patatas?
- Sí, patatas.
- Cinco libras de patatas por veinticinco centavos.
Madre se movió amenazadora hacia él.
- Ya he oído bastante de usted. Sé lo que cuestan en la ciudad.
El hombrecillo cerró fuertemente la boca.
- Entonces vaya a comprarlas a la ciudad.
Madre se miró los nudillos.
- ¿Qué es esto? –preguntó en voz baja–. ¿Esta tienda es suya?
- No, sólo trabajo aquí.
- ¿Hay alguna razón por la que tiene que hacer burla? ¿Eso le ayuda en algo? –ella se contempló las manos brillantes y arrugadas. El hombrecillo seguía callado–. ¿De quién es esta tienda?
- De Ranchos Hooper, Inc., señora.
- ¿Y ellos deciden los precios?
- Sí, señora.
Ella levantó los ojos sonriendo levemente.
- ¿Todo el que entra aquí se enfada, como yo?
Él vaciló un momento.
- Sí, señora.
- Y ¿es por eso por lo que se ríe?
-¿Qué quiere decir?
- Hacer trabajo sucio como este le avergüenza, ¿no es cierto? Tiene que actuar con ligereza, ¿eh? –su voz era afable. El empleado la miraba fascinado. No respondió–. Así es como es –dijo Madre finalmente–. Cuarenta centavos por la carne, quince por el pan, veinticinco por las patatas. Eso hacen ochenta centavos. ¿Café?
- A veinte centavos el más barato, señora.
- Y eso hace el dólar. Siete hemos estado trabajando Y ahí va la cena –se estudió la mano–. Envuélvamelo –añadió con premura.
- Sí, señora –respondió él–. Gracias –puso las patatas en una bolsa y dobló la parte de arriba con cuidado. Sus ojos se deslizaron hacia Madre y luego volvieron a ocultarse en el trabajo. Ella le miró y sonrió un poco.
- ¿ Cómo consiguió un empleo como éste? –preguntó ella.
- Uno tiene que comer –empezó él; y luego con beligerancia–: Uno tiene derecho a comer.
- ¿Qué uno? –preguntó Madre.

Y menos mal que en el campamento de Ranchos Hooper, Inc. no había electricidad para los temporeros.

Creditos:
Extracto del capítulo 26 de Las uvas de la ira, obra de John Steinbeck (publicada en 1939), según traducción de María Coy Girón, publicada por Alianza Editorial en su colección 13/20 (pp. 565-568), de la biblioteca del autor.
Fotografía de un carro de supermercado sobre la caseta de un centro de transformación eléctrico, junto al Parque de Marchalenes, en Valencia, en noviembre de 2013, del autor.

miércoles, 25 de diciembre de 2013

Natus est vobis hodie Salvator

Y esto os servirá de señal: encontraréis un niño recién nacido envuelto en pañales y acostado en un pesebre.


Créditos:
En el título, fragmento del Evangelium secundum Lucam (2,11).
Fragmento del Evangelio según San Lucas (2,12).
Fotografía de Niño Jesús dormido, óleo sobre lienzo, obra de Luca Giordano, en el Museo de Bellas Artes San Pío V, de Valencia, en agosto de 2013, del autor.

martes, 24 de diciembre de 2013

Y ahora, ¿dónde los pongo?: No sólo se acaban los estantes

Como es bien conocido, el tiempo pasa.









Y por curiosos que sean los saltos que se den en la vida, por añadidos con que se quiera disimular, el caso es que...






... no necesitamos de grandes investigaciones para saber...

... que el año se acaba.

Créditos:
Cubiertas y sobrecubiertas de los libros en cuestión.

lunes, 23 de diciembre de 2013

Sesión (dis)continua


A finales de noviembre, se hizo una presentación en Ámbito Cultural de El Corte Inglés, en Valencia. No pude estar.


A principios de diciembre, se hizo una presentación en Casa del Libro, en Valencia. No pude estar.

En cambio, donde sí he podido estar es precisamente en bastantes de los 83 lugares que se describen en El libro de los cines de Valencia (1896-2014).

Aunque, desde hace unos años, apenas queden locales en Valencia, y ya sólo vaya al cine tras alcanzar suficiente consenso con mis hijos.

Créditos:
Imágenes de la reseña correspondiente en la agenda de Ámbito Cultural, y de la tarjeta de promoción de Casa del Libro.
Cubierta del libro en cuestión, de la biblioteca del autor.

domingo, 22 de diciembre de 2013

Su nota fue la máxima

Todos se quejan de su memoria y nadie de su juicio.

No nos quejemos, pues, de la memoria, y recordemos que este año se ha cumplido el cuarto centenario del nacimiento, en París, de François VI Duque de La Rochefoucauld.

Ahora bien, ¿cuándo lo hizo?

Según la Wikipedia española, alemana o inglesa, así como mi edición de la Encyclopaedia Britannica, el aniversario fue hace casi cien días, el 15 de septiembre.

En otras fuentes se indica, en cambio, que el aniversario fue hace una semana, también 15, pero de diciembre. Es el caso, al menos durante estos días, de la Wikipedia… francesa.

¿Estarán de servicios mínimos?

Si no tuviéramos defectos no nos complacería tanto destacarlos en los otros.

Créditos:
Octogesimonovena y trigesimoprimera reflexiones morales, o máximas, de François de La Rochefoucauld, según traducción de Esther Benítez, tomada de la edición de las Máximas, realizada en 2012 por Akal como número 248 de su colección Básica de bolsillo, de la biblioteca del autor.
Cubierta de la edición en cuestión.