jueves, 17 de abril de 2014

Un último descanso

El 26 de marzo llegaron dos oficiales de la Luftwaffe al Stalag Luft III con un mandamiento judicial en el que se acusaba a Von Lindeiner de incompetencia y se le relegaba de sus funciones. Tres días después cayó presa de graves palpitaciones, aunque pudo recuperarse gracias a la oportuna intervención de un médico. (…)
El nuevo Kommandant era otro oficial que compartía el molde caballeroso del comandante Rumpel y el coronel Von Lindeiner. El coronel Braune parecía estar también incómodo en su papel de «vulgar carcelero» pero es de suponer que, al igual que sus predecesores, no dispuso de ninguna alternativa.

Durante los dos meses siguientes fueron llegando al Stalag Luft III las urnas que contenían los restos incinerados de los cincuenta. Para entonces, Von Lindeiner se encontraba ya en la mansión de Jeschkendorf para preparar su causa. Tenía que enfrentarse al poder formidable del régimen nazi y en aquellas circunstancias era difícil presentar una defensa. En un momento tan delicado para él el anciano coronel encontró tiempo para pensar en los que fueron sus prisioneros y pagó el material y las herramientas necesarios para que erigieran un monumento en memoria de los cincuenta.

En diciembre [de 1944] se había terminado de erigir el monumento de homenaje a las 50 víctimas frente al campamento, y poco después se viviría en el Stalag Luft III el que debió ser uno de los episodios más extraordinarios de la guerra. El 4 de diciembre se ofició una ceremonia de conmemoración. Entre el pequeño grupo de asistentes se encontraban oficiales superiores de la Luftwaffe en la Kommandantur y una guardia de honor compuesta por soldados alemanes, el capitán de grupo Wilson y 15 oficiales en representación de cada una de las nacionalidades de los fallecidos. A la ceremonia, presidida por un sacerdote anglicano y otro católico, asistieron también dos miembros de la Legación Suiza en representación de la potencia protectora. Al término, un corneta del Recinto Norte tocó el Last Post• y la guardia de honor alemana disparó una salva al helado cielo de Silesia. Pocos homenajes rendidos por parte de un bando a otro en la Segunda Guerra Mundial deben haber sido más emotivos que éste.

• El último toque del día, que señalaba a los soldados británicos el fin de la jornada y que, del mismo modo, en los funerales invitaba a los caídos a descansar tras una vida de servicio. (N. de los T.)

Aunque no se cumpla aniversario alguno, entiendo que este recuerdo no desentona hoy, Jueves Santo, Día del Amor Fraterno.

Créditos:
Cubierta y extractos de La gran evasión, de Tim Carroll, según traducción de Daniel Cortés Corona y Soledad Alférez Ródenas, tomados de la edición en rústica realizada en abril de 2007 por Inédita Editores (pp. 277, 280 y 282), de la biblioteca del autor.

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