lunes, 26 de agosto de 2013

Alit lectio: … e ilustradoras cartas

Soy un obispo que se ha impuesto al extraña tarea de escribir todos los meses, para El Mensajero de San Antonio, una carta a algún ilustre personaje.

De este modo comienza Albino Luciani la carta que dirige a Charles Dickens, y con la que se inicia la recopilación de cuarenta cartas publicadas en la referida revista mensual (aunque no es la primera que escribió, sino de las últimas), entre mayo de 1971 y diciembre de 1974 (con ausencia de algún mes que otro).

El entonces Patriarca de Venecia dirige cada carta a un personaje (histórico o de ficción) de quien valora su ejemplo en la faceta sobre la que nos expone sus reflexiones.

Analiza, con espíritu abierto, almas y cuerpos, lo divino y lo humano, sin prejuicios, con patriarcal tolerancia, animando continuamente el tema con ocurrencias imprevistas, anécdotas graciosas, agudezas de u típico humour inglés, facilitado por su amplio conocimiento de la literatura inglesa, al que se suma el conocimiento directo del alma popular [de hecho, la primera carta publicada es la dirigida a Mark Twain, y la segunda, la dirigida a Chesterton]. De esta forma logra el autor que el lector rompa a reír, en no pocas ocasiones, y tome de esta satisfacción impulsos para continuar la lectura, profundizando con el autor, sin esfuerzos cerebrales, los temas que se exponen y, sobre todo, convenciéndose de los motivos y de los ejemplos aducidos para liberar a los espíritus del aburrimiento, de la estupidez del mal, causa de tantos suicidios.
Por los temas abordados, y por los modos que el autor usa, percibe el lector libre la actualidad del cristianismo, sin el que la sociedad de hoy se deshace, si Dios no la apoya.

Los temas, como se puede esperar, son numerosos: el matrimonio (Penélope), el enamoramiento juvenil y el sexo (Pinocho), las equivocaciones (el Club Pickwick), la enseñanza (San Bernardino de Siena o Quintiliano, aunque es tema recurrente con otros personajes), el feminismo (Carlos Goldoni), la catequesis (Félix Dupanloup), la conversación (José Joaquín Belli), aspectos sociales y económicos (Charles Dickens o Guillermo Marconi),… además de abordar cuestiones propias del cristianismo.

Curiosamente, o no, se da la circunstancia de que la carta más extensa (como el doble de la longitud habitual entre las otras), y que, además no es una, sino un cruce de correspondencia, es en la que, a través de la persona de San Bernardo de Claraval, aborda el problema del buen gobierno.

Lógicamente, con tantos escritos, no puede decirse que todos alcancen la misma intensidad, pero sí consiguen transmitir “su optimismo, firmemente anclado en Cristo, [con] una hilaridad original, fresca, alborozada, que tiene tanto más valor cuanto mayor es el peso con que nos agobia la presnte cultura nebulosa, tan altanera como envanecida”.

El libro finaliza con la carta que escribe a Jesús, que tampoco es la última de las publicadas, la cual concluye así:
Estoy acabando de escribir esta carta. Nunca me he sentido tan descontento al escribir como en esta ocasión. Me parece que he omitido la mayoría de las cosas que podían decirse de Ti y que he dicho mal lo que debía haber dicho mucho mejor. Sólo me consuela esto: lo importante no es que uno escriba sobre Cristo, sino que muchos amen e imiten a Cristo.
Y, afortunadamente –a pesar de todo–, esto sigue ocurriendo también hoy.

Lo que, afortunadamente, no supone una conclusión.

(En el trigésimo quinto aniversario de la proclamación de Albino Luciani como Papa, con el nombre de Juan Pablo I.)

Créditos:
Sobrecubierta, extractos del Prefacio a la edición original de enero de 1976, de Igino Giordani, y extractos de las cartas que dirigió a Charles Dickens (bajo el título Estamos en las últimas… y publicada en febrero de 1974), y a Jesús (Escribo temblando, publicada en mayo de 1974), tomados de la recopilación Ilustrísimos señores, según traducción de José L. Legaza, José L. Zubizarreta, Manuel García Aparisi y Gonzalo Haya, en edición de Biblioteca de Autores Cristianos del 7 de diciembre de 1978, de la biblioteca del autor.

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