jueves, 5 de septiembre de 2013

La China resultó ser vecina

Porque al otro lado de las fronteras, la masa expectante de los Invasores no había cesado de crecer, y era una reserva de excelentes guerreros. Nuevas tribus se añadían incesantemente a las antiguas; y su presión aumentaba. Desde las revoluciones del siglo III, los Bárbaros, mejor agrupados, habían adquirido mayor conciencia de su fuerza. Desde el Mar del Norte hasta el Mar Caspio, constituían una sucesión de fieras dispuestas a saltar. La mayor parte la formaban los Germanos, rama Aria venida de los brumosos países del Báltico y que se había detenido allí después de muchas migraciones; en su mayoría eran recios, fuertes, turbulentos y ambiciosos; estaban organizados, casi por todas partes, en comunidades a la manera de tribu, muy disciplinadas y muy sometidas al «principio del jefe». Hacia el año 400 el mapa de los Bárbaros estaba trazado, poco más o menos, así: a orillas del Rhin, desde el Mar del Norte hasta el Main, se situaba la confederación de los Francos, los cuales rodeaban en la cuenca del Weser y hasta el Elba a los Sajones y entre el Elba y el alto Main, a los Lombardos; un poco más al Sur, habían llegado desde Brandenburgo hasta el Rhin, frente a Maguncia, los gigantescos Burgundios. Los Alamanos, frenados momentáneamente, en 357, por las victorias del Emperador Juliano, se habían instalado, desde entonces, desde el Main hasta el Danubio y ocupaban las antiguas tierras romanas de los Campos Decumates; eran grandes merodeadores y se contaban entre los más peligrosos. Quedaban los Marcomanos en Bohemia, y los Rugienos y los Hérulos, en los alrededores, pero tenían menos importancia. Por el contrario, en el Danubio se alineaban las Confederaciones Germánicas más fuertes; hasta Austria actual habitaban los Vándalos, a quienes Tácito había descrito ya como feroces y hábiles para las astucias guerreras, y, más allá, los Godos, que, llegados originariamente del Vístula hacía setenta y cinco años, eran dueños ahora de Dacia, aquel antiguo bastión de Trajano, y estaban divididos en dos grandes grupos: «los Godos brillantes u Ostrogodos», que miraban hacia el Mar de Azov y los «Godos prudentes o Visigodos» que daban cara al Imperio. Y, a retaguardia, más allá de esta alineación de pueblos, esperaban y empujaban otros: los Anglos y los Jutos de la actual Dinamarca, los Esciros en Galitzia, los Noruegos, Getas y Suecos en Escandinavia; y, en las llanuras rusas, los Eslavos y los Wendos en el Norte, los Cuados y los Gépidos en el Sur, los Alanos a orillas del Mar Negro, y hacia el infinito de las estepas asiáticas, se extendían, fluctuaban, se entremezclaban y se preparaban las Tribus Uralo-Altaicas, aquellos amarillos cuyo empujón iba a figurar en el origen del drama y cuyos representantes más célebres fueron los Hunos.

Como podemos observar, los Bárbaros eran, en realidad, una barbaridad de pueblos muy distintos, aunque cada vez menos distantes, del Imperio Romano y también entre ellos mismos.

Según el plan de estudios que se haya ‘sufrido’, uno conocerá o le sonará un número mayor o menor de los pueblos enumerados (e incluso echará alguno que otro en falta).  En cualquier caso, seguro que sabe de la existencia de los Hunos.

Lo que sucede es que más allá de aquello de «Atila, el azote de Dios», San León Magno, y la batalla de los Campos Cataláunicos, poco se han extendido los libros de texto acerca de los Hunos (o, al menos, yo no lo recuerdo).

Por eso, no dejó de resultar chocante (al menos para mí, ya digo) saber de las andanzas de los Hunos contra el Imperio… Chino, y ello gracias a… una película.


Situada en la época de la dinastía Han, la historia de Mulan nos muestra cómo el Imperio Chino consiguió resistir ante el empuje de los Hunos.

El origen concreto de la sacudida que a comienzos del siglo V debía lanzar a las tribus al asalto del Imperio [Romano], hay que buscarlo en las mismas condiciones de la vida de los Bárbaros. (…) En efecto, los Hunos, los terribles Hiong-Nu que, desde hacía varios siglos, eran el azote de China, al verse arrojados de allí por el heroísmo de los Emperadores Han, y apartados de las tierras amarillas por la construcción de la Gran Muralla, se habían vuelto hacia el Oeste. Y sus escuadrones habían ido aplastando, sucesivamente a los Sármatas del bajo Volga, a los Alanos, a los Ostrogodos y, por último, a los Visigodos. La Gran Invasión de comienzos del siglo V, no fue, pues, más que el contragolpe del Ataque Mogol, que desencadenó y dirigió en un sentido único a las inestables fuerzas del Mundo Germano.

En resumen, que si no llega a ser por Mulan, el siglo V en Europa y la posterior historia del continente hubiera podido ser muy, pero que muy distinta.

Créditos:
Extractos de los apartados Barbarie y Las etapas del drama, del capítulo II El huracán de los Bárbaros y los diques de la Iglesia, en el Tomo III La Iglesia de los tiempos bárbaros, de la obra de Daniel Rops, Historia de la Iglesia de Cristo, tomado de la edición especial realizada para Círculo de Amigos de la Historia, en 1970 (pp. 48 y 50), de la biblioteca del padre del autor.

2 comentarios:

  1. Tuve la fortuna de trabajar en Vietnam, admirable pueblo que, entre otras muchas cosas, me enseñó que tampoco se lo pusieron fácil a los de Atila.
    Un saludo.

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  2. Vaya, URUMO, no hubiera imaginado que los hunos llegaran tan al sur, habiendo llegado tan al este.
    Bueno, y tampoco sabía lo de que habías estado trabajando allí. Ya contarás.
    Un saludo.

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